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Giuseppe Albatrino

Escritor, Dramaturgo y Divulgador Científico

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viajes

Anotaciones desde Chanchamayo

6 enero, 2011 by Giuseppe Albatrino

De los treinta y dos posibles tipos de clima, el Perú tiene veintiocho. Bárbaro. Si bien no todos me gustan, como acabo de comprobarlo, es sorprendente saber que a solo 8 horas de Lima, por una emocionante y sinuosa carretera, se puede experimentar la mismísima selva de Tarzán, con la diferencia de que él no parecía sudar tanto como yo lo hice en los pocos días del viaje.

Chanchamayo tiene el encanto que muchos capitalinos encontramos en las ciudades pequeñas: sencillez, poca gente (en este caso, la población de Lima dividida entre 60) y relativa tranquilidad. Súmese a eso un abundante verdor, como si fuese el color favorito de un pintor gigante que lo usa con mil tonos, revistiendo las montañas, los lados del camino y cuanto lugar se mire. ¿Algún punto en contra? Para los nuevos como yo, un clima que al inicio parece agredir por su calor, humedad y lluvias locas, pero que son parte de la experiencia.

Desde la Plaza de Armas se pueden tomar varios tours a módicos precios, previo acoso de los “jaladores” de las agencias de turismo. La mayoría de estos duran un día y se centran en conocer los bellos paisajes, la riqueza natural de la zona, caminatas, ver cataratas que parecen esconderse, visitar puentes y algunos lugares con historia… Conté hasta seis distintos recorridos turísticos, aquí les cuento sobre un par de estos que tomé:

Tour La Merced/San Ramón. Tras un ascenso de media hora a pie, por un sendero cubierto de árboles que techan todo el trayecto, se llega a la catarata de Tirol. La potente caída de agua, alta y blanca, es impresionante. Luego puede visitarse un mirador que abarca a toda la Merced (y a la vez, comparar lo insanamente grande que es Lima), conocer el pueblo de San Ramón o ingresar al Mariposario de la Zhaveta en donde los que esperan a las pobres mariposas encajonadas se llevarán una decepción, pues están libres y no siempre posan para las cámaras. Aquí también hay boas, que por un nuevo sol (entregarlo al amo, no a la boa) se dejan usar cual bufandas.

Tour por el Valle del Perené. Empieza por el puente Quimiri, que según entendí tiene más de cien años y 90 metros de largo. Lo que me sorprendió en realidad, fue la habilidad de un conductor que, frente a nosotros, cruzó con su camión con poco margen de seguridad, maniobrando en la estructura que parecía danzar con el viento (¿existe algún santo patrono de los cruzadores de puentes?).

Aquí se visitan las bellas cataratas Bayoz y Velo de la Novia, que aparecen como recompensas tras un breve esfuerzo por alcanzarlas, en estas fechas, bajo la lluvia. Puede verse también la confluencia de dos ríos, unidos pacíficamente delante nuestro, para formar uno nuevo (Paucartambo y Chanchamayo formando el río Perené).

Se continúa con un encuentro con una comunidad Ashaninka, la cual te maquilla y trajea a su usanza (imposible negarse, hay gente con lanzas mirando), para hacerte bailar al ritmo de una alegre canción. Un encanto.

Casi al anochecer, te conducen al puerto Pichanaki, para un paseo fluvial en bote a motor que es divertidísimo a pesar de que el cinéfilo capitán había bautizado su embarcación como “Titanic”. Los sobrevivientes podrán luego, con algo de suerte, ir a degustar un rico café (Chanchamayo es «La Capital Cafetalera del Perú»)

En definitiva, por su cercanía y belleza, Chanchamayo y alrededores es un destino imperdible que vale la pena conocer. Aquellos que desean experimentar un ambiente, clima y entorno tan distinto al costeño no saldrán decepcionados, interesante saber que la naturaleza puede darnos tantos contrastes.

Publicado en: Vivencias y Opinión Etiquetado como: chanchamayo, viajes

Anotaciones desde Machu Picchu

29 noviembre, 2010 by Giuseppe Albatrino

En Julio de 1911, el explorador americano Hiram Bingham encontrándose en busca de la ciudad perdida de los Incas, escuchó de boca de Melchor Arteaga, propietario de una apartada choza en las márgenes del Urubamba, que en las cercanías había “buenas ruinas”… ¿Cómo podrían imaginar ambos personajes que esas “buenas ruinas” llegarían a ser visitadas por casi medio millón de personas cada año?

Le costó a Bingham pagarle un Sol a Arteaga (3 ó 4 veces el salario de la zona) para animarlo a que lo guiara por el difícil camino de despeñaderos. Cruzaron a gatas por un viejo y enclenque puente que se rompería pronto, siguieron hasta encontrarse con dos hacendados indios que cultivaban las terrazas (o andenes) dejadas por sus antepasados a pocos minutos de la hoy famosa ciudadela de Machu Picchu, a la cual llegó siguiendo los pasos de un niño que se hizo su guía, mientras Arteaga prefería chismorrear con los hacendados.

Casi cien años después, no hay país en el mundo en donde no se haya visto fotos de aquella maravilla dada a conocer por Bingham, es un monumento al ingenio y perseverancia Inca, y me siento muy contento de encontrarme entre los millones de personas que la han podido visitar, aunque sea de una forma mucho más segura que la de los antiguos aventureros que la encontraron cubierta de maleza y árboles.

Los viajeros podemos llegar a la ciudadela de dos formas, tras una larga caminata por el “Camino del Inca” en un recorrido que dura al menos un día (o más, dependiendo desde dónde se parte) o tomando un bus en el cercano pueblo de “Aguas Calientes”, una pequeña población ubicada a apenas seis kilómetros y que fue nuestra elección (ahora me encuentro valorando la otra opción para una próxima vez).

Aguas Calientes, o Pueblo de Macchu Picchu, es el pintoresco  hogar de unas tres mil personas, en plena ceja de selva. De pocas cuadras de largo, está franqueado por altos cerros revestidos de verdor, atravesado por un río que se atraviesa por varios puentes separados por pocos metros y bajo un cielo cuyas nubes parecen acercarse para tocar el paisaje. Hermoso realmente. Su gente es muy amable, acostumbrados a vivir rodeados de turistas, forman un centro atiborrado de ofertas para éstos: encontramos hoteles de todos los precios, lavanderías, un sinnúmero de restaurantes (que ofrecen mayormente pizzas de todas las clases), locales de artesanías, tiendas de abarrotes, farmacias y hasta un negocio de arte con costosos cuadros de motivos Incas. Vale la pena quedarse por lo menos una noche aquí, sus pequeñas y desniveladas callecitas parecen no dormir hasta altas horas, en atención a tantos visitantes.

Desde aquí, y tras un ascenso de veinte minutos en carro por un camino sinuoso que por ratos parece alcanzar sólo el ancho de un vehículo, se llega a la entrada de Machu Picchu, en donde pululan gentes de todas las nacionalidades. Tras cruzar las puertas de ingreso, se inician varios minutos de una agitada subida a pie (a más de 3500 msnm no siempre es fácil el esfuerzo), pero aún no se llega a ver el soberbio paisaje impreso en millones de postales, sino escalones y escalones de piedras, vegetación y a la persona que está delante hasta que luego de unos quince minutos, ¡al fin!, el mágico paisaje se muestra por vez primera: Machu Picchu, su cerro hermano Huayna Picchu, y una fantástica obra de planificación urbana, diseño y construcción, de edificios, senderos, fuentes de agua y andenes, todos mimetizados con un impresionante paisaje, encerrado en su propio microcosmos.

Tras reponerme de la primera impresión de asombro, atiné a preguntarme como muchos, ¿cómo es que hicieron todo esto? Nos encontramos en un lugar de difícil acceso, entre montañas, al que se llega luego de casi reventar el motor del transporte por la escarpada subida, y sin embargo ante nuestros ojos nos saludan centenar y medio de edificaciones, hechas de pesadísimas piedras, algunas de varias toneladas, por personas que vivieron cinco siglos atrás. Uno no puede menos que quitarse el sombrero ante sus constructores, que tras casi noventa años de trabajos hicieron de éste un espacio único en el mundo, que para recorrerse, al menos por en sus partes más representativas, toma unas tres horas.

(Imposible colocar aquí todo lo visto, pero al menos hagamos un muy breve vistazo mencionando algunos de los muchos puntos interesantes)

La ciudadela se encuentra organizada en dos grandes secciones, la agrícola y la urbana. La primera se compone de decenas de andenes, enmarcados por caminos y escaleras, hoy en día ya no se usan para sembrar la papa, maíz, quinua o camote como antaño sino que permanecen cubiertos de pasto, lo que los vuelven jardines, mantenidos por los jardineros y las adornadas llamas que se alimentan allí mismo cual podadoras vivientes. Por el gran tamaño del área, se tarda uno en cruzarla, así sea sólo por los lados.

El sector urbano se encuentra separado del exterior por una entrada en donde había una puerta que podía ser bloqueada en cualquier momento, impidiendo el paso de cualquier indeseable, actualmente es un área de fotografía obligatoria. En este sector se encuentran la mayoría de las construcciones que si bien hoy no tienen techo, nos quedan los arneses que los sujetaban y prueban su existencia; las paredes son inclinadas para formar verdaderas estructuras antisísmica y las rocas de las que se componen fueron trabajadas y unidas con tal precisión que pareciesen que nada podría colarse entre sus uniones.

Aquí aparecen tres zonas o distritos, el sagrado, el del pueblo, y el de los sacerdotes y la nobleza (en donde se debió albergar el inca Pachacutec). En la zona sagrada podemos encontrar el Intihuatana, el Templo del Sol y la Plaza Sagrada:

El Intihuatana (o “donde se amarra el Sol”, en quechua) es una enorme piedra ceremonial y reloj astronómico, que los 14 de febrero al medio día no marca sombra alguna. Se dice que allí uno “puede recargar energías” extendiendo las manos hacia la enorme masa rocosa, afirmación que probé junto a otros turistas pero sin resultados en mi caso, quizá la falta de fe sea un factor determinante.

Cerca se encuentra el Templo del Sol, un majestuoso torreón blanquecino de tres paredes y varias ventanas, con forma de una gran P desde el cielo. Aquí la habilidad de los trabajadores denota manos maestras por el fino labrado de sus bloques. Fue usado para ceremonias relacionadas con el solsticio de junio, se piensa que estaba adornado de joyas. Bajo la estructura, hallamos una cueva en donde se piensa que colocaban momias.

Finalmente, resaltan en el sector urbano, La plaza Sagrada, que es un patio rectangular en donde se realizaban diferentes rituales; en torno encontramos el Templo de las Tres ventanas, formado por enormes bloques y que mira hacia el valle ubicado a sus pies y el Templo Principal, al lado de la casa del sacerdote, con un fino acabado y un altar de piedra.

Todos estos edificios y caminos empedrados o naturales parecen requerir de un mapa, lo cual no tuvimos y recomiendo llevar, una vez que la guía se marchó, permanecimos abrumados por la infinita posibilidad de recorridos que podíamos llevar a cabo, más aún cuando caminar en altura demanda muchas energías de la persona no acostumbrada.
Al salir del recinto, y verlo por última vez, no pude dejar de pensar en sus antiguos pobladores (se estima que eran entre 300 y 1000) y en el privilegio que debió ser para ellos el habitar este gran complejo. Para las aves de paso de este siglo, como nosotros, es un espacio que impregna fácilmente recuerdos y asombro, una invitación constante a regresar.

Publicado en: Vivencias y Opinión Etiquetado como: Macchu Picchu, viajes

Anotaciones desde Nueva York

16 agosto, 2010 by Giuseppe Albatrino

      El bus Washington – Nueva York puede ser una opción bastante económica si se desea viajar de madrugada y sacrificar un poco de comodidad. Nunca había viajado en uno en el cual el amable conductor durante unos cinco minutos señala cosas del tipo: “Si va a escuchar música con audífonos, que no sea muy alto el volumen. Si va a conversar con alguien, hágalo en voz baja pues nadie tiene por qué saber sus cosas. No se olvide dejar en vibrador el celular pues hay gente durmiendo”; cada mandamiento venía con justificación (mejor que en la Biblia), y creo que funcionaron.

      La ciudad de Nueva York cuenta con ocho millones de habitantes (como Lima) lo que la convierte en la más populosa urbe de los Estados Unidos. Se divide en 5 distritos: Manhattan (a donde llegamos y en donde se encuentran los enormes edificios), Bronx (al norte, cuna del Rap y la cual visitamos unas horas para comprar el fabuloso Amazon Kindle), Staten Island (al sur, sólo estuvimos unos minutos tras llegar en el ferry), Brooklyn (¿recuerdan la serie “¿Quien manda a quién?, se llega cruzando el enorme puente que cruza el Hudson) y Queens (no visitado).

      El centro de Manhattan es abrumador. Ríos de gentes y carros por doquier, sin importar los capitalinos que nos creamos, uno no puede evitar sentirse de alguna pequeña provincia al ver tal cantidad de rascacielos, uno al lado del otro, cada cual más alto o con un diseño que denota la mano de arquitectos que deseaban dejar su sello distintivo. El visitante no debe olvidar cerrar la boca, abierta por el asombro, y de … ¡traer mapas! porque estas hojitas cuestan 8 dólares en la Union Station (la central de buses y estación del metro). Para conseguir unos gratis, debimos fingir intereses en tomar esos tours en buses Gray Line con el problema que el “jalador” (sí, aquí también existen esas personas que realizan venta en la calle en lugar de una oficina) luego no lo quieran soltar a uno.

      Union Station se encuentra cerca del Times Square, la famosa esquina llena de pantallas gigantes, que a todo color van cambiando de imágenes al lado de enormes carteles (que junto a los edificios son lo único que no se mueven aquí). Son anuncios de películas, obras de teatro y marcas conocidas de gaseosas o electrónica.

      A treinta minutos caminando encontramos el Empire State, el edificio favorito de King Kong y con sus 102 pisos el más alto del mundo por casi cuarenta años; para los que se sorprenden por los nuevos y extravagantes rascacielos de Dubai, recordemos que éste fue construido en 1931 lo cual habla de la innovación que significó en su momento y por muchas décadas. El visitante puede pagar por un ticket y subir al piso 86 (o por un extra, un poco más) mediante un ascensor que en menos de dos minutos lo traslada hacia el destino casi sin que se sienta su funcionamiento. La vista es magnífica, y el precio vale la pena (aún tengo mis dudas si la torre de Pisa valió los diez euros para tres minutos en su cima), por el tiempo que uno desee puede ver la ciudad desde todas las direcciones, reconociéndose varias de sus atracciones principales y sintiéndose uno, empequeñecido desde la altura.

      Continuando con el paseo peatonal, encontramos la Biblioteca de Nueva York, famosa por “El día después de mañana” y porque mi héroe, el astrónomo Carl Sagan, hizo algunas tomas desde el lugar. El Bryan Park también está cerca a la Biblioteca, de aproximadamente un par de cuadras de ancho y rodeado por gigantes construcciones por los cuatro lados, es un lugar en donde músicos muestran su espectáculo o incluso actores de Broadway muestran segmentos de sus obras “en cartelera”; uno puede encontrar una silla y sentarse a disfrutar.

      Como toda gran ciudad que se precie de serlo, cuenta con muchos museos, en particular disfruté el Museum of Modern Art (MoMA), en donde pude encontrar a la única, la favorita, la especial…(redoble de tambores aquí) Noche Estrellada de Van Gogh, la cual es una pequeña obsesión que he comentado anteriormente en este blog. Se puede ver “Los tres músicos” de Picasso, “El Sueño” de Rousseau y obras de Andy Warhol, famoso por su pintura de Marilyn y la Lata de tomate (Campbell’s Soup)… que confieso no me parecieron tan especiales.


      No podía faltar el caminar por el Central Park, una gigantesca área verde de varios kilómetros cuadrados, que incluyen lagunas, árboles, hermosas esculturas, bancas, animales silvestres, puentes y senderos que lo hacen olvidar a uno que se encuentra en medio de una metrópoli increíblemente agitada y que invita a cuestionarse al foráneo: “¿no es estupendo cómo algunas autoridades históricamente han planificado el crecimiento de su ciudad?”

      Siendo una ciudad tan filmada en películas y series, es difícil no seguir encontrando familiaridad con el puente Brooklyn, el Metropolitan Museum of Art, el Madison Square Garden, Macy’s o el Chrysler building, la Estación Central o Wall Street. En este último, se encuentra un enorme toro de bronce junto al cual los turistas pugnamos por tomarnos fotos, dicen para la buena suerte, pero me preguntaba: “¿no fue aquí en donde empezó la enorme crisis financiera mundial?”… igual obtuve mi foto. Evidentemente estaban ausentes las torres gemelas y en su lugar se halla una enorme zona de construcción donde ya no hay mucho qué fotografiar pues se encuentra totalmente cercada.

      En metro se puede llegar a la costa sur de la isla y al Battery Park, en donde encontramos los monumentos a los caídos en Vietnam, a la guardia costera y a la guerra de Corea, este último llamado “The Universal Soldier” se emplazó de tal manera que una vez al año, a cierta hora y día que rememora el armisticio, el sol brilla a través de la cabeza del soldado e ilumina la placa conmemorativa. Un excelente detalle astronómico. Desde allí se puede llegar a la Estatua de la Libertad o verla tomando el ferry a Staten Island; si bien esta dama ha sido símbolo de bienvenida para los miles de migrantes que llegaban en barco a los Estados Unidos me pareció un tanto pequeña, quizá nos hemos acostumbrado a verla por fotos que la magnifican.

      No podríamos tachar a la gente de particularmente amable sino, me atrevería a decir, indiferente. Sin embargo, una vez al mes, por distintos lugares de la gran manzana cierran varias cuadras y hacen una Feria Callejera en donde podemos encontrar bisuteria, CDs de música reggae, polos, gorras, lentes, comida mexicana y de tantos países que recuerdan lo cosmopolita de sus orígenes.

      Antes de partir, hubiera sido muy penoso despedir la ciudad sin ver una obra de Broadway, la elegida fue «Next to Normal», un magnífico musical de interesante historia del cual todos salimos muy contentos, nos recordó que no sólo estábamos de visita en una densa ciudad, sede de importantes instituciones sino también en un epicentro cultural.

      Imposible no esbozar una sonrisa de satisfacción en el nocturno bus de regreso.

Publicado en: Vivencias y Opinión Etiquetado como: Estados Unidos, viajes

Anotaciones desde Paris

22 octubre, 2009 by Giuseppe Albatrino

      Luego del marcado frío de Berlín y tras catorce horas de tren nocturno, se llegó a Paris, que parecía dar la bienvenida al visitante con un clima menos hostil que su contraparte alemana. La primera impresión, partiendo de la estación Gare de l’Est, es que nos encontramos de vuelta en el mundo latino, de calles no siempre limpias, gente pidiendo dinero, cuadras que cambian de nombre sin previo aviso y cierta flexibilidad a la hora de cruzar las pistas; a diferencia de la ciudad anterior, la cuna de De Gaulle y Voltaire, no tuvo que ser reconstruida desde sus cimientos tras la Segunda Guerra Mundial, por lo que su centro histórico permanece antiguo y muchos monumentos centenarios aún de pie.
      Si bien buena parte de Europa, al menos en esta época de año, viste ropa gris, negra o de tonos cercanos a éstos, la gente cambia de lugar en lugar; aquí existe una importante cantidad de personas de color y asiáticas, lejos quedan la homogeneidad germana y sus rascacielos humanos. Existe una amabilidad general en las calles, pero para muchos negocios, el cliente que habla en inglés o en español no encontrará mayor ayuda que la que encontraría un hombre invisible y sin voz…esto, a pesar que los precios que ofrecen son extraordinariamente altos (por ejemplo una coca cola que cuesta 1 euro en Berlín o Roma, aquí es etiquetada en 1.7 euros). De allí que la mejor estrategia para ahorrar, sea la de comprar comida en el supermercado y cocinarla en el hostess.
      A la mayoría de sitios por los cuales es principalmente conocida Paris, se llega a pie o en metro en pocos minutos; entre ellos podemos mencionar algunos:

El puente nuevo. Que no es tan nuevo en realidad. Fue inaugurado en 1607, es el más antiguo de los que atraviesan el río Senna. En los lados del exterior cuelgan como un centenar de cabezas de piedra, son los rostros de los amigos de un rey que asistieron a una fiesta, quién pidió primero que los retrataran y que luego los vuelvan esculturas, creando lo que hoy sería, la primera expresión Facebook de la época.

El puente nuevo, con los rostros de los amigos del rey

La catedral de Notre Dame. Conocida por figurar en los miserables de Victor Hugo y por el famoso Jorobado que lleva su nombre. De estilo gótico, se construyó entre 1163 y 1345, la tardanza se debió a la inclusión de columnas externas, que dejan espacio más libre para el interior del templo. Aquí se coronó a Napoleón Bonaparte y beatificó a Juana de Arco.

El arco del Triunfo, en realidad hay varios arcos en los alrededores, pero el más grande se encuentra por los campos Eliseos. El modesto de Napoleón, ordenó construirlo para poner en él los nombres de sus batallas victoriosas. Bajo él, se encuentra la llama permanente, que simboliza a los soldados desconocidos muertos por Francia.

La plaza de la Concordia y su Obelisco. Este último es egipcio, de Luxor, recibido como regalo en 1831. (En Roma hay otros semejantes, de mismo origen faraónico)

Torre Eiffel. El más reconocible símbolo francés, construido en 1887 para ser mostrado en una feria mundial, deberían haberlo desarmado en 1900, pero se quedó más tiempo dado que le encontraron uso para colocarle antenas de radio. Se le puede ver desde casi todas las calles del centro, hoy es casi imposible imaginar el rostro de Paris, sin tamaña creación.

Torre Eiffel de noche

Y por supuesto, ¡el Museo de Louvre!. Al lado de aquellas pirámides de vidrio construidas en la era de Miterrand, que desagradan a la mayoría de parisinos, figura uno de los museos más grandes del mundo; se dice que si uno tomase medio minuto para ver cada pieza de su catálogo, y no comiese ni descansase hasta terminar la empresa, tardaría treinta y dos días en efectuar la revisión completa. Una de las mejores comodidades de este lugar sobre otros, es que ¡se permite tomar fotografías! (sin flash), lo cual significa que en el momento en que alguna obra nos llama la atención de manera significativa, podemos capturarla en digital para volver a ella luego o informarnos más.
Presenta antigüedades egipcias, griegas, pinturas del renacimiento, arte medieval… entre sus estrellas se encuentra la que seguramente es la dama más fotografiada de la historia y que cuenta con al menos tres guardaespaldas puestos de pie, permanentemente a su lado: la Mona Lisa (es curioso notar que, a pesar de que ha sido un millón de veces reproducida, todos queremos nuestra propia foto de ella) También se encuentra la no menos famosa Venus de Milo.

La mona Lisa

      Un poco más lejos, a 40 minutos del centro, hallamos el Palacio de Versalles, cuya fastuosidad nos hace entender lo que significa “vivir a cuerpo de rey” y explica porqué el pueblo ignorado se reveló ante el poder que ostentaba una riqueza extravagante. Aquí, los salones están ricamente adornados, en paredes y techos, con pinturas y esculturas. El arte estaba al servicio de la monarquía, por ejemplo, en infinidad de cuadros figura el rey Luis XIV (el rey Sol) en “el centro de la foto”. De las estancias en que se divide, la más conocida es seguramente, la Galería de los Espejos, la cual uno tarda varios minutos en atravesarla, en ella, rodeados de lujo, candelabros (¡y espejos!), la corte realizaba sus fiestas y bailes.
En lo personal, más que el interior del gigantesco palacio, me llamó la atención el conjunto de fabulosos jardines que lo rodean (estando en el otoño boreal, supongo que sería aún mejor en el primavera), que se extienden por cientos de metros, al lado de los verdes senderos y laberintos, contiene fuentes adornadas por personajes mitológicos.
Para los que disfrutan de las cifras, les comento que según la literatura del lugar, el dominio costó construirlo 80 millones de libras y el presupuesto anual del estado fue, en un año, de 60 millones de libras.

Detrás mío, uno de los bellísimos jardines de Versalles

      Sin lugar a dudas, en París abundan los lugares para visitar y quedarse, pero los días de lluvia que están empezando, parecen indicar que ya es hora de regresar a casa.

Publicado en: Vivencias y Opinión Etiquetado como: Europa, Francia, paseos, Torre Eiffel, turismo, viajes

Anotaciones desde Berlín

20 octubre, 2009 by Giuseppe Albatrino

Al llegar a la estación de tren de Berlín, el visitante es recibido por un moderno y gran edificio de cristal y vidrio, de cuatro pisos de alto, en donde encontramos una multitud de locales (panaderías, cafés, tiendas de ropa, revistas) y servicios; es clara la diferencia con sus equivalentes de otras ciudades importantes (Milán, Roma, Amsterdam, Praga, Viena,…), aquí hacen honor al hecho de que los alemanes son la tercera economía más grande del mundo.

Dado que la ciudad entera fue prácticamente arrasada durante la Segunda Guerra Mundial, por los bombardeos aliados, lo que encontramos es una ciudad nueva, llena de edificios y calles contemporáneas, así como abundantes parques y áreas verdes; súmese a esto el hecho de que sus ciudadanos son sumamente ordenados y limpios y tendremos un lugar muy agradable.
Berlín lleva consigo un pasado muy complejo y marcado, que incluye la barbarie nazi y el de ser un frente de batalla entre oriente y occidente durante la guerra fría, todo lo cual se ve reflejado en sus calles, en donde los memoriales, monumentos y reconocimientos están esparcidos en el horizonte. Por ejemplo, no muy lejos de la estación de llegada, encontramos el Memorial a los judíos muertos en el holocausto, el cual consiste en 2711 bloques rectangulares:

A pocos metros de éste, hallamos el memorial a los homosexuales perseguidos y asesinados durante la era de Hitler. Al observar por la pequeña ventana del mismo, se puede ver un video de dos hombres besándose (el lesbianismo no fue tan acosado y sancionado):

Cerca, encontramos la Postdamer Platz, con un pedazo de aquella muralla que dividía la ciudad en dos y de la cual queda muy poco hoy en día:

Sin embargo, no todo se relaciona con necesarios mea culpas sino que el turista puede también encontrar lugares famosos como la puerta de Brandemburgo cuyo acceso paso central estaba cerrado al pueblo hasta la primera guerra mundial; hoy en día se puede ver en ella «parches «y arreglos que ocultan los daños que sufrio durante ambas guerras mundiales. Aquí una foto nocturna que pude tomarle:

El parlamento, incendiado en los inicios de la dictadura nazi, es hoy un edificio reconstruido y de libre acceso (previo detector de metales) en donde el nuevo siglo parece ser representado mediante una impresionante cúpula que se encuentra en el piso superior:

Como toda ciudad importante, cuenta con iglesias antiguas, como la del Domo (en la fotografía, también puede verse a la derecha la estación de televisión de la Alexander Platz), allí supuestos refugiados serbios piden dinero en todos los idiomas posibles.


No podían faltar toda clase de museos y exhibiciones: ya sea de la guerra fría (Checkpoint Charlie), la policía secreta, el pasado nazi (como la muestra «Topografía del terror», la historia de los Kaisers o los de arte, por ejemplo, cuentan con una muestra permanente de Dalí en donde uno puede constatar que el hombre estaba genialmente loco.
La gente es sumamente amable y siempre dispuesta a ayudar; todos parecen coexistir en paz entre un presente desarrollado y un pasado lleno de cicatrices que las calles no dejan de señalar.

PS: Cabe resaltar que a apenas una hora en metro se llega a Potsdam, una linda ciudad llena de jardines, campos y palacios de la cual espero postear próximamente.

Publicado en: Vivencias y Opinión Etiquetado como: Alemania, Brandenburgo, Europa, paseos, turismo, viajes

Anotaciones desde Praga

15 octubre, 2009 by Giuseppe Albatrino

       Tras cuatro horas y media en tren desde Viena, se llega a Praga. Si bien la primera impresión de la terminal no fue muy halagüeña (grafitis en las paredes, una lengua totalmente desconocida y una moneda distinta al euro), con poco más de un millón de habitantes, ésta es una ciudad muy bonita que amerita al menos dos días para conocer sus principales lugares.

       El clima fue por momentos bastante frío, por primera vez recordé el que experimenté en Amsterdam dos años atrás, en el cual al sólo quitarme los guantes me dolía la mano con el viento que se llevaba todo el calor; pero por otros ratos, salía el sol y me bastaba con la chompa delgada que llevaba puesta. Así mismo, llovía por ratos y algunos paraguas se deformaban por el aire.

       El recorrido por la ciudad puede realizarse por medio del metro o tranvía, como en las demás capitales europeas, basta con comprar un ticket para todo el día, y uno cuenta con plena libertad de movimiento en ambos tipos de transportes, el control que le dan al uso del boleto es casi inexistente, en esta parte del mundo parecen confiar en la gente.

       De los varios sitios visitados, aprovecho en comentarles algunos (espero luego poder ampliar el post, por motivo de tiempo coloco unos cuantos):

• El puente Charles, una construcción que inició en 1357 y terminó en 1402, a ambos extremos del mismo encontramos dos torres, y su recorrido se ve franqueado a ambos lados por estatuas con representaciones cristianas del siglo XVIII. Aquí encontramos puestos de artistas que venden acuarelas y dibujos a carboncillo con temas del puente, la ciudad o estrellas de Hollywood o la música (Stallone, Seagal, Jolie y hasta Mark Anthony). La vista es muy bonita y desde allí tome la siguiente foto del río Moldava (se pueden contratar paseos en bote, que duran unos 50 minutos)

• Castillo de Praga, realmente impresionante, fundado en el siglo IX incluye los llamados “Jardines del paraíso” y la catedral de St. Vitus a la cual se puede acceder gratuitamente (a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los templos famosos de la Toscana) y en donde el interior es iluminado por bellísimos vitrales.


La siguiente foto del horizonte, la pude tomar desde uno de los miradores del castillo:

       También se puede ver el Reloj Astronómico (de principios del siglo XV, en donde representaciones de los doce apóstoles aparecen cada cuatro horas), la Catedral, la Torre Powder.

       En las calles, llama la atención un tipo de artesanía propia de aquí, las marionetas checas, son trabajadísimas obras hechas en madera, y que pueden costar más de 300 euros; con infinito detalle muestran personajes del lugar u otros contemporáneos como Harry Potter o el presidente Barack Obama. Impresionantes.

      Me alegra de haber conocido un poco más de Praga, la cual hasta hace unos días únicamente asociaba con el escritor Kafka, la magnífica película Amadeus (allí filmada) y con algunas escenas de la saga de Jason Bourne; realmente es un lugar muy bonito, económico (en comparación al resto de países), acogedor (a pesar del clima) e incluso más bonita que Viena (en mi humilde opinión).

Siguiente parada, Berlín.

Publicado en: Vivencias y Opinión Etiquetado como: Castillo, Castillo de Praga, Europa, paseos, Praga, República Checa, viajes

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