La empresa SpaceX marca un hito al colocar un satélite en órbita empleando un cohete anteriormente ya usado.
Durante décadas los cohetes han sido costosos vehículos de un solo uso. De la estructura que vemos en la torre de lanzamiento, que generalmente llega a alcanzar entre 30 y 70 metros de altura, nada regresa a salvo a la Tierra. Las diversas etapas que lo componen se van consumiendo, una tras otra, para luego caer al mar o incinerarse en su regreso al atravesar la atmósfera.
Las etapas que caen al mar no pueden reutilizarse, a excepción de para exhibirse en algún museo, como ocurre escasas veces. Y es que en cada vuelo se pierden los motores y sus bombas, así como los tanques preparados para soportar líquidos corrosivos y las cámaras que soportan la combustión a altísimas presiones. Todas estas partes son elaboradas con materiales especiales y mediante un proceso de manufactura con poca tolerancia al error, lo que significa un costo de millones de dólares.
Por ello, si se desea que los precios por lanzamiento de los satélites bajen, se debe buscar formas de reutilizar algunas partes de los cohetes que hoy desechamos.
Esto fue algo que la NASA intentó hacer con el Transbordador Espacial. Lanzado por primera vez en 1981, se diseñó para que la nave, con forma de avión, y los cohetes de combustible sólido que ayudaban a elevarlo, pudieran ser reutilizados tras unos breves mantenimientos. La realidad resultó ser muy distinta: reparar el revestimiento que protege del calor a la nave terminó siendo una pesadilla operacional, y el ahorro de reutilizar los cohetes fue nulo. Estos caían en paracaídas al mar de dónde se recogían y el costo de limpiarlos y repararlos resultó siendo mayor que hacer unos nuevos.
Por estos motivos es que el lanzamiento del Falcon 9 hace unas semanas marca un hito histórico. Por primera vez un cohete que anteriormente había dejado un satélite en órbita, volvía a usarse para colocar otro. Para lograrlo, en su anterior misión, el vehículo debió aterrizar verticalmente sobre una plataforma en altamar, evitando así el impacto con el agua o el sumergirse en esta.
Según Elon Musk, gerente general de SpaceX, la etapa reutilizable equivale al 75% del costo de todas las etapas del cohete. Y si bien cada cliente suyo deberá elegir si prefiere usar un cohete “usado” (a precio de descuento) o uno nuevo (a un precio que bordea los 62 millones de dólares), el ahorro no se puede transferir completamente al contratante, dado que su empresa tiene que amortiguar el costo de desarrollo invertido, que superaría el billón de dólares.
Es curioso ver como una empresa con apenas 14 años de fundada está impactando en el mercado americano, que hasta hace poco era monopolio de un consorcio (United Launch Alliance, ULA) que cobra unos 164 millones de dólares por cada lanzamiento. Pero SpaceX no es el único nuevo jugador, Blue Origens, propiedad del fundador de Amazon (Jeff Bezos) se encuentra trabajando también en los cohetes reutilizables.
De momento, mientras llega la respuesta de ULA, SpaceX afirma estar buscando reutilizar más partes de su Falcon 9. De seguro, la competencia terminará abaratando aún más el acceso al espacio.