Ante la polémica entre los organizadores del prestigioso festival francés y Netflix, es inevitable recordar antiguas batallas entre lo nuevo y el status quo.
Este año, y por primera vez, películas distribuidas por Netflix y Amazon participan en el festival de cine de Cannes, en competición por el premio la Palma de Oro. Sin embargo, la noticia proveniente de Francia, más allá de la calidad de las producciones, ha sido la discusión sobre si un film que no ha sido exhibido en cines tiene derecho a participar en busca del galardón.
Para los que seguimos el desarrollo de los negocios digitales, esto pareciera ser un encontrón del que ya hemos sido testigos en el pasado. De un lado, tenemos a una empresa con más de 90 millones de suscriptores que, si bien empezó hace diecinueve años compitiendo con Blockbuster en el mundo de las cintas VHS, hoy ofrece video a demanda que pueden ser consumido en cualquier pantalla con conexión a Intenet, ya sea en celulares, computadoras, tablets o televisores. Del otro lado, tenemos a la ley francesa (y otras semejantes en Estados Unidos) que exige que hayan transcurrido al menos tres años desde su estreno en la pantalla grande, para que una película pueda distribuirse por la red. Es decir, estaríamos ante un conflicto entre una tecnología emergente y las normas existentes.
Distribuir contenido digital por la red es justamente el negocio de Netflix. Un negocio que domina a la perfección y que hace uso intensivo de los datos que generamos cada uno de sus usuarios: lejos del anonimato del espectador de cine o del televidente en casa, cada vez que usamos Netflix sus sistemas registran no solo lo que vemos sino hasta el momento en que pausamos el video o sino terminamos de ver la serie. Sumado esto a su listado de más de 76,000 micro-géneros con que clasifican su catálogo, la empresa logra que el 75% de lo que veamos en su plataforma haya sido tomado en base a las recomendaciones que brinda.

No se ha informado si las dos películas que Netflix ha presentado al Festival son producto de estos análisis de datos, pero es público que muchos de sus proyectos que consiguen luz verde sí lo son (como su reconocida serie “House of cards”). Aun así, la apuesta es grande. “Okja”, uno de los títulos en contienda, costó 50 millones de dólares, mismos que planean recuperar sin mostrarlo en cines. Este dinero es parte de los 6,000 millones de dólares que este año invertirán en nuevas producciones, monto que en sí mismo es mayor que el combinado de los seis mayores estudios de Hollywood (Disney, Warner Bros., Universal, Paramount, Sony y 20th Century Fox). Algo impresionante para tratarse de un jugador relativamente nuevo.
Ante esta situación, el presidente del jurado, el director español Pedo Almodovar ha dicho que ”Netflix es una nueva plataforma para ofrecer contenido de pago, lo cual en principio es bueno y enriquecedor. Sin embargo, esta nueva forma de consumo no puede tratar de sustituir las ya existentes. Me parece una enorme paradoja dar una Palma de Oro y cualquier otro premio a una película que no pueda verse en gran pantalla”. Curiosamente, Netflix afirma que el año pasado más de la mitad de sus usuarios han empleado al menos una vez al mes sus servicios desde la pantalla más pequeña que existe: la de los celulares.
Para el próximo año no debería haber polémica en Cannes sobre las plataformas de distribución digital. Los organizadores han decidido adaptar sus reglas de manera que a partir de la edición del 2018 en adelante solo puedan participar aquellas películas que han sido distribuidas en los cines. Con lo cual quedará en manos de Netflix (y Amazon) decidir si buscan una solución de compromiso, quizá exhibiendo en algunos pocos cines franceses sus films, o si deciden dejar la lucha por un galardón que ya supera las siete décadas de existencia.