Las revelaciones de WikiLeaks confirman lo que ya sospechábamos: el mundo digital es rico en herramientas de espionaje.
A estas alturas, las recientes revelaciones de WikiLeaks sobre las herramientas digitales de la CIA no deberían sorprender a nadie. A través de su historia, la agencia de espionaje más famosa del mundo, ha gestado al avión U2 (1955) para tomar fotografías desde 20 kilómetros de altura, a los satélites Corona (1959) para el reconocimiento desde el espacio y al buque Glomar Explorer (1972) para recoger restos de un submarino soviético en las profundidades del mar. No es de extrañar que ahora inviertan recursos en los omnipresentes equipos electrónicos.
Los proyectos mencionados, todos nacidos en secreto y al costo de millones de dólares, nacieron de la necesidad de obtener información de manera sigilosa por parte del Directorado de Ciencia y Tecnología de la CIA. Hablamos de tecnología de punta para la época. Si nos fijamos en el caso de los satélites, vemos que no pasaron ni dos años tras el lanzamiento del Sputnik, para que colocaran una cámara, en ese entonces con rollo de película, orbitando la Tierra.
Sin embargo, el lote de documentos y archivos publicados por WikiLeaks no deja de ser interesante y, en algunos aspectos, alarmante. Vemos como el Directorado de Innovación Digital, el más reciente de los directorados creados en la Agencia, ha desarrollado miles de sistemas para hackear, tales como virus, malware y trojanos. Estos pueden insertarse en celulares, tablets, Smart TVs o en las computadoras de los mismos carros casi sin dejar rastro.
Este arsenal cibernético es capaz de explotar las vulnerabilidades aún no solucionadas por los fabricantes de estos productos. Y es que periódicamente se reportan fallas de seguridad que Google y Apple intentan reparar apenas toman conocimiento de estas. Lo que la CIA estaría haciendo, tal como hacen otros hackers en diversas partes del mundo, es descubrir estos huecos sin anunciarlo a nadie. De esta forma, pueden acceder, por ejemplo, a los documentos, fotografías o incluso el micrófono del equipo sin que lo sepamos.
Lo alarmante para los que usamos estos dispositivos es que, según WikiLeaks, se habría perdido el control de estas herramientas. Copias de estas habrían caído en manos de contratistas, hackers y ex agentes del gobierno americano, con lo cual habría personas “independientes” en capacidad de infiltrar a civiles inocentes o de vender al mejor postor estos medios de espionaje. Hasta el momento, la CIA no ha aceptado ni negado esta situación.
Es claro que WikiLeaks tiene su atención centrada en los servicios de inteligencia estadunidenses. Nunca ha tocado a sus equivalentes rusos, chinos o norcoreanos todos estos con demostradas capacidades para la ciberguerra, sin controles democráticos, y capaces de crear sistemas semejantes. Así que la vitrina que surge esta semana, que expone armas digitales a las que todos podemos estar expuestos, puede ser más grande de lo que imaginamos. Ante esto, más vale estar siempre actualizados en nuestros paquetes de seguridad y tener cuidado en donde hacemos clic.