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Giuseppe Albatrino

Amante de la creatividad. Ingeniero.

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Teatro

Obra de Teatro Comentada: Casi Normal

20 junio, 2011

La familia Goodman parece incapaz de alcanzar un equilibrio o una vida, digamos, siquiera normal. La madre, sufre de un trastorno mental y arrastra con ella a su leal esposo, a su abandonada hija y al espectador, mudo testigo de la batalla que se desata en la mente de ésta. Su historia, puesta en escena en las tablas del Marsano, es contada magníficamente por las interpretaciones de un elenco que no deja de emocionar al espectador por un solo instante.

Casi Normal, pertenece junto a Rent, a la nueva generación de musicales que tratan temas actuales y delicados pero con cierta facilidad y desembarazo. Nos encontramos ante un fino equilibrio entre entretenimiento y seriedad. Los Goodman enfrentan a la locura, la pérdida, el abuso de drogas y la soledad, sin que el espectador aparte la mirada, sino que conmovido acepte subirse a la montaña bipolar que va destruyendo sus vidas. Sin embargo, la esperanza no desaparece, y con ella la posibilidad de que algo cambie en la próxima escena o que al menos, el gen destructivo no se repita en la siguiente generación.

Si bien la mayor parte del drama gravita en torno a la madre, aquí interpretada estupendamente por Patty de la Fuente, los demás personajes no dejan de ser completos e interesantes. El padre (un conmovedor Paul Martin en la versión que vimos) libra estoicamente su propia batalla, que parece olvidar por mirar a la esposa, y la hija misma, carente de un rol modelo, atraviesa sus propias crisis, de la mano de su comprensivo novio.

Casi Normal ha ganado tres premios Tony, lo cual es resultado de un largo proceso, que empezó con un pequeño sketch de 10 minutos, en el 2002, en donde se hacía una crítica al tratamiento que se da a ciertas enfermedades psicológicas. Los que asistan, podrán seguro reconocer esta semilla en medio de las numerosas escenas, en donde la paciente debe atiborrarse de un sinfín de pastillas…Tras varios años y revisiones, ingresa al circuito Off-Broadway y luego a Broadway con la versión que podemos apreciar hoy, llena de emotivas canciones, muchas de las cuales no he podido dejar de adquirir para oírlas a discreción.

Tuve oportunidad de ver el montaje en Broadway un año atrás, y la verdad es que la entrega limeña es una magnífica adaptación, con el añadido de poder disfrutar en nuestro idioma de un espectáculo de primera calidad. No se la pierdan.

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Obra de teatro comentada: Los últimos días de Judas Iscariote

28 febrero, 2011

      En el reparto de los doce apóstoles, a Judas le tocó, sin lugar a dudas, el peor papel: vilipendiado por siglos, maldecido por generaciones, convertido en el epitome del traidor. Sin embargo, tomando distancia de la plana catequesis parroquial, puede volverse un personaje complejo y esta obra, actualmente en la cartelera teatral, hace un buen uso de esto.

      Casi la totalidad de “Los últimos días de Judas” sucede en un juicio, convocado por una abogada neoyorquina, para liberar a Judas del “sitio” donde actualmente se encuentra. No se señala explícitamente que esté en el infierno, parecería más bien una especie de limbo, en el cual respira (vive, es mucho decir) casi en estado catatónico, muerto en vida, sin apelar ni intentar salir de allí; no parece morar en el noveno circulo de Dante, sino en una fría celda quizá autoimpuesta.

      La misión que ha tomado Fabiana Cunninham es difícil, ni el juez quiere tomar parte en un nuevo juicio ni el apóstol de la bolsa lo ha solicitado, pero gracias a la intercesión de Santa Mónica, que de paso se da tiempo de hablarnos de los inicios oscuros de San Agustín, nos ubicaremos en el mejor escenario posible para discutir los actos de Judas, o de cualquier persona en realidad, un tribunal de justicia. ¿En dónde más se pueden llamar testigos para que hablen de alguien? o ¿convocar expertos en asuntos relacionados a la vida y pasión del mismo?

      El dramaturgo Stephen Adly aprovecha esto al máximo, cubre tantos ángulos como le es posible. Vemos desfilar a la madre Teresa para hablar del amor y teología (pero para también ser interrogada de manera no tan complaciente por Cunninham), a Sigmond Freud para disertar sobre el suicidio, a San Pedro para recordar su amistad con el acusado… Pero de la lista de la defensa, dos atrapan poderosamente la atención: el diablo, por su manejo de la moral, y Poncio Pilatos (Carlos Victoria) que nos recuerda el contexto de los hechos y la historia de la misma iglesia.

      Las actuaciones estuvieron estupendas: Miguel Iza como Lucifer o “Lu” se roba las escenas en las que aparece, Romulo Assereto como Judas y Milena Alva como su madre estuvieron conmovedores mostrándonos la humanidad de quien puede olvidarse, que como todos, fue precisamente un mortal más. Gabriela Velásquez y Ricardo Velazques, graciosísimos en los múltiples roles que interpretaron. La única critica que se me viene a la mente, es que alguna partes parecieron algo dilatadas, pero es mi impresión que esto se debía al texto o a la dirección, no al desempeño de los actores.

      En general, estamos ante una entrega altamente recomendable, un recorrido sobre la historia, la culpa, la traición, el perdón y la desesperación. No quepa duda que Judas, recordado siempre por los eventos de un par de días, ha dado mucho que hablar hasta el día de hoy.

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Se presenta a partir del 17 de febrero hasta el 26 de abril en el teatro La Plaza Isil (Larcomar).

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Obra de teatro comentada: Los 39 escalones

26 octubre, 2010

      Los 39 escalones es una celebración a la magia del teatro. Una divertida historia que te hace olvidar el tiempo y que, con la ayuda de simple utilería, te transporta a infinidad de lugares: un departamento, un tren, un puente,… lo que puedas imaginar mientras sigues la constante huída del injustamente incriminado Richard Hannay.

      Nos encontramos ante una trama que fue primero contada en la novela homónima de John Buchan, que da vida a nuestro bigotudo héroe para luego continuar sus hazañas en otros cuatro tomos. Luego el material migra al celuloide con dos distintas versiones, la última dirigida por el maestro Hitchcock y que Patrick Barlow toma prestada para convertirla en una divertida parodia, la de un hombre común y corriente que se ve inmerso en una intriga de espías en la Inglaterra de 1914.

      Quienes vean el clásico de 1935, podrán validar cómo cada escena de la obra se corresponde con la versión fílmica, lo cual nos hace apreciar el enorme trabajo y creatividad que requirió la “conversión” para las tablas: una cosa es disponer un mes de rodaje y numerosas locaciones pero otra muy distinta hacerlo todo en dos tomas (me refiero a los dos actos de que se compone la entrega). Al establecerse, desde el inicio, el carácter lúdico de los intercambios de escena, se da pie a la expectativa permanente de: “¿Qué vendrá luego?”, “A donde nos llevarán ahora?”. (Y no puedo adelantar más al respecto, para no romper ninguna sorpresa)

      Otro factor importante, y reto actoral, es que tan solo son cuatro los actores que interpretan el sin número de personajes requeridos para los 39 escalones (Hitchcock se hubiera ahorrado una fortuna para su película): todos, salvo el intérprete de Hanney, deberán cambiar parte de su indumentaria a cada instante. Si bien algo semejante ocurre con “Extras”, aquí se lleva la experiencia a niveles insospechados.

      Sin lugar a dudas, vale la pena verla, es para reírse de inicio a fin: como pocas veces, no me topé con los típicos y molestos parlanchines que siempre hay en el público, quizá porque no tenían tiempo entre risas y risas. Al salir, confirmarás que el teatro es un arte que no tiene límites al momento de contar historias.

La temporada se presenta en el Teatro Mario Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional del Perú

PS: Anteriormente comenté brevemente otro montaje que pude ver de esta misma obra en Bogotá, los interesados pueden encontrarlo aquí.

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Obra de teatro comentada: Cyrano de Bergerac

18 octubre, 2010

      Para muchos, y me incluyo, la historia de Cyrano de Bergerac se reducía a una escena mil veces parodiada: nuestro personaje se encuentra dictando, en voz baja y escondido, los versos que torpemente  un mozo declamará a su amada Rossana. (Quién la ha visto, difícilmente olvidará la versión del programa de Chespirito, por ejemplo)

      Aquel cuadro romántico, en que los versos cambian de dueño para posarse en los oídos de la musa inspiradora, contiene en sí misma la historia de infinidad de amores frustrados por el miedo al rechazo y la falta de aceptación de uno mismo.  Quizá de allí su atractivo, al que se le suma la bella poesía que brota de los labios, bajo la enorme nariz de nuestro héroe.

      Los que asistan a ver la obra actualmente en la Plaza ISIL descubrirán, como yo, que la historia de Edmond Rostand va mucho más allá de la del balcón.  Se compone de casi tres horas, en que veremos la personalidad de un noble de varios talentos, que amalgama la fuerza y liderazgo de un militar con el alma sensible de un compositor; esto se verá clarísimo desde un inicio, cuando en pleno duelo se dedica a ¡componer versos contra su adversario!

      Cyrano jamás dejará de lado su sentir no correspondido, a pesar de los años transcurridos, o las distintas circunstancias que le tocará vivir. Una palabra clave que inunda la obra es, justamente, el romanticismo con el cual se dirige, buscando la independencia creativa o de cualquier señor, pero no así de su propia fijación.

      Para el espectador contemporáneo, la historia del hombre de Bergerac puede encerrar el encanto  inusual de un hombre que no vende ni compromete sus creencias  y de una mujer que decide pasar muchos años acompañada tan solo de los poemas que, erróneamente, asocia con su marido muerto. (Me consta que algunos de los asistentes derramaron lágrimas)

      La actual puesta en escena es magnífica, cuenta con las estupendas actuaciones de Paul Vega, Rodrigo Sánchez Patiño, Miguel Iza, Melania Urbina, Pietro Sibille, entre otros actores.  Se las recomiendo.

(A pesar de sus muchas versiones, existen dos Cyranos.  El de carne y hueso  que murió en 1655, y el personaje creado por el dramaturgo francés Edmond Rostand para su obra de 1897.  Ambos tienen mucho en común: son poetas, escritores, soldados, duelistas y librepensadores, pero la relación con su prima Rossana es básicamente una bella ficción)

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Obra de teatro comentada: La reina de belleza de Leenane

20 julio, 2010

      La comedia negra es un arte difícil: ¿cómo hacer reir con temas como la muerte o el desinhibido deseo de hacer mal a alguien? Nuestro sentido moral nos lo prohíbe, pero es en manos de dramaturgos como Martin McDonagh, que ciertos tabúes no son repelidos, sino que con una extraña mezcla de humor, ansiedades, giros y sorpresas condimentan una estupenda obra como la que hoy comento.

      La reina de belleza de Leenane nos narra la historia de Maureen Folan (Norma Martínez), una mujer solterona que a sus cuarentatitantos años vive junto a su madre Mag (Graciela “Grapa”) en una descuidada y lúgubre casa de una solitaria colina irlandesa. La primera lleva la carga de los cuidados de la segunda, dado que las demás hermanas ‘huyeron’ del hogar ni bien pudieron encontrar pretexto, pero la septuagenaria, lejos de mostrar agradecimiento a su cuidadora, se comporta de manera desconsiderada y se enfrasca en no perder la atención exclusiva de la persona que no pudo dejarla.

      La acción transcurre en la destartalada cocina, escenario de las visitas separadas de los hermanos Doole, Pato (Leonardo Torres Vilar) y Ray (Manuel Gold). El mayor de éstos, quien trabaja en Londres ayudando en las construcciones, se reencuentra con Maureen tras veinte años en una fiesta que se da en el pueblo al que regresa de visita, y le manifiesta sus pretensiones románticas antes de marcharse. El menor, Ray, proporciona los momentos cómicos por su constante falta de empatía e ineficacia como mensajero. Juntos, los cuatro personajes abordan temas como las limitaciones de la vejez, el perpetuo temor a la soledad, el resentimiento que no se apaga con los años o los sueños frustrados que nos persiguen; de seguro que todos compartimos estas tramas, pero aquí ocurre con una concentración inusual en medio de las claustrofóbicas paredes.

      La puesta en escena ha sido magnífica, las actuaciones de Norma Martínez y Grapa conmovedoras. Curioso notar que, por segunda vez en este año, Norma Martínez interpreta un papel en que el detestable carácter de la madre de turno va siendo adquirido por el suyo (como ocurrió en “Agosto”, también comentada aquí). La traducción del director Ricardo Morán de los diálogos irlandeses ha sido encantadora, nos hace notar que cada pueblo tiene su propia manera de expresarse, de componer sus oraciones y de entenderse a sí mismo.

      Estamos ante una obra que, por lo buena que es, hace olvidar al espectador que se encuentra en medio de un montaje, en una sala de teatro. Nos lleva a preguntarnos a cada instante, ¿qué más va a ocurrir?. Gracias a los giros argumentales de McDonagh la espera siempre vale la pena.

Datos de la obra:
En el Teatro Británico. Funciones a las 8 pm. Entradas en Teleticket y boletería.
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PS: Aún tengo pendiente comentar “La mujer sin memoria”, la obra escrita y dirigida por mi amigo y profe Cesar de María que pude disfrutar dos semanas atrás (en realidad hay varias que sin querer he dejado en el tintero por problema de tiempo). Sin embargo, aprovecho este post para recomendarla, vale la pena verla; en mi caso, me dejó pensando varias horas luego del cierre de telón sobre los temas que trata.

Secciones: Teatro Etiquetas: Teatro, Teatro Británico

Obra de teatro comentada: Agosto, Osage County

4 mayo, 2010

En éste, el último de los lugares de encuentro
Vamos a tientas, juntos
Y evitamos hablar
Reunidos a la orilla del río caudalosos.
T.S. Elliot, extracto del poema “Los hombres huecos”.

      Efectos de una buena obra de teatro: primero, el público olvida su propio transcurrir del tiempo y empieza a vivir el de los actores; segundo, tiene curiosidad constante por saber qué es lo que va a pasar a continuación, y tercero, el cuerpo colectivo experimenta las emociones y adrenalina que la historia genera; tras esto, al final, se aplaude con vehemencia.  Todo esto sucedió con Agosto, que he tenido oportunidad de ver este fin de semana y que ahora les comento.

      El dramaturgo y actor Tracy Letts recibió los prestigiosos Tony y Pulitzer por esta comedia negra que nos cuenta la historia de la familia Weston, reunida en el hogar paterno tras la desaparición del patriarca Hernán, docente universitario y poeta galardonado que tras su primer libro no volvió a publicar otro, quizá por la presión del éxito obtenido. La casa, inicialmente de ventanas tapiadas para impedir la entrada de luz, es el escenario “invadido” por las tres hijas, las parejas de éstas y la nieta, quienes en torno a la abuela, distan mucho de formar una estirpe normal y sólo preocupada por los recientes acontecimientos. Nos encontramos ante personajes fracturados, en distintos grados, por historias en común o individuales cuyas cicatrices no parecen sanar y ni siquiera la inminencia de la tragedia en ciernes podrá aplacar.

      ¿En qué medida puede heredarse el destino?, ¿en qué grado la infelicidad de una madre puede aún ser contagiada luego de cortado el cordón umbilical? Ante la propuesta del autor, pareciese que no hay límite a tal influencia, y que la acidez de la madre acompañó siempre a sus descendientes, aún en la huída que dos de ellas hicieran de su pequeño pueblo.  Ante tal oscuridad, el atisbo de luz, lo proporcionan dos  personajes externos, principalmente una mujer indio-americana que fue contratada por Hernán poco antes de desaparecer y el alguacil del pueblo, un amor de juventud de la primogénita.

      Son muchas las temáticas presentes en las casi tres horas que dura la puesta en escena, que incluyen el uso de drogas, infidelidades, incesto, relaciones con menores de edad, enajenación, indolencia, pero todo revelado con los tiempos y pausas justos. Las historias que se entretejen llegan a ser tan ricas que no es difícil imaginar que alguna de ellas cobre vida propia en otro trabajo posterior del autor.

      Nos encontramos ante un estupendo trabajo del director Juan Carlos Fisher, llena de situaciones complicadas y una coreografía de fuertes emociones, propiciada por magníficos actores, de los cuales destacan el papel de la matriarca y su hija mayor (Claudia Dammert y Norma Martínez, respectivamente). En definitiva, ésta es una entrega que debe verse y que incluso, podría hacernos valorar más nuestros propios lazos de sangre.

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Funciones en Plaza Isil, Jueves a martes 8pm. / Domingos 7pm

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