Para muchos, y me incluyo, la historia de Cyrano de Bergerac se reducía a una escena mil veces parodiada: nuestro personaje se encuentra dictando, en voz baja y escondido, los versos que torpemente un mozo declamará a su amada Rossana. (Quién la ha visto, difícilmente olvidará la versión del programa de Chespirito, por ejemplo)
Aquel cuadro romántico, en que los versos cambian de dueño para posarse en los oídos de la musa inspiradora, contiene en sí misma la historia de infinidad de amores frustrados por el miedo al rechazo y la falta de aceptación de uno mismo. Quizá de allí su atractivo, al que se le suma la bella poesía que brota de los labios, bajo la enorme nariz de nuestro héroe.
Los que asistan a ver la obra actualmente en la Plaza ISIL descubrirán, como yo, que la historia de Edmond Rostand va mucho más allá de la del balcón. Se compone de casi tres horas, en que veremos la personalidad de un noble de varios talentos, que amalgama la fuerza y liderazgo de un militar con el alma sensible de un compositor; esto se verá clarísimo desde un inicio, cuando en pleno duelo se dedica a ¡componer versos contra su adversario!
Cyrano jamás dejará de lado su sentir no correspondido, a pesar de los años transcurridos, o las distintas circunstancias que le tocará vivir. Una palabra clave que inunda la obra es, justamente, el romanticismo con el cual se dirige, buscando la independencia creativa o de cualquier señor, pero no así de su propia fijación.
Para el espectador contemporáneo, la historia del hombre de Bergerac puede encerrar el encanto inusual de un hombre que no vende ni compromete sus creencias y de una mujer que decide pasar muchos años acompañada tan solo de los poemas que, erróneamente, asocia con su marido muerto. (Me consta que algunos de los asistentes derramaron lágrimas)
La actual puesta en escena es magnífica, cuenta con las estupendas actuaciones de Paul Vega, Rodrigo Sánchez Patiño, Miguel Iza, Melania Urbina, Pietro Sibille, entre otros actores. Se las recomiendo.
(A pesar de sus muchas versiones, existen dos Cyranos. El de carne y hueso que murió en 1655, y el personaje creado por el dramaturgo francés Edmond Rostand para su obra de 1897. Ambos tienen mucho en común: son poetas, escritores, soldados, duelistas y librepensadores, pero la relación con su prima Rossana es básicamente una bella ficción)