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Giuseppe Albatrino

Escritor, Dramaturgo y Divulgador Científico

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Sci & Tech

El Apollo 8, la navidad y la mujer más odiada de Estados Unidos

26 diciembre, 2008 by Giuseppe Albatrino

El 24 de diciembre de 1968, es decir, 40 años atrás, tres hombres a bordo de una pequeña capsula espacial llegaron a la Luna; por primera vez en la historia de la humanidad, se cruza el enorme océano espacial entre nuestro satélite y la Tierra en un viaje de poco más de tres días, que permitió a los astronautas Borman, Lowell y Anders ver con sus propios ojos no solo el lado oculto del mundo al que habían llegado sino que fueron regalados con el llamado “amanecer terrestre”, una vista que no había sido parte de los entrenamientos y que los cogió por sorpresa.

El sentimiento espiritual se hizo patente en el Apollo 8, el mirar desde la distancia y por la ventanilla de un vehiculo el lugar en donde se nació, en donde están todos los seres que se han querido, el lugar en donde viven todos los seres humanos y poder taparlo todo con tan solo el dedo pulgar, era abrumador. ¿Cómo expresar la emoción sentida?. Decidieron tomar un libro de la Biblia, los versículos en que se describen la Creación en el Génesis y leerlo (“En el principio, Dios creo el cielo y la tierra…) mientras cientos de millones de personas los oían y veían la Luna desde la nave en sus televisores. Al terminar, el comandante añade: “ […] Y desde la tripulación del Apollo 8, cerramos con buenas noches, Buena suerte, una Feliz Navidad y Dios los bendiga a todos, a todos ustedes en la buena Tierra”

Seis meses después, horas antes de caminar sobre la Luna, Buzz Aldrin comulga una hostia consagrada en privado pero no puede expresar sus sentimientos religiosos ante el microfono, ¿Por qué? Porque una mujer, la fundadora de la organización Americanos Ateos, había demandado a la NASA por la lectura de Borman y su tripulación. No solo esto, ella había sido la responsable años antes de lograr que se “prohibiera el rezo en las escuelas” por lo que la revista “Life” la nombra como la “Mujer más odiada en Estados Unidos”.

La demanda no prospero, se quedo en lo anecdótico y casi en el olvido; sin embargo, en estos días, muchos medios de comunicación han recordado la misión espacial lograda 40 años atrás, también se recuerda el gesto de una emocionada tripulación embargada por la vista de la Creación a la vez que celebran la navidad. La valentía de esta tripulación para expresar su sentir me parece ejemplar, no solo eso, el hecho de unir la Creación con el Nacimiento del Salvador no deja de conmoverme.

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Misiones Apollo :Más allá de la ficción (Parte 2 de 2)

13 noviembre, 2008 by Giuseppe Albatrino

En el Apollo 14, el mítico Alan Shepard volvió al espacio después de 10 años de espera y del dolor personal que significo ser inhabilitado para volar por un raro mal que le aquejo al oído. A sus 49 años, 10 más que el promedio de sus compañeros, se convirtió en el hombre de mayor edad en pisar el suelo selenita y el primero en “jugar” golf al lanzar una pelota con un palo adaptado para ello. Quien se había convertido en héroe nacional, al ser el primer norteamericano en dejar la Tierra inmortalizo así las palabras “por millas y millas” al describir el viajes de la pelota en la menor gravedad; ello en la segunda de dos actividades extravehiculares que contabilizaron 9 horas muchas de ella explorando una escarpada colina al borde de un cráter que le permitió traer las rocas más antiguas de las cuales hoy disponemos en nuestros laboratorios.
Si algún día Ud. maneja un automóvil en la Luna, pues quizá lleve alguna estampa del Apollo 15 a manera de patronos de los conductores, pues ellos llevaron el primer vehículo de cuatro ruedas (al que se llamó rover) que rodó en otro orbe. A partir de su entonces, la estancia se prolongo a tres días de permanencia ¡Tres días con sus noches viendo la Tierra sobre el horizonte lunar, como una hermosa joya azul que se puede ocultar tras el ancho de nuestro pulgar!
Estos hombres altamente entrenados, hábiles pilotos e ingenieros también sentían temores antes del vuelo, como nos cuenta Charles Duke quien antes de llegar a ser el décimo hombre en pisar la Luna soñó que en su misión, la Apollo 16, se encontraba con dos astronautas muertos cuyos rostros coincidían con los de él y su comandante, sus cuerpos llevaban miles de años. Y si bien esa posibilidad no se cumplió, es difícil olvidar el ver a Duke en un conocido vídeo saltando y cantando en la Luna ; lo que muchos no saben es que luego de ello se detiente cayendo sobre su mochila, que lógicamente no estaba diseñada para eso pero que le proveia de oxigeno y presión al traje, llegando a pensar que en tal momento moriría… Si usted viaja al lugar de su exploración quizá logre encontrar la foto de sus hijos por él dejada sobre la polvosa superficie lunar.
El sueño termino con el Apollo 17, apenas 3 años después de la primera caminata lunar, el presupuesto de la NASA no daba para más e incluso muchos no encontraban sentido en ir más de una vez. La cadena de producción en las gigantescas fabricas que construían tales equipos se detuvieron terminando con la esperanza de hombres hoy desconocidos que llegaron a entrenar para misiones como el Apollo 18 y siguientes para los que el transbordador espacial quedo como consuelo y oportunidad para poner en práctica su primeros aprendizaje.
Hoy en una época en que cada acto se mide económicamente, no existen planes para la exploración humana más allá de nuestro planeta, a pesar de contar con una tecnología treinta años superior, una misión lunar sigue siendo muy difícil, cara y arriesgada. Incluso muchos parecen olvidar que un día en el pasado allí estuvimos construyendo historias que rivalizan con la ciencia ficción, construyendo historias caminando en otro mundo.

Publicado en: Sci & Tech Etiquetado como: Apollo

Misiones Apollo :Más allá de la ficción (Parte 1 de 2)

10 noviembre, 2008 by Giuseppe Albatrino

La próxima vez que el cielo nocturno se lo permita, le propongo que intente el siguiente ejercicio: mire hacia la Luna. Mientras lo hace, piense en lo que es, un mundo por derecho propio, con una extensión “caminable” que, al no haber océanos ni mares, supera a la suma de todos los continentes de la Tierra incluida a la helada Antártida. Una superficie desértica, que lejos de ser liza, esta cubierta por cráteres, rocas, cordilleras, aisladas montañas, ranuras, peñascos e innumerables características.

Y si al ver la televisión le interesa aquella frase de la serie Star Trek de “…llegar a donde nadie ha llegado antes…” entonces recuerde que en la historia de nuestra humanidad tan solo doce seres humanos han caminado alla, dejando tras sus pasos huellas que, al no haber ningún tipo de erosión que pudiera borrarlas, permanecerán por millones de años incambiables dándole a cada uno de sus hacedores una sensación de eternidad física. Este logro tiene más de 30 años, y nos remonta a una época en la que los discos de música eran de vynilo, los televisores a color eran símbolo de alta tecnología, de gigantescas (en tamaños) computadoras y una muy nueva y casi recién nacida ciencia espacial. En ese entonces, y bajo la presión de una competencia por el prestigio internacional, la NASA intento acometer la difícil travesía de llegar y ver lo que nunca antes alguien había visto y de sobrevivir para contarlo.

Mucho se ha dicho del programa lunar tripulado Apollo: que se gastaron 26000 millones de dólares, dinero suficiente por ese entonces para haber irrigado todos los desiertos del mundo; que trabajaron más de 400000 hombres, cuando hoy un proyecto de ingeniería como el Eurotunel no incluye más de 30000; que cada componente tuvo que inventarse, convirtiendo en pioneros a sus investigadores en áreas como metalurgia, materiales, cohetes, combustibles u ordenadores como el que permitió el primer alunizaje[1] que sumaron una hazaña no repetida aun por nadie; se llevo al hombre fuera de las ataduras gravitaciones de su planeta madre a diferencia de nuestro celebre Transbordador Espacial que en tan solo 10 minutos llega a su destino orbital y al que le basta unos 40 minutos de maniobras para regresar al suelo. El programa lunar Apollo ubicó a los astronautas a 4 días de viaje de retorno y ante el intenso drama de depender de un único motor para salir de la atracción lunar para no convertir a su nave en una costosa tumba dentro del sistema solar.

Aunque es a la que más se celebra, la del Apollo 11 no fue la única tripulación en tocar la superficie selenita ni las imagines de Neil Armstrong las únicas que se obtuvieron de nuestra presencia en aquel espacio exterior, es más, el tiempo que él y su compañero Buzz Aldrin estuvieron dando el “gigante paso” fuera de la cápsula fue el menor de las misiones que le siguieron en jornadas que cada vez causaban, injustificadamente, menor admiración a una apática teleaudiencia. Apenas cuatro meses después del histórico primer alunizaje le toco el turno al Apollo 12 que posó al modulo lunar, luego de un viaje espacial de más 390000 Km a escasos ¡300 metros! de una sonda no tripulada que había llegado 2 años antes, convirtiendo a los astronautas en modernos “arqueólogos” espaciales que examinarían la erosión sufrida por piezas colocadas en aquel paisaje durante tantos tiempo atrás. Gracias a uno de ellos que en la actualidad es un artista profesional tenemos recreados mediante sus pinturas aquellos años de oro de la exploración.


[1] Este tenía menos memoria que la mayoría de calculadoras científicas en la actualidad a pesar de contar con la mejor tecnología en ese entonces.

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La primera “caminata” en el espacio

13 octubre, 2008 by Giuseppe Albatrino

      Los chinos acaban de convertirse, apenas hace unos días, en la tercera nación que por sus propios medios han puesto a un hombre en el vacío del espacio con tan solo un traje espacial como único medio de protección. Este logro, nada simple, me invita a contarles como fue la primera vez que en la historia (hace largos 43 años) los soviéticos lograron tal proeza en plena guerra fría, cuando el prestigio de las dos superpotencias parecía depender sobremanera de lo que hicieran los hombres en orbita.
       Por política rusa, los tripulantes de esta difícil misión, Belyayev y Leonov, tuvieron confirmación de que serian los seleccionados para llevarla a cabo con tan solo una semana de anticipación; mientras tanto habían entrenado con otra pareja de cosmonautas quienes también esperaban ser los “verdaderos” viajeros. La mañana del lanzamiento del 18 de marzo de 1965, estuvieron en compañía del ahora mítico Yuri Gagarin con quien tomaron un sorbo de champagne para luego firmar cada uno la etiqueta de la botella con la promesa de que la terminarían a su retorno; una especie de cabala que recordaba lo difícil que sería aventurarse a lo desconocido, ser pioneros en un campo de por si nuevo.
Tras un despegue sin complicaciones, el comandante Belyayev pidió permiso para extender la cámara de aire en preparación de la caminata, era básicamente un tubo de poco más de dos metros de largo que salía de la nave. Leonov entró en ella, cerro la escotilla de la capsula tras de si y espero a purgar el nitrógeno de su sangre mediante unos tanques de oxigeno puro; luego cuando la cámara había perdido todo vestigio de aire, se reportó listo para salir. Se asomo por ella y contempló la tierra como nadie antes de él: libremente sin la obstrucción de las pequeñas ventanillas, sin la restricción de la reducida cabina, veía el globo terráqueo como un colorido mapa, la curvatura de la Tierra y tras ella el cielo negro iluminado por brillantes estrellas. Una vez con todo su cuerpo fuera, toma impulso con su pie y se aleja flotando como lo haría un bañista en el borde de una piscina. Toda su nación esta viéndolo en la televisión, con tan solo unos minutos de diferencia del momento en que realmente suceden los hechos, esta medida de previsión (si ocurriese alguna complicación cortarían la transmisión) demostró ser muy valiosa porque tras diez minutos, Leonov intenta ingresar a la capsula pero sin éxito. El traje espacial tenía una falla de fabricación, fuera de la atmosfera llego a inflarse como un balón y esto no permitía que pudiera doblarse por la cintura o maniobrar lo suficiente su cuerpo; sumado esto al enorme esfuerzo que le cause moverse sin puntos de apoyo en cero gravedad, Leonov transpira y el sudor comienza a cegarle. Ya sin consultar a su base (en Baikonur), decide “desinflar” su traje, arriesgándose a una embolia, lo suficiente para poder entrar al tubo tras lo cual, una vez represurizado, entra fatigosamente a la nave con su compañero jalándolo lo mejor que puede.
       Pero los problemas no acabaron allí, según lo programado debían deshacerse de la cámara activando unos pequeños explosivos que la liberarían, la separación funcionó bien, pero causó que la nave empezara a girar a diecisiete grados por segundo, movimiento que debería acompañarles por las siguientes veintidós horas de la misión. Este intervalo se complico porque la presión de oxigeno de la cabina se triplico por si misma (por suerte, pasadas las horas disminuyó así como había llegado)
       ¿Terminaron los infortunios allí? pues brevemente, parecía que el destino les jugaba broma tras broma. Cuando la nave se preparó automáticamente para descender y regresar a sus desventurados pasajeros a tierra firme, el giro constante al fin se detuvo… pero pasados unos minutos vuelve a girar y se dan cuenta que el sistema de guiado para la reentrada funciona mal, así que deben apagarlo y hacer el difícil reingreso a través de nuestra atmosfera “a mano”, sin computadora que les asista. Lejos de ser un descenso suave, sienten que el peso de sus cuerpos aumenta diez veces mientras algunas venas de sus ojos se rompen (imagínese subir en un ascensor y que su peso va aumentando hasta que sus rodillas no pueden soportarlo y aun así seguir acelerando). Pierden comunicación con Baikonur pero logran aterrizar en las nieves de Siberia, muy aparte de donde los equipos de rescate los esperaban, pero para este momento y por las siguientes horas, nadie tiene ni idea de en donde se encuentran.
       Como es lógico, una vez calmado el impacto de tocar tierra, deciden salir del confinamiento en que habían estado las últimas veintiséis horas, para lo cual presionan el botón que debe liberar la escotilla explosiva, la cual se abre parcialmente… ¡un árbol no dejaba que se separara completamente!, deben de patearla y forzar su escape a través de ella para ver que están rodeados por árboles de entre treinta y cuarenta metros de alto que dificultaran su localización. Se encuentran a -30grados centígrado cuando por fin un avión de carga los avista, pero deberán esperar hasta el día siguiente para ser rescatados. Pasaran la noche dentro de la también fría capsula: el aullido de los lobos les previene de intentar dormir al lado de alguna tibia fogata.
       Apenas un mes después los americanos harían su propio intento por el segundo lugar; si bien no tuvieron complicaciones, casi perderían a un astronauta en su siguiente caminata espacial, este sería un arte que ambas partes tardarían en dominar. La propaganda comunista había hecho parecer todo fácil, pasarían décadas para que la historia de Leonov se conociese completa como recordatorio para los exploradores, a los cuales se suman ahora los chinos, de que el espacio es una frontera peligrosa.

Publicado en: Sci & Tech Etiquetado como: Leonov

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