El bus Washington – Nueva York puede ser una opción bastante económica si se desea viajar de madrugada y sacrificar un poco de comodidad. Nunca había viajado en uno en el cual el amable conductor durante unos cinco minutos señala cosas del tipo: “Si va a escuchar música con audífonos, que no sea muy alto el volumen. Si va a conversar con alguien, hágalo en voz baja pues nadie tiene por qué saber sus cosas. No se olvide dejar en vibrador el celular pues hay gente durmiendo”; cada mandamiento venía con justificación (mejor que en la Biblia), y creo que funcionaron.
La ciudad de Nueva York cuenta con ocho millones de habitantes (como Lima) lo que la convierte en la más populosa urbe de los Estados Unidos. Se divide en 5 distritos: Manhattan (a donde llegamos y en donde se encuentran los enormes edificios), Bronx (al norte, cuna del Rap y la cual visitamos unas horas para comprar el fabuloso Amazon Kindle), Staten Island (al sur, sólo estuvimos unos minutos tras llegar en el ferry), Brooklyn (¿recuerdan la serie “¿Quien manda a quién?, se llega cruzando el enorme puente que cruza el Hudson) y Queens (no visitado).
El centro de Manhattan es abrumador. Ríos de gentes y carros por doquier, sin importar los capitalinos que nos creamos, uno no puede evitar sentirse de alguna pequeña provincia al ver tal cantidad de rascacielos, uno al lado del otro, cada cual más alto o con un diseño que denota la mano de arquitectos que deseaban dejar su sello distintivo. El visitante no debe olvidar cerrar la boca, abierta por el asombro, y de … ¡traer mapas! porque estas hojitas cuestan 8 dólares en la Union Station (la central de buses y estación del metro). Para conseguir unos gratis, debimos fingir intereses en tomar esos tours en buses Gray Line con el problema que el “jalador” (sí, aquí también existen esas personas que realizan venta en la calle en lugar de una oficina) luego no lo quieran soltar a uno.
Union Station se encuentra cerca del Times Square, la famosa esquina llena de pantallas gigantes, que a todo color van cambiando de imágenes al lado de enormes carteles (que junto a los edificios son lo único que no se mueven aquí). Son anuncios de películas, obras de teatro y marcas conocidas de gaseosas o electrónica.
A treinta minutos caminando encontramos el Empire State, el edificio favorito de King Kong y con sus 102 pisos el más alto del mundo por casi cuarenta años; para los que se sorprenden por los nuevos y extravagantes rascacielos de Dubai, recordemos que éste fue construido en 1931 lo cual habla de la innovación que significó en su momento y por muchas décadas. El visitante puede pagar por un ticket y subir al piso 86 (o por un extra, un poco más) mediante un ascensor que en menos de dos minutos lo traslada hacia el destino casi sin que se sienta su funcionamiento. La vista es magnífica, y el precio vale la pena (aún tengo mis dudas si la torre de Pisa valió los diez euros para tres minutos en su cima), por el tiempo que uno desee puede ver la ciudad desde todas las direcciones, reconociéndose varias de sus atracciones principales y sintiéndose uno, empequeñecido desde la altura.
Continuando con el paseo peatonal, encontramos la Biblioteca de Nueva York, famosa por “El día después de mañana” y porque mi héroe, el astrónomo Carl Sagan, hizo algunas tomas desde el lugar. El Bryan Park también está cerca a la Biblioteca, de aproximadamente un par de cuadras de ancho y rodeado por gigantes construcciones por los cuatro lados, es un lugar en donde músicos muestran su espectáculo o incluso actores de Broadway muestran segmentos de sus obras “en cartelera”; uno puede encontrar una silla y sentarse a disfrutar.
Como toda gran ciudad que se precie de serlo, cuenta con muchos museos, en particular disfruté el Museum of Modern Art (MoMA), en donde pude encontrar a la única, la favorita, la especial…(redoble de tambores aquí) Noche Estrellada de Van Gogh, la cual es una pequeña obsesión que he comentado anteriormente en este blog. Se puede ver “Los tres músicos” de Picasso, “El Sueño” de Rousseau y obras de Andy Warhol, famoso por su pintura de Marilyn y la Lata de tomate (Campbell’s Soup)… que confieso no me parecieron tan especiales.
No podía faltar el caminar por el Central Park, una gigantesca área verde de varios kilómetros cuadrados, que incluyen lagunas, árboles, hermosas esculturas, bancas, animales silvestres, puentes y senderos que lo hacen olvidar a uno que se encuentra en medio de una metrópoli increíblemente agitada y que invita a cuestionarse al foráneo: “¿no es estupendo cómo algunas autoridades históricamente han planificado el crecimiento de su ciudad?”
Siendo una ciudad tan filmada en películas y series, es difícil no seguir encontrando familiaridad con el puente Brooklyn, el Metropolitan Museum of Art, el Madison Square Garden, Macy’s o el Chrysler building, la Estación Central o Wall Street. En este último, se encuentra un enorme toro de bronce junto al cual los turistas pugnamos por tomarnos fotos, dicen para la buena suerte, pero me preguntaba: “¿no fue aquí en donde empezó la enorme crisis financiera mundial?”… igual obtuve mi foto. Evidentemente estaban ausentes las torres gemelas y en su lugar se halla una enorme zona de construcción donde ya no hay mucho qué fotografiar pues se encuentra totalmente cercada.
En metro se puede llegar a la costa sur de la isla y al Battery Park, en donde encontramos los monumentos a los caídos en Vietnam, a la guardia costera y a la guerra de Corea, este último llamado “The Universal Soldier” se emplazó de tal manera que una vez al año, a cierta hora y día que rememora el armisticio, el sol brilla a través de la cabeza del soldado e ilumina la placa conmemorativa. Un excelente detalle astronómico. Desde allí se puede llegar a la Estatua de la Libertad o verla tomando el ferry a Staten Island; si bien esta dama ha sido símbolo de bienvenida para los miles de migrantes que llegaban en barco a los Estados Unidos me pareció un tanto pequeña, quizá nos hemos acostumbrado a verla por fotos que la magnifican.
No podríamos tachar a la gente de particularmente amable sino, me atrevería a decir, indiferente. Sin embargo, una vez al mes, por distintos lugares de la gran manzana cierran varias cuadras y hacen una Feria Callejera en donde podemos encontrar bisuteria, CDs de música reggae, polos, gorras, lentes, comida mexicana y de tantos países que recuerdan lo cosmopolita de sus orígenes.
Antes de partir, hubiera sido muy penoso despedir la ciudad sin ver una obra de Broadway, la elegida fue «Next to Normal», un magnífico musical de interesante historia del cual todos salimos muy contentos, nos recordó que no sólo estábamos de visita en una densa ciudad, sede de importantes instituciones sino también en un epicentro cultural.
Imposible no esbozar una sonrisa de satisfacción en el nocturno bus de regreso.
Caarmen Aza dice
New York merece la pena conocerla. cuando fuí me pareció que la gente vive muy estresada todos caminando muy de prisa. me gusta como has descrito los lugares donde has estado ya me había olvidado de algunos.
que tenga una feliz vida como dice Ghandi en una de sus oraciones.
Giuseppe Albatrino dice
Hola Carmen, me alegra haberte ayudado a recordar tu viaje (recordar es volver a vivir, ¿no?). Gracias por el lindo deseo, eso me propongo cada día 🙂
Erlinda dice
Hola Giussepe!! cuenta cuanto te costo la visita en el Empire? y algunos costos como el pan o el desayuno please.
Giuseppe Albatrino dice
Hola Erolinda, como estas? A ver, el Empire State cuesta 20 dolares (igual que una entrada al Museo) pero vale la pena. Usualmente los restaurantes son caros, pero hay una cadena llamada «Europa Cafe» en la que encuentras un rico almuerzo a 9 dolares. Cualquier cosa me escribes a galbatrino@gmail.com . Saludos!