It ain’t over ‘til it’s over
Lenny Kravitz
Nunca pensé que formaría parte de un taller de dramaturgia, es más, debo confesar que la palabra no tenía mucho significado para mí sino hasta hace poco. Si bien de niño, mis padres me regalaron mi máquina de escribir (mi querida Olivetti), con la cual también hice un par de libretos para luego interpretarlos junto a mi primo y hermano, la pausa que siguió a estos balbuceos de escenas ha durado hasta unas semanas atrás. Los caminos de Esquilo son misteriosos.
Cuando este año volví a asistir al teatro, amigos del medio me explicaron varias cosas que desconocía, a la vez que me hicieron notar otras como el hecho de que las infinitas posibilidades que se expresan en la tablas, son escritas por unas personas llamadas dramaturgos cuyas obras son asimiladas por directores e interpretadas por los actores en una producción en la que participan varios tipos de técnicos y especialistas. Más o menos como ocurre en las películas, pero todo al alcance de un mayor número de mortales emprendedores. Entiendo que aquí también, igual que con un libro publicado, el proceso inicia muchas veces con una idea en la cabeza de un escritor.
Con esto en mente, participé en el taller de Cesar de María, con el objetivo de conocer un poco más de un mundo que empieza a fascinarme y así aprender técnicas que podría emplear en otros proyectos relacionados con la escritura. Ha sido una experiencia increíblemente enriquecedora, una oportunidad para descubrir un nuevo interés y ver lo que hay detrás de cada historia, no solo de teatro, sino de cine o de televisión. Luego de las clases de Cesar, es difícil ver una película sin notar la existencia de un prólogo, primer plot point, mid point o second plot point… Uno puede terminar buscando la información, anticipación, relación o emoción que conlleva una escena por el hecho de ejercitarse, sin importar la calidad de lo que proyectan en la pantalla.
Conscientes de que un taller no tiene sentido sino ponemos las manos sobre el teclado, recibimos la tarea de escribir nuestro propio proyecto, lo cual inició un proceso que no termina y que me genera enorme placer; la evolución de las sesiones han girado en torno a los pasos y métodos necesarios para lograrlo, partiendo de lo que queremos expresar, comunicar o ubicando a los demonios personales que llevamos dentro y deseamos exorcizar en formato de ficción. Toda creación se lleva consigo partes de su creador, y aunque todas las piezas no están puestas en mi humilde Opus 1, espero pronto ver concluida una primera versión.
El martes fue la última reunión del ciclo pero, citando a Kravitz, esto no termina hasta que termina, y qué mejor que sea así, cuando el paisaje que bordea el camino luce tan interesante.