Entre las 126 cancelaciones, reducciones y otras áreas de ahorro propuestas en el actual presupuesto de los Estados Unidos figura el terminar, radicalmente y sin entregar un solo centavo más, con el programa Constellation que, dirigido por la NASA, tiene entre sus metas el llevar astronautas en un vehículo reusable al espacio y el de colocar de nuevo al hombre sobre la Luna. Como era de esperarse, entre los sectores involucrados, las reacciones se encuentran divididas entre dos polos antagónicos y distantes, la gran pregunta que surge es: ¿debe cancelarse esta iniciativa espacial que ya va costando nueve mil millones de dólares y que contiene una meta tan importante?
Un desencuentro tan visible de opiniones no era difícil de esperar, pocos de los otros 125 desafortunados miembros de la lista están ligados tan directamente al orgullo nacional y a un liderazgo indiscutible que parece estar a punto de ser entregado a las nuevas naciones, que empiezan a aventurarse con mayor confianza más allá de la última frontera. Para los que seguimos con frecuencia este rubro de noticias, ha sido una sorpresa el repentino anuncio, pero parece que también lo ha sido para el mismísimo personal de la NASA, cuya mayoría ha sido informada al mismo tiempo que el resto de simples mortales. Esto puede significar una mala estrategia de comunicación por parte de los defensores de la propuesta, lo cual no hace más que complicar la situación para Obama, quien se convertiría en el primer presidente en cancelar los planes espaciales de un antecesor en el cargo.
Cuando el 2003 el transbordador Columbia se desintegró regresando a la tierra, George W. Bush no sólo ordenó un panel investigador del trágico accidente, sino que aprovechó en dictaminar lo que la Agencia Espacial debería hacer en las próximas décadas; como resultado de esto, nació el proyecto que ahora se encuentra en peligro de extinción. Como se definió en su momento, la nueva empresa se trataba de un “Apollo con esteroides”, es decir, se haría lo mismo que se hizo en el pasado, pero con tecnología actual. Para muchos, y me incluyo, parece ser la misma tecnología “de siempre” pero con nuevo maquillaje. Lo curioso de todo es que, a pesar de basarse en desarrollos ya existentes, el nuevo hijo de Bush tenía ya miles de millones de dólares de sobrecostos y años de atraso.
Muchos parecen olvidar que la actual iniciativa de la Casa Blanca no se compone únicamente de esta acción revocadora, por el contrario, el dinero asignado a la NASA se irá incrementando con dos objetivos en paralelo: Crear “nuevas capacidades” y promover la industria privada de los vuelos espaciales al sector privado. Esto significa un cambio fundamental en la manera en que las cosas han venido trabajando en la joven industria aeroespacial, estamos ante un nuevo paradigma: El gobierno se dedicará a investigar nuevas formas de construir cohetes pesados, propulsar naves, crear contenedores a prueba de radiación, formas de armar estructuras en el espacio (todo esto son “capacidades”) mientras que “otros” crean los medios para alcanzar la órbita baja de la Tierra.
Esto no parece complacer a todos, y tal como sucede cada vez que una aventura tecnológica amenaza con desaparecer, los congresistas de los estados afectados en donde se construyen las piezas del Constellation ya han pegado el grito en el cielo y amenazan con no aprobar el documento en el poder legislativo. Frente a ellos, el nuevo administrador de la Agencia Espacial, Charles Bolden, se muestra confiado: “Imaginen viajes a Marte que tomen semanas en vez de casi un año, gente desplegándose por el sistema solar, explorando la Luna, asteroides y Marte casi simultáneamente. Eso es lo que el plan del presidente permitirá una vez desarrollemos las nuevas capacidades para hacerlo realidad”
Estamos ante un importante debate, que dictará el futuro del programa espacial americano. El presidente Obama se encuentra ante una venta difícil que no solo acompaña a todo cambio de paradigma, sino que se complica por la cantidad de intereses involucrados.
NASA
¿Quién quiere ir a Marte?
Construir una nave espacial es algo muy difícil y costoso, sólo tres naciones tienen la capacidad probada de hacerlo (incluso China lo hizo con buena parte de tecnología Rusa); por ejemplo, la siguiente generación de vehículos que reemplazará al transbordador, el proyecto Orión, y que supuestamente llevará al hombre a la Luna, como se señala en el artículo mencionado, lleva ya cientos de millones de dólares de sobrecostos y un buen tiempo de retraso, a pesar de haberse iniciado el programa hace pocos años y que en principio trata de reutilizar tecnología ya probada, alguna proveniente del mismo proyecto Apollo. Si tan solo volver a nuestro satélite, cosa que hicimos 40 años atrás, conlleva tantos problemas, ¿cómo sería una misión a Marte?
Nuestro vecino planetario se encuentra a una distancia, en el mejor de los casos, 150 veces mayor de la jamás viajada por un ser humano; una jornada hasta allá implicaría contar con equipos y respaldos que garanticen su funcionamiento por el año o más que dure la misión. Hasta el momento, ni siquiera se ha hecho volver de allí una pequeña sonda, cuando crear las maquinarias para sostener a un solo ser humano, sería mucho más complicado. En el aspecto biológico, las naves deberán contar con escudos aún no existentes, para estar protegidas de la radiación prolongada del espacio o de posibles tormentas solares; además deben buscar formas de menguar las consecuencias de la ingravidez en periodos tan dilatados de tiempo.
La agencia de noticias empleada, también cita el ejemplo de la EEI, pero en realidad, ésta es casi un anti ejemplo, dado que esta maravillosa estructura terminó costando miles de millones más de lo programado y su construcción, reducida y acortada, lleva un retraso de años. Si bien es un gigantesco logro tecnológico, este caso muestra que el construir “lo no construido antes” implica riesgos imprevistos que se traducen en dinero, esfuerzo y tiempo, y que no todos los gobiernos están dispuestos a asumirlos.
Finalmente, y a pesar de lo trágico que pueda yo parecer, ¿creo que pisaremos Marte algún día?, ¡Claro que sí!, es más, el primer hombre que lo haga, seguramente ya ha nacido y lo más probable es que viva en el hemisferio norte. Pero aún no hay nada concreto en el horizonte, dependerá de una voluntad política que pueda mantenerse por varios años, y aún no hay nada de eso. Mientras tanto, el tipo de noticia que comento hoy, no es más que el discurso de buena voluntad que un funcionario administrativo ofrece ante una prensa atenta a que un día volvamos a explorar otro mundo.