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Giuseppe Albatrino

Amante de la creatividad. Ingeniero.

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Estados Unidos

Anotaciones desde Nueva York

16 agosto, 2010

      El bus Washington – Nueva York puede ser una opción bastante económica si se desea viajar de madrugada y sacrificar un poco de comodidad. Nunca había viajado en uno en el cual el amable conductor durante unos cinco minutos señala cosas del tipo: “Si va a escuchar música con audífonos, que no sea muy alto el volumen. Si va a conversar con alguien, hágalo en voz baja pues nadie tiene por qué saber sus cosas. No se olvide dejar en vibrador el celular pues hay gente durmiendo”; cada mandamiento venía con justificación (mejor que en la Biblia), y creo que funcionaron.

      La ciudad de Nueva York cuenta con ocho millones de habitantes (como Lima) lo que la convierte en la más populosa urbe de los Estados Unidos. Se divide en 5 distritos: Manhattan (a donde llegamos y en donde se encuentran los enormes edificios), Bronx (al norte, cuna del Rap y la cual visitamos unas horas para comprar el fabuloso Amazon Kindle), Staten Island (al sur, sólo estuvimos unos minutos tras llegar en el ferry), Brooklyn (¿recuerdan la serie “¿Quien manda a quién?, se llega cruzando el enorme puente que cruza el Hudson) y Queens (no visitado).

      El centro de Manhattan es abrumador. Ríos de gentes y carros por doquier, sin importar los capitalinos que nos creamos, uno no puede evitar sentirse de alguna pequeña provincia al ver tal cantidad de rascacielos, uno al lado del otro, cada cual más alto o con un diseño que denota la mano de arquitectos que deseaban dejar su sello distintivo. El visitante no debe olvidar cerrar la boca, abierta por el asombro, y de … ¡traer mapas! porque estas hojitas cuestan 8 dólares en la Union Station (la central de buses y estación del metro). Para conseguir unos gratis, debimos fingir intereses en tomar esos tours en buses Gray Line con el problema que el “jalador” (sí, aquí también existen esas personas que realizan venta en la calle en lugar de una oficina) luego no lo quieran soltar a uno.

      Union Station se encuentra cerca del Times Square, la famosa esquina llena de pantallas gigantes, que a todo color van cambiando de imágenes al lado de enormes carteles (que junto a los edificios son lo único que no se mueven aquí). Son anuncios de películas, obras de teatro y marcas conocidas de gaseosas o electrónica.

      A treinta minutos caminando encontramos el Empire State, el edificio favorito de King Kong y con sus 102 pisos el más alto del mundo por casi cuarenta años; para los que se sorprenden por los nuevos y extravagantes rascacielos de Dubai, recordemos que éste fue construido en 1931 lo cual habla de la innovación que significó en su momento y por muchas décadas. El visitante puede pagar por un ticket y subir al piso 86 (o por un extra, un poco más) mediante un ascensor que en menos de dos minutos lo traslada hacia el destino casi sin que se sienta su funcionamiento. La vista es magnífica, y el precio vale la pena (aún tengo mis dudas si la torre de Pisa valió los diez euros para tres minutos en su cima), por el tiempo que uno desee puede ver la ciudad desde todas las direcciones, reconociéndose varias de sus atracciones principales y sintiéndose uno, empequeñecido desde la altura.

      Continuando con el paseo peatonal, encontramos la Biblioteca de Nueva York, famosa por “El día después de mañana” y porque mi héroe, el astrónomo Carl Sagan, hizo algunas tomas desde el lugar. El Bryan Park también está cerca a la Biblioteca, de aproximadamente un par de cuadras de ancho y rodeado por gigantes construcciones por los cuatro lados, es un lugar en donde músicos muestran su espectáculo o incluso actores de Broadway muestran segmentos de sus obras “en cartelera”; uno puede encontrar una silla y sentarse a disfrutar.

      Como toda gran ciudad que se precie de serlo, cuenta con muchos museos, en particular disfruté el Museum of Modern Art (MoMA), en donde pude encontrar a la única, la favorita, la especial…(redoble de tambores aquí) Noche Estrellada de Van Gogh, la cual es una pequeña obsesión que he comentado anteriormente en este blog. Se puede ver “Los tres músicos” de Picasso, “El Sueño” de Rousseau y obras de Andy Warhol, famoso por su pintura de Marilyn y la Lata de tomate (Campbell’s Soup)… que confieso no me parecieron tan especiales.


      No podía faltar el caminar por el Central Park, una gigantesca área verde de varios kilómetros cuadrados, que incluyen lagunas, árboles, hermosas esculturas, bancas, animales silvestres, puentes y senderos que lo hacen olvidar a uno que se encuentra en medio de una metrópoli increíblemente agitada y que invita a cuestionarse al foráneo: “¿no es estupendo cómo algunas autoridades históricamente han planificado el crecimiento de su ciudad?”

      Siendo una ciudad tan filmada en películas y series, es difícil no seguir encontrando familiaridad con el puente Brooklyn, el Metropolitan Museum of Art, el Madison Square Garden, Macy’s o el Chrysler building, la Estación Central o Wall Street. En este último, se encuentra un enorme toro de bronce junto al cual los turistas pugnamos por tomarnos fotos, dicen para la buena suerte, pero me preguntaba: “¿no fue aquí en donde empezó la enorme crisis financiera mundial?”… igual obtuve mi foto. Evidentemente estaban ausentes las torres gemelas y en su lugar se halla una enorme zona de construcción donde ya no hay mucho qué fotografiar pues se encuentra totalmente cercada.

      En metro se puede llegar a la costa sur de la isla y al Battery Park, en donde encontramos los monumentos a los caídos en Vietnam, a la guardia costera y a la guerra de Corea, este último llamado “The Universal Soldier” se emplazó de tal manera que una vez al año, a cierta hora y día que rememora el armisticio, el sol brilla a través de la cabeza del soldado e ilumina la placa conmemorativa. Un excelente detalle astronómico. Desde allí se puede llegar a la Estatua de la Libertad o verla tomando el ferry a Staten Island; si bien esta dama ha sido símbolo de bienvenida para los miles de migrantes que llegaban en barco a los Estados Unidos me pareció un tanto pequeña, quizá nos hemos acostumbrado a verla por fotos que la magnifican.

      No podríamos tachar a la gente de particularmente amable sino, me atrevería a decir, indiferente. Sin embargo, una vez al mes, por distintos lugares de la gran manzana cierran varias cuadras y hacen una Feria Callejera en donde podemos encontrar bisuteria, CDs de música reggae, polos, gorras, lentes, comida mexicana y de tantos países que recuerdan lo cosmopolita de sus orígenes.

      Antes de partir, hubiera sido muy penoso despedir la ciudad sin ver una obra de Broadway, la elegida fue «Next to Normal», un magnífico musical de interesante historia del cual todos salimos muy contentos, nos recordó que no sólo estábamos de visita en una densa ciudad, sede de importantes instituciones sino también en un epicentro cultural.

      Imposible no esbozar una sonrisa de satisfacción en el nocturno bus de regreso.

Secciones: Vivencias y Opinión Etiquetas: Estados Unidos, viajes

Anotaciones desde Washington, DC

9 agosto, 2010

      Estados Unidos tiene una forma curiosa de recibir al visitante: con una larga cola que toma tres horas recorrerla, seguramente el cartel de bienvenida colgado debe ser un vestigio previo al 11 de Setiembre en que inmigraciones era más amigable.  En todo caso, lo único bueno del ejercicio que encontré a regañadientes fue poder ver en una misma línea a gente provenientes de todas partes del mundo (indios, musulmanes, europeos, sur americanos), a muchas razas, culturas y vestimentas que me recordaron lo diverso y variado de la condición humana.

      Tras salir del Aeropuerto Dulles, un taxi nos llevó al centro de la capital de la nación más poderosa (y endeudada) del planeta.  Actualmente no existe metro que haga el recorrido, pero se espera que en dos años se concluya con el que están construyendo (ojala no pidan asesoría al alcalde de Lima), así que el recorrido de casi una hora se hace por la superficie, una oportunidad para ver las enormes áreas verdes que rodean las autopistas con vehículos provenientes en buena parte de Japón, Europa y China. Por la ventanilla aparecen los edificios de importantes empresas de las que reconocí las del sector aeronáutico (Northrop Grumman Airbus), servicios e informática (Computer Associates Oracle).

      Con apenas seiscientos mil habitantes, es una ciudad pequeña, limpia y ordenada.  Planificada desde su fundación, lo cual se nota en la disposición tan lógica y expresiva de sus principales monumentos cuyos rostros se miran entren sí.  La gente es sumamente amable y educada (aunque en ningún lugar he visto tantos lectores de libros como en Madrid), tampoco faltan los sin-techo, personas que duermen en la calle, tan sólo en un lugar me pidieron dinero. Así mismo, parecería que un quinto de la población se desplaza con audífonos y un tercio tiene un notorio problema de sobrepeso…  y que el iphone es el celular estándar de la ciudad.

      El hotel quedaba a 30 minutos a pie del monumento a Washington, un enorme obelisco de 170 metros de altura terminado en 1884, probablemente el lugar más alto de la ciudad; curiosamente, al ser igual desde sus cuatro lados, no nos sirvió de mayor punto de referencia y supongo que sería criminal sugerir que pinten números en sus costados para servir al pobre turista desorientado que no cuente con brújula.  Aunque confieso que lo bueno de perderse, o haber tomado un bus equivocado,  es que se conocen lugares no programados.

Partiendo del Obelisco hacia el Este, encontramos el Capitolio o parlamento norteamericano, para llegar a él se atraviesa el National Mall, un sendero arbolado de un kilómetro y medio de largo  y una cuadra de ancho.  A sus lados se encuentran una serie de edificios importantes y maravillosos museos cuyas entradas son… ¡gratis! Muchos de ellos, así como diversos edificios federales, tienen un estilo tomado de Grecia antigua (estilo jónico).  Tuvimos oportunidad de visitar algunos, de los que destaco:

La Galería Nacional de Arte (National Gallery of Art).

Dividida en dos edificios, en ella se pueden encontrar pinturas y esculturas desde la edad media hasta nuestros días. Para los apurados o con tiempo limitado, el museo ofrece unas guías impresas tituladas “¿Menos de una hora?” lo cual nunca había visto antes, pero que en realidad pueden servir como forma de encontrar las piezas más relevantes del lugar.

Es un lugar bastante grande y espacioso, sentí que a diferencia de algunos atiborrados museos europeos, aquí había mucha mayor libertad de desplazamiento y espacio para contemplar. Existe la posibilidad de tomar fotos sin flash, fue un encanto por que luego se pueden revisitar las obras; entre ellas se encuentran la casta y seria “Ginevra” del gran Leonardo,”Virgen de la Casa del Alba” de Rafael (en ella me parece raro que Jesús de niño mire apaciblemente a la cruz) y maestros florentinos (¡nos volvemos a ver!).  Vale la pena visitarla. En lo personal, una de mis muchas favoritas fue “La Lectora” de Jean-Honoré Fragonard.

Cabe destacar que en el medio del segundo piso del recinto, existe una impresionante cúpula, copia de la que se halla en el Panteón en Roma, y que como éste, es imposible atrapar en una fotografía.

Museo Nacional de Historia Natural (National Museum of Natural History).

Nunca había visto un dinosaurio en persona, sus restos quiero decir, ni pensé que colecciones de huesos y restos geológicos serían interesantes  pero aquí sí es posible.  El primer museo de historia natural que he visitado pone la valla muy alta para los que han de venir, por su dinamismo, interactividad y la manera lúdica en que presentan la evolución o la vida millones de años atrás. No puedo creer que alguien salga de este edificio pensando que la tierra tiene miles de años, la biblia es literal y que el hombre apareció de la nada.

Museo de Historia Americana (National Museum of American History)

Bastante interesante e interactivo, si bien es cierto son una nación “nueva”, aquí podemos repasar su historia desde la fundación pasando por sus numerosas guerras. Disfrute la galería de la historia de transporte (terrestre y marítimo) y la dedicada a la cultura popular, en donde pude conocer…¡La chamarra de Fonzie! (sí, el de los Días Felices), que aunque no lo crean, es uno de los lugares con mayores colas de la exposición.

Museo del Aire y del Espacio (Air and Space Museus)

Dirigido en su momento por uno de mis astronautas favoritos (Michael Collins) es el Hangar de la nación.  Asistir a este lugar ha sido casi un acto de peregrinaje de mi parte, de lo cual pueden conocer más en este post.

Al final del Mall se encuentra el antes mencionado Capitolio, rodeado de turistas y una linda vista. Comprendí por qué le llaman “the hill” (la colina) en las revistas, está en un plano elevado. Es un lugar muy tranquilo, y a pesar que pareciese que nadie estuviese dentro, no debí haber preguntado al amable policía “¿en donde trabajan?”

Cerca de esta zona, queda la estación central de trenes y buses, “Union Station”, cuenta con varios pisos para que la gente realice sus compras (incluso un Barnes & Nobles) y un enorme patio de comidas en el sótano con precios asequibles.

Partiendo del Obelisco hacia el Norte, y tras otra larga caminata se encuentra la residencia de Barack Obama y de sus predecesores desde el año 1800. En un inicio los guardias del techo con sus binoculares y las patrullas en la calle colocadas en el frontis pueden parecer intimidantes, pero los numerosos turistas que siempre pululan se encuentran con oficiales amables que le explican a uno que 1) si quieres entrar, debes tramitar el acceso con tres meses de anticipación en tu embajada y que 2) a las 11 de la noche apagan las luces que la iluminan, así que no te sientas mal si por llegar tarde no salió la foto nocturna que tenías programada con antelación.

En su momento nos cruzamos con la caravana presidencial y luego vimos al helicóptero presidencial (Marine One) en las cercanías. Interesante caer en cuenta que desde ese lugar han tomado y se toman decisiones tan trascendentes para el resto del mundo.

Partiendo del Obelisco hacia el Oeste, se encuentra el Memorial a Lincoln.  Realmente impresionante por sus dimensiones y significado: consiste en un enorme templo blanco, con columnas a todos sus lados, en medio de él se yergue sobre un pedestal de tres metros de altura, la figura del presidente esculpida en mármol, sentado mirando al Capitolio. De la cabeza a los pies hay casi seis metros de altura y 159 toneladas de materiales empleados.

Me parece destacable que una nación cuente con figuras históricas tan respetadas que las congregue (aproximadamente tres millones de personas vienen aquí anualmente).

Entre el obelisco y el memorial, se encuentran tres importantes monumentos dedicados a tres guerras pasadas: la de Vietnam, Corea y la Segunda Guerra Mundial.

Partiendo del Obelisco hacia el Sur, encontramos una pequeña y hermosa laguna habitada por algunos patos, bordeada por vegetación y una serie de monumentos propios de la historia estadounidense, de los que destacan el Memorial a Thomas Jefferson que nos recuerda en escala al de Lincoln y que se dedica al principal autor de la constitución que se encuentra de pie mirando a la Casa Blanca.

      Como se puede presumir, son muchos más los lugares que destacan en este distrito y que he podido visitar voluntaria o involuntariamente (¿mencioné cierto extravío en bus?), pero espero haberlos dejado con una idea propia del lugar, el cual creo vale la pena conocer en persona.

PS: Si bien acostumbro a escribir mis anotaciones desde el lugar de los hechos, en esta oportunidad debo hacerlo una semana después, tomando como base el diario de viaje.

Secciones: Vivencias y Opinión Etiquetas: Estados Unidos

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