Estados Unidos tiene una forma curiosa de recibir al visitante: con una larga cola que toma tres horas recorrerla, seguramente el cartel de bienvenida colgado debe ser un vestigio previo al 11 de Setiembre en que inmigraciones era más amigable. En todo caso, lo único bueno del ejercicio que encontré a regañadientes fue poder ver en una misma línea a gente provenientes de todas partes del mundo (indios, musulmanes, europeos, sur americanos), a muchas razas, culturas y vestimentas que me recordaron lo diverso y variado de la condición humana.
Tras salir del Aeropuerto Dulles, un taxi nos llevó al centro de la capital de la nación más poderosa (y endeudada) del planeta. Actualmente no existe metro que haga el recorrido, pero se espera que en dos años se concluya con el que están construyendo (ojala no pidan asesoría al alcalde de Lima), así que el recorrido de casi una hora se hace por la superficie, una oportunidad para ver las enormes áreas verdes que rodean las autopistas con vehículos provenientes en buena parte de Japón, Europa y China. Por la ventanilla aparecen los edificios de importantes empresas de las que reconocí las del sector aeronáutico (Northrop Grumman Airbus), servicios e informática (Computer Associates Oracle).
Con apenas seiscientos mil habitantes, es una ciudad pequeña, limpia y ordenada. Planificada desde su fundación, lo cual se nota en la disposición tan lógica y expresiva de sus principales monumentos cuyos rostros se miran entren sí. La gente es sumamente amable y educada (aunque en ningún lugar he visto tantos lectores de libros como en Madrid), tampoco faltan los sin-techo, personas que duermen en la calle, tan sólo en un lugar me pidieron dinero. Así mismo, parecería que un quinto de la población se desplaza con audífonos y un tercio tiene un notorio problema de sobrepeso… y que el iphone es el celular estándar de la ciudad.
El hotel quedaba a 30 minutos a pie del monumento a Washington, un enorme obelisco de 170 metros de altura terminado en 1884, probablemente el lugar más alto de la ciudad; curiosamente, al ser igual desde sus cuatro lados, no nos sirvió de mayor punto de referencia y supongo que sería criminal sugerir que pinten números en sus costados para servir al pobre turista desorientado que no cuente con brújula. Aunque confieso que lo bueno de perderse, o haber tomado un bus equivocado, es que se conocen lugares no programados.
Partiendo del Obelisco hacia el Este, encontramos el Capitolio o parlamento norteamericano, para llegar a él se atraviesa el National Mall, un sendero arbolado de un kilómetro y medio de largo y una cuadra de ancho. A sus lados se encuentran una serie de edificios importantes y maravillosos museos cuyas entradas son… ¡gratis! Muchos de ellos, así como diversos edificios federales, tienen un estilo tomado de Grecia antigua (estilo jónico). Tuvimos oportunidad de visitar algunos, de los que destaco:
La Galería Nacional de Arte (National Gallery of Art).
Dividida en dos edificios, en ella se pueden encontrar pinturas y esculturas desde la edad media hasta nuestros días. Para los apurados o con tiempo limitado, el museo ofrece unas guías impresas tituladas “¿Menos de una hora?” lo cual nunca había visto antes, pero que en realidad pueden servir como forma de encontrar las piezas más relevantes del lugar.
Es un lugar bastante grande y espacioso, sentí que a diferencia de algunos atiborrados museos europeos, aquí había mucha mayor libertad de desplazamiento y espacio para contemplar. Existe la posibilidad de tomar fotos sin flash, fue un encanto por que luego se pueden revisitar las obras; entre ellas se encuentran la casta y seria “Ginevra” del gran Leonardo,”Virgen de la Casa del Alba” de Rafael (en ella me parece raro que Jesús de niño mire apaciblemente a la cruz) y maestros florentinos (¡nos volvemos a ver!). Vale la pena visitarla. En lo personal, una de mis muchas favoritas fue “La Lectora” de Jean-Honoré Fragonard.
Cabe destacar que en el medio del segundo piso del recinto, existe una impresionante cúpula, copia de la que se halla en el Panteón en Roma, y que como éste, es imposible atrapar en una fotografía.
Museo Nacional de Historia Natural (National Museum of Natural History).
Nunca había visto un dinosaurio en persona, sus restos quiero decir, ni pensé que colecciones de huesos y restos geológicos serían interesantes pero aquí sí es posible. El primer museo de historia natural que he visitado pone la valla muy alta para los que han de venir, por su dinamismo, interactividad y la manera lúdica en que presentan la evolución o la vida millones de años atrás. No puedo creer que alguien salga de este edificio pensando que la tierra tiene miles de años, la biblia es literal y que el hombre apareció de la nada.
Museo de Historia Americana (National Museum of American History)
Bastante interesante e interactivo, si bien es cierto son una nación “nueva”, aquí podemos repasar su historia desde la fundación pasando por sus numerosas guerras. Disfrute la galería de la historia de transporte (terrestre y marítimo) y la dedicada a la cultura popular, en donde pude conocer…¡La chamarra de Fonzie! (sí, el de los Días Felices), que aunque no lo crean, es uno de los lugares con mayores colas de la exposición.
Museo del Aire y del Espacio (Air and Space Museus)
Dirigido en su momento por uno de mis astronautas favoritos (Michael Collins) es el Hangar de la nación. Asistir a este lugar ha sido casi un acto de peregrinaje de mi parte, de lo cual pueden conocer más en este post.
Al final del Mall se encuentra el antes mencionado Capitolio, rodeado de turistas y una linda vista. Comprendí por qué le llaman “the hill” (la colina) en las revistas, está en un plano elevado. Es un lugar muy tranquilo, y a pesar que pareciese que nadie estuviese dentro, no debí haber preguntado al amable policía “¿en donde trabajan?”
Cerca de esta zona, queda la estación central de trenes y buses, “Union Station”, cuenta con varios pisos para que la gente realice sus compras (incluso un Barnes & Nobles) y un enorme patio de comidas en el sótano con precios asequibles.
Partiendo del Obelisco hacia el Norte, y tras otra larga caminata se encuentra la residencia de Barack Obama y de sus predecesores desde el año 1800. En un inicio los guardias del techo con sus binoculares y las patrullas en la calle colocadas en el frontis pueden parecer intimidantes, pero los numerosos turistas que siempre pululan se encuentran con oficiales amables que le explican a uno que 1) si quieres entrar, debes tramitar el acceso con tres meses de anticipación en tu embajada y que 2) a las 11 de la noche apagan las luces que la iluminan, así que no te sientas mal si por llegar tarde no salió la foto nocturna que tenías programada con antelación.
En su momento nos cruzamos con la caravana presidencial y luego vimos al helicóptero presidencial (Marine One) en las cercanías. Interesante caer en cuenta que desde ese lugar han tomado y se toman decisiones tan trascendentes para el resto del mundo.
Partiendo del Obelisco hacia el Oeste, se encuentra el Memorial a Lincoln. Realmente impresionante por sus dimensiones y significado: consiste en un enorme templo blanco, con columnas a todos sus lados, en medio de él se yergue sobre un pedestal de tres metros de altura, la figura del presidente esculpida en mármol, sentado mirando al Capitolio. De la cabeza a los pies hay casi seis metros de altura y 159 toneladas de materiales empleados.
Me parece destacable que una nación cuente con figuras históricas tan respetadas que las congregue (aproximadamente tres millones de personas vienen aquí anualmente).
Entre el obelisco y el memorial, se encuentran tres importantes monumentos dedicados a tres guerras pasadas: la de Vietnam, Corea y la Segunda Guerra Mundial.
Partiendo del Obelisco hacia el Sur, encontramos una pequeña y hermosa laguna habitada por algunos patos, bordeada por vegetación y una serie de monumentos propios de la historia estadounidense, de los que destacan el Memorial a Thomas Jefferson que nos recuerda en escala al de Lincoln y que se dedica al principal autor de la constitución que se encuentra de pie mirando a la Casa Blanca.
Como se puede presumir, son muchos más los lugares que destacan en este distrito y que he podido visitar voluntaria o involuntariamente (¿mencioné cierto extravío en bus?), pero espero haberlos dejado con una idea propia del lugar, el cual creo vale la pena conocer en persona.
PS: Si bien acostumbro a escribir mis anotaciones desde el lugar de los hechos, en esta oportunidad debo hacerlo una semana después, tomando como base el diario de viaje.
Lindo viaje!
Así es Eri, una linda experiencia.
Siempre es lindo viajar y se aprende muchísimo y esa experiencias y recuerdos se quedan gravadas para siempre. no conozco Washigton a pesar de haber estado en EE UU, en Las Vegas, Miami, New Jersey, Dallas. Espero ir algún gía me han entusiasmado tus comentarios sobre los museos.
Un beso
Creo que vale la pena ir a Washington, al menos una vez para conocer. Cierto, viajar es muy bonito y oportunidad para aprender de culturas y situaciones distintas.
Estimado Giuseppe: como buen lectos, haz una analogía de lo observado durante tu viaje con la última obra de Dan Brown.
Cómo vas?
Afectuosamente,
JLi MD
Dr. Li Lora, gusto en leerlo. Gracias por la idea, aún no leo la obra de Dan Brown pero se que ocurre justamente en la capital americana. Voy a darle una revisada. Todo bien felizmente. Un abrazo.
Me gustó leer tus notas, sobre todo los comentarios de los museos, no conoxco Washigton y con lo que nos mencionas me motiva a conocerlo 🙂
Saludos!!
Te lo recomiendo, es bonito y se puede recorrer lo principal en pocos días 😉 Cosa que no ocurre, en mi opinión, con Florencia en donde sentí que con una semana entera no bastaba. Ya se vienen las anotaciones de New York 🙂