En el reparto de los doce apóstoles, a Judas le tocó, sin lugar a dudas, el peor papel: vilipendiado por siglos, maldecido por generaciones, convertido en el epitome del traidor. Sin embargo, tomando distancia de la plana catequesis parroquial, puede volverse un personaje complejo y esta obra, actualmente en la cartelera teatral, hace un buen uso de esto.
Casi la totalidad de “Los últimos días de Judas” sucede en un juicio, convocado por una abogada neoyorquina, para liberar a Judas del “sitio” donde actualmente se encuentra. No se señala explícitamente que esté en el infierno, parecería más bien una especie de limbo, en el cual respira (vive, es mucho decir) casi en estado catatónico, muerto en vida, sin apelar ni intentar salir de allí; no parece morar en el noveno circulo de Dante, sino en una fría celda quizá autoimpuesta.
La misión que ha tomado Fabiana Cunninham es difícil, ni el juez quiere tomar parte en un nuevo juicio ni el apóstol de la bolsa lo ha solicitado, pero gracias a la intercesión de Santa Mónica, que de paso se da tiempo de hablarnos de los inicios oscuros de San Agustín, nos ubicaremos en el mejor escenario posible para discutir los actos de Judas, o de cualquier persona en realidad, un tribunal de justicia. ¿En dónde más se pueden llamar testigos para que hablen de alguien? o ¿convocar expertos en asuntos relacionados a la vida y pasión del mismo?
El dramaturgo Stephen Adly aprovecha esto al máximo, cubre tantos ángulos como le es posible. Vemos desfilar a la madre Teresa para hablar del amor y teología (pero para también ser interrogada de manera no tan complaciente por Cunninham), a Sigmond Freud para disertar sobre el suicidio, a San Pedro para recordar su amistad con el acusado… Pero de la lista de la defensa, dos atrapan poderosamente la atención: el diablo, por su manejo de la moral, y Poncio Pilatos (Carlos Victoria) que nos recuerda el contexto de los hechos y la historia de la misma iglesia.
Las actuaciones estuvieron estupendas: Miguel Iza como Lucifer o “Lu” se roba las escenas en las que aparece, Romulo Assereto como Judas y Milena Alva como su madre estuvieron conmovedores mostrándonos la humanidad de quien puede olvidarse, que como todos, fue precisamente un mortal más. Gabriela Velásquez y Ricardo Velazques, graciosísimos en los múltiples roles que interpretaron. La única critica que se me viene a la mente, es que alguna partes parecieron algo dilatadas, pero es mi impresión que esto se debía al texto o a la dirección, no al desempeño de los actores.
En general, estamos ante una entrega altamente recomendable, un recorrido sobre la historia, la culpa, la traición, el perdón y la desesperación. No quepa duda que Judas, recordado siempre por los eventos de un par de días, ha dado mucho que hablar hasta el día de hoy.
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Se presenta a partir del 17 de febrero hasta el 26 de abril en el teatro La Plaza Isil (Larcomar).
Yanina Alvarez dice
Gracias por tus comentarios Giuseppe, iré a ver la obra…