• Saltar al contenido principal
  • Skip to secondary navigation
  • Saltar a la barra lateral principal
  • Saltar al pie de página

Giuseppe Albatrino

Escritor, Dramaturgo y Divulgador Científico

  • Artículos
  • Blog
  • Contactar
  • Portafolio
  • Libros
  • Teatro
  • Apps
  • Investigaciones

Caretas

Alien, el monstruo que cumple 40 años

31 mayo, 2019

La película de culto de la ciencia ficción y el terror, ha generado varias secuelas, precuelas, comics y hasta videojuegos que giran en torno a un villano sin nubes de conciencia, remordimientos o delirios de moralidad.


La película inicia con los personajes despertando para enfrentar una pesadilla. A bordo de un carguero espacial que transporta minerales, duermen en sus cámaras de hibernación mientras vuelven a casa, cuando de repente la computadora de abordo los despierta. De a pocos, se van dando cuenta que están muy lejos de su destino y que deberán investigar el origen de una extraña señal en un planeta desconocido.  

La pesadilla la encarna una criatura como ninguna otra. Descrita en el guion de Dan O’Bannon pero hecha realidad gracias al talento de un peculiar artista suizo cuyo arte, como algunos señalan, mezcla lo surreal, sexual, mecánico y lo macabro. H. R. Giger, de cuyo apellido nace el adjetivo “gigeresco”, fue fichado por el entonces joven director Ridley Scott para diseñar al Alien, una criatura “sin nubes de conciencia, remordimientos o delirios de moralidad”, según es descrito en uno de los diálogos. Usando como base su pintura llamada “Necronom IV” y su experiencia como diseñador industrial, crea en el set a ese extraño ser sin ojos pero que parece mirar amenazadoramente mientras va tras sus víctimas.

La obra Necronom IV de H. R. Giger de la cual parte la creación del monstruo
La obra Necronom IV de H. R. Giger de la cual parte la creación del monstruo. (Foto:© Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International)

Sin embargo, las particularidades del Alien no son solo su apariencia. Es un monstruo que no se puede matar porque su sangre es un ácido altamente corrosivo que destruye a su agresor. Además, es un monstruo que busca habitar en el cuerpo de su forzado anfitrión para poder reproducirse y existir. Todo esto invita a subtextos que no supieron explotar algunas imitaciones posteriores del cine.

Al Alien se enfrentan los “camioneros del espacio”, que simplemente buscaban transportar su carga a la Tierra, en esta historia que tiene tanto de ciencia ficción como de terror clásico: la nave espacial no es más que una enorme mansión embrujada, de corredores y espacios cerrados, en dónde algo malo se oculta para eliminar a sus habitantes uno por uno.

Al éxito de esta entrega de 1979 le seguiría siete años después “Aliens”, escrita y dirigida por James Cameron. Su secuela logra alcanzar una combinación de éxito de la crítica y de la taquilla que no volverá a experimentar la franquicia en ninguna de sus entregas posteriores. Recientemente, el monstruo espacial cobra vida en una obra teatral realizada por los estudiantes de la secundaria North Bergen de New Jersey. Esta ha sido apreciada tanto por Scott como Cameron, y contó con la visita de la actriz Sigourney Weaver al montaje (el video completo con la escenificación ya lleva un cuarto de millón de espectadores). Sin lugar a duda, a sus cuarenta años, el universo del Alien no carece de seguidores.

Este artículo se publicó en Caretas

Deportistas detrás del teclado

23 mayo, 2019

Con premios millonarios, grandes patrocinadores y transmisiones en canales por cable, los torneos de videojuegos amplían la definición de lo que es una competencia deportiva. Incluso, hoy en día, varias universidades en EE.UU. ofrecen becas en base al desempeño en estos juegos electrónicos.


El ingreso de los jugadores a la cancha, ceremonioso y llamativo, evoca la teatralidad de los campeonatos de la NBA.  La voz ronca del animador va anunciando los nombres de cada uno, mientras estos cruzan la pequeña niebla artificial frente a una entrada de varios pisos de altura. Miles de espectadores los aclaman conformen aparecen. Pero las estrellas, cinco por equipo, no comparten el aspecto esperado de los atletas, sino que conforman un grupo variopinto, algunos con sobrepeso, otros con lentes y todos con credenciales colgadas del cuello.

Estos jugadores tampoco competirán en una cancha física, sino en un espacio virtual al que acceden por medio de las computadoras que los esperan: estamos ante la final de SMITE, un juego en donde los dioses luchan por derrotar al equipo rival. El pozo es de un millón de dólares y más de cien mil espectadores los siguen desde Latinoamérica, Europa, Asia, Oceanía y Estados Unidos.

Bienvenido al mundo de los esports, un producto de la larga evolución de los videojuegos y las redes de computadora cada vez más veloces.  Y si bien en la década de los ochenta, en las épocas de las máquinas a moneda con juegos como Space Invaders o Pacman, el mayor reconocimiento provenía de colocar el nombre en la pantalla (esperando a que nadie desenchufase el equipo) hoy las recompensas y fama ha crecido exponencialmente. Ya en 1997, Dennis Fong se convierte en leyenda al ganar un torneo de Quake (un juego de disparos en primera persona) en el que el premio fue un auto Ferrari.

Hoy en día, la experiencia de Fong se ha vuelto más común. En 2017, en un país relativamente pequeño como Polonia, un campeonato de Counter Strike fue visto por 173,000 personas y torneos parecidos vienen ocurriendo en todo el mundo como en Pekín, Las Vegas (en donde el Hotel Luxor le dedicó un espacio) o Seattle. En Latinoamérica, más de diez mil seguidores colmaron las tribunas del Movistar Arena de la capital colombiana para ver a los participantes competir en “League of Legends” en abril de este año, según reportó la prensa.

Y si para justificar las largas horas de juegos en casa no basta con la idea de participar en campeonatos, podemos agregar que ya son varias las universidades (como la de Nueva York y California) las que vienen ofreciendo becas estudiantiles a los mejores jugadores de ciertos videojuegos. Sin duda, se está creando un ecosistema cada vez más parecido al de los deportes más tradicionales.

Este artículo se publicó en Caretas

Mr. Trump y la Luna

10 mayo, 2019

La administración republicana ha ordenado a la NASA adelantar en cuatro años su meta de retornar a la Luna. Ante esto, la agencia espacial deberá balancear sus planes de una presencia prolongada en nuestro satélite contra la necesidad de volver a colocarle una bandera lo antes posible.


A mediados del 2017, el presidente de los Estados Unidos le preguntó al entonces administrador de la NASA si podrían colocar un hombre en Marte antes de que termine su primer mandato. Ofreció, según las fuentes, “todo el dinero que se pudiera necesitar”. El oficial rechazó la oferta, explicando que era imposible hacerlo en ese plazo.

Si bien no se espera que los políticos conozcan al detalle las complejidades de los programas espaciales, pasados, presentes o futuros, en este caso uno no puede dejar de preguntarse si al menos había un entendimiento somero de lo que implicaba la meta. Marte se encuentra, en promedio, seiscientos veces más lejos que la Luna, y llegar allí tomaría unas doscientas setenta veces más de lo que les tomó el viaje a los astronautas del Apollo. Entonces, debió ser sencillo para el administrador de la NASA declinar tal compromiso para dentro de apenas tres años.

Así que ahora la meta es la Luna.

Más allá de las motivaciones que Trump pueda tener, su proceso de decisión parece ser muy distinto, por ejemplo, al de John F. Kennedy. Este anunció su programa Lunar el 25 de mayo de 1961, ante una sesión especial del Congreso, luego de un estudio que encargase al vicepresidente Johnson, en medio de la guerra fría y ante las continúas derrotas que les infligían los rusos en el espacio.

En un contexto muy distinto fue que este 26 de marzo, en la quinta reunión del Consejo Nacional del Espacio, el vicepresidente Mike Pence declaró que la administración de Trump está comprometida a enviar humanos a la Luna para el año 2024, cuatro años antes del objetivo que la NASA previamente se había fijado. El reto para Bill Gerstenmaier, jefe de las exploraciones tripuladas, es mayúsculo. Deberá encontrar el balance entre el objetivo de una presencia permanente en la Luna, con la meta de volver a colocar la bandera lo antes posible.

El vicepresidente Mike Pence en la quinta reunión del Consejo Nacional del Espacio de los Estados Unidos
El vicepresidente Mike Pence en la quinta reunión del Consejo Nacional del Espacio de los Estados Unidos. (© NASA)

El plazo es exigente, pero el vicepresidente ha dado carta blanca a la NASA para que considere deshacerse de sus contratistas actuales, que vienen desarrollando un poderoso cohete (llamado SLS, por Space Launch System) que sería capaz de llevar personas al espacio profundo. Si bien el SLS ya venía retrasado en su construcción, actualmente no hay en activo otro de potencia equiparable.

Ante el renovado sentido de urgencia, la NASA empezará pronto a recibir propuestas de quienes aspiren a desarrollar el nuevo módulo lunar, máquina capaz de llevar a sus tripulantes al suelo selenita. Se habla incluso de eliminar lanzamientos de pruebas del SLS para que en apenas en su tercera misión lleve astronautas a la Luna. Así mismo, una estación espacial planificada para orbitar la Luna como base de avanzada también sufriría reducciones.

El reto para la NASA y la industria entorno a ella será enorme. Pero de superarse, a falta de Marte, el presidente norteamericano podrá exhibirlo dentro del que sería su segundo gobierno.

Este artículo se publicó en Caretas

El hombre que medía Notre Dame con un láser

18 abril, 2019

Los planes de reconstrucción de la catedral parisina podrían usar los datos de un reciente estudio que buscaba entender a sus antiguos constructores. Para ello, tomaron millones de mediciones del lugar.


Era una mañana de 1826 y Joseph Nicéphore Niépce, inventor francés, desde su despacho preparaba su cámara oscura para capturar la que es considerada la primera fotografía de la historia. Ocho horas después, la película hecha con una aleación de cinc, plomo y estaño pudo tan solo obtener la imagen borrosa y desenfocada de unas paredes y una torre en Le Gras.

Han transcurrido dos siglos, y la tecnología para registrar detalles de un espacio y un momento preciso, ha alcanzado una agudeza que difícilmente Niépce habría imaginado. Más allá de las cámaras modernas, los escáneres de rayos láser pueden tomar millones de medidas de un recinto con una precisión milimétrica. Tal como lo comprueba el trabajo que hiciera, a partir del 2010, el doctor Andrew Tallon en la catedral de Notre Dame.  

Historiador del arte y amante de las catedrales, por casi cinco años Tallon se dedicó a levantar “mapas de puntos” tanto del interior como del exterior de la famosa catedral parisina. Para ello, elegía un lugar donde colocar el trípode con el dispositivo láser, marcaba su coordenada mediante GPS y otras referencias y acumuló más de dos mil millones de mediciones de sus pormenores arquitectónicos como columnas, paredes y muros. Superpuso estas a fotos panorámicas y de 360 grados que él mismo hacía, para obtener imágenes que le contarían una historia nueva del lugar.

Su intención, señalaba, era conocer lo que habían pensado los constructores de estas maravillas góticas. En vista de que estos no habían dejado diarios o bitácoras, los nuevos datos le permitían inferir la evolución de la construcción. Por ejemplo, desde hacía tiempo los estudiosos habían observado que la línea de estatuas de reyes que hay sobre las puertas del templo tenían distintos estilos artísticos. En base a sus mediciones, que marcaban un desnivel de 30 centímetros en esta parte de la fachada, Tallon concluyó que la estructura había empezado a inclinarse y que los constructores debían haber dejado de trabajar esta sección por una década, mientras que el suelo se asentaba. Esto explicaba la variación de las formas artísticas.

Así mismo, como señala NatGeo, los escaneos de Tallon revelaban que algunas columnas interiores no se alinean y tampoco algunos de los pasillos. También pareciera que, por momentos, los constructores se tomaban atajos, y que, en vez de remover estructuras existentes, construyeron alrededor de ellas. Estos detalles, de esta majestuosa obra que inició en 1163 y terminó en lo fundamental en 1245 con la fachada principal, serían difíciles de conocer con instrumentos no electrónicos.

Notre Dame, ubicada a unos trescientos kilómetros de Le Gras, no es la única catedral que Andrew Tallon expuso a su minucioso trabajo de captura de datos. Pero, sin duda, ante el incendio de esta semana, sus archivos de este lugar serán los más revisados.

Este artículo se publicó en Caretas

La primera fotografía de un viejo conocido

11 abril, 2019

La primera imagen de un agujero negro da luces sobre un objeto astronómico estudiado por décadas, pero hasta hoy elusivo a las cámaras.


Los agujeros negros han poblado tanto el mundo de la astronomía como el de la ficción por décadas. Aparecen en revistas especializadas, novelas y series por lo menos desde los años setenta y, en películas como Star Trek (2009) o Interstellar (2014), se hicieron visibles gracias a la magia de los efectos especiales. Sin embargo, a pesar del sinnúmero de ilustraciones que haya habido de ellos, ninguna ofrecía una imagen real de los mismos.

Predichos por la Teoría de la Relatividad de Einstein, son objetos con una gravedad tan poderosa que ni la luz que les cae encima se les escapa (de allí su nombre). Debido a esto, la manera en que los astrónomos los identifica siempre ha sido indirecta. Por ejemplo, el desplazamiento de cierto grupo de estrellas no tendría explicación sino hubiese una gran masa invisible perturbando sus órbitas. O, como en otros casos, se ha observado estrellas cuya masa es arrebatada por un “algo” invisible y cercano a ellas.

Ya en 1973, justamente buscando los efectos de posibles agujeros negros en sus vecindarios, la sonda espacial Uhuru, especializada en captar rayos X, detectó los primeros candidatos de la historia. Pero la fotografía mostrada el 10 de abril por los científicos del Event Horinzont Telescope, marca el hito de capturar directamente a una de estas misteriosas entidades.  

El esfuerzo significó el trabajo coordinado de más de doscientos investigadores y sus telescopios alrededor del mundo. Desde estos se capturaron imágenes de la misma región del cielo, con una sincronización cuidada a la fracción de segundo. La enorme cantidad de datos obtenidos por su tamaño tuvo que ser trasladada en discos duros por avión (en el caso del telescopio de la Antártida tuvieron que esperar seis meses a que se reanudasen los vuelos). Finalmente, la información se distribuyó a cuatro grupos de trabajo, independientes entre sí, para que procesaran las imágenes y así comprobar entre todos la exactitud del resultado final.

Lo que vemos, es lo esperado por la teoría. Incluso, diversos divulgadores científicos han descrito desde semanas atrás algo muy semejante a lo que publican hoy los medios: una especie de sombra rodeada de un arco luminoso. Como explican los científicos del proyecto, el circulo oscuro no representa el cuerpo del agujero negro, sino la región en que la luz de la estrella vecina logra escapar de la atracción de esta.

Sin lugar a duda, a pesar de la primera fotografía de este viejo conocido, este seguirá capturando la imaginación tanto de escritores como de científicos. A los primeros, por el enorme potencial narrativo que ofrecen y, a los segundos, porque aún se sabe muy poco de ellos.

Este artículo se publicó en Caretas

Cuando las computadoras conducen

28 marzo, 2019

Con su flota de 737 MAX en tierra, Boeing ha anunciado una actualización de software para su avión. Está por verse si eso será suficiente para recuperar la confianza de sus clientes.


Durante los quince minutos que duraba el descenso, los astronautas del Apollo 11 eran asistidos por la computadora de abordo. Compartían con esta el control de la nave. En la ventanilla que Neil Armstrong tenía en su delante, había una serie de números grabados, que él podía revisar para estimar a que parte de la Luna los conducía el programa. Y si bien hoy el sistema puede lucir primitivo, es un ejemplo histórico de cómo las computadoras vienen asistiéndonos en misiones críticas por décadas.

También lo hacían a bordo de los dos Boeing 737-MAX que lamentablemente se estrellaron con apenas medio año de diferencia. El fabricante ha indicado que solucionará los problemas de estos modelos con una actualización de software, lo cual nos recuerda a lo que sucede constantemente con las aplicaciones en nuestros celulares. Sin embargo, cómo en muchos fallos de ingeniería, la causa no es única y todo apunta a una combinación de factores.

Cuando Boeing construye su nuevo modelo 737, lo hace cambiando la posición de los motores, lo cual trae consigo que el comportamiento aerodinámico de la aeronave varíe. Con el cambio, en ciertas circunstancias, el piloto a los mandos no encontraría la misma reacción que en los modelos 737 previos. Entonces, la compañía apuesta por añadir un sistema que, incluyendo el uso de software, permita que el avión se comporté de manera similar a sus antecesores. De esta manera las aerolíneas no dudarían a la hora de comprar las nuevas máquinas y, dado que no se comunicaron los cambios a todos los involucrados, no tendrían que gastar en reentrenar pilotos.

Craso error. Todo indica que los pilotos afectados, que no fueron comunicados del nuevo sistema, perdieron su lucha sin saber cómo desactivar a esta mano invisible, la computadora, que insistía en dirigir el avión por ellos. No conocían la manera de desactivarla. Ni tampoco había una forma intuitiva de hacerlo.

Habrá que esperar para ver si el fabricante de Seattle recupera la confianza de sus clientes, pero no olvidemos que son miles de aviones que año tras año surcan los cielos sin incidentes, siempre con sus computadoras de abordo.

Mientras tanto, numerosas empresas apuestan por poner autopilotos en los carros. Como es el caso de Tesla, que ha prometido que sus vehículos serán capaces pronto de la “autonomía total”: mediante el uso de cámaras, radar, ultrasonidos y, una vez más, computadoras, sus carros podrán llevarnos a casa desde la oficina, sin intervención humana. Cuando ese futuro llegue, esperemos que, al igual que en la nave de Armstrong, siempre haya un simple botón de desconexión por si las dudas.

Este artículo se publicó en Caretas

  • Ir a la página 1
  • Ir a la página 2
  • Ir a la página 3
  • Páginas intermedias omitidas …
  • Ir a la página 9
  • Siguiente página >

Barra lateral principal

Últimos Artículos

Elizabeth Holmes

Theranos, la start-up del sector salud que engañó a todos

sonda luna Beresheet

La próxima sonda en posarse en la Luna será de una empresa privada

FBI "portal de la seda"

De Nerd a Cibernarco

Star Trek Discovery

Regresa Star Trek Discovery en su segunda temporada

First Man Banniere

Neil Armstrong, el hombre del que se sabía muy poco

Footer

Secciones del Blog

  • Cine y Televisión
  • Culturales
  • Libros
  • Sci & Tech
  • Teatro
  • Vivencias y Opinión

Sígueme

  • Facebook
  • Twitter

Copyright © 2023 · Giuseppe Albatrino - Todos los derechos reservados.