Incluso en el sueño el cerebro está pulsando, palpitando y destellando con el complejo negocio de la vida: soñar, recordar, imaginar cosas. Nuestros pensamientos, visiones y fantasías poseen una realidad física
Carl Sagan, en Cosmos.
No existen fotografías de Cristóbal Colón llegando al nuevo mundo tras dos meses de penoso viaje, sin embargo quedó registrado que los latidos del astronauta Neil Armstrong llegaron a 186 por minuto al momento de llegar a la Luna. Del viaje del primero no está confirmado a qué isla llegó mientras que del segundo, cada dato de su nave en travesía se almacenó en cintas electromagnéticas y es que conforme la tecnología avanza, las posibilidades de guardar eventos de la experiencia humana con mayor detalle se han ampliado notablemente.
Es curioso notar que nunca sabremos cómo sonó la música de genios como Beethoven o Mozart cuando era dirigida por ellos mismos, sin embargo fácilmente gracias a las ubícuas y económicas cámaras celulares, cualquier momento trivial del día puede perdurar en el tiempo. Con un presupuesto mayor, las compañías de videojuegos pueden almacenar información “espacial”, es decir en tres dimensiones, de cada movimiento de la estrella del basket del momento (deporte en el que de por sí, existe estadística para cada jugada posible) de manera que su estilo y técnica esté disponible para aquellos que adquieran el DVD y desean participar con “él” de un partido virtual.
¿Tendrá límite nuestra búsqueda de perdurar la memoria de nuestra experiencia humana? ¿Algún día evitaremos que la totalidad de nuestros recuerdos se pierdan como lágrimas en la lluvia? ¿Qué podremos esperar en el futuro? De manera semejante a como bajamos videos de la Internet, ¿llegará al día en que podremos hacer una descarga de los recuerdos de nuestros cerebros directamente a un computador? ¿Podremos compartir nuestras vivencias y publicarlas incluyendo no sólo la información visual y sonora sino olfativa y hasta emocional?
Para lograrlo se deberá entender en mayor detalle el ordenador biológico en donde almacenamos toda nuestra información; el cerebro humano en el volumen que ocupa, con apenas 3kg de peso y un reducido uso de energía (en comparación a los ordenadores de silicio) no sólo provee lo que conocemos como inteligencia, sino que almacena una gigantesca cantidad de información. La manera de crear conexiones directas hombre-máquina se encuentra en un estado muy primitivo ahora, sin embargo respetados autores de ciencia ficción han tomado el tema como parte de sus obras.
En 3001: Odisea Final (1997) Arthur C. Clark nos presenta un mundo en donde todos los ciudadanos del planeta Tierra emplean interfases cerebro-máquina, llamadas “Cascos Cerebrales”; cada uno de estos artilugios metálicos es hecho a medida para su usuario, contienen una serie de nanocables que penetran el cuero cabelludo de la persona que lo emplea. Con él, en cuestión de minutos es posible adquirir nuevas habilidades o conectarse a computadoras, proyectar sueños que al ser inducidos directamente se confunden con la realidad. Su uso no sólo puede ser de utilidad o de recreación sino que tienen la capacidad suficiente para contener la vida entera experimentada por un ser humano.
Clarke, como es habitual en su obra, no explora las implicancias emocionales o éticas de la tecnología que presenta, a diferencia de los guionistas de la Final Cut (2004). En esta película, los padres pueden adquirir para sus bebes los llamados implantes Zoe en donde se garantiza, quedarán cada momento de la vida de sus portadores de manera que pueden ser vistos por sus seres queridos tras su muerte; curiosamente se hace hincapié que sólo pueden ser extraídos post mortem. El personaje interpretado por Robin Williams en un editor que se gana la vida creando los films, conocidos como “Rememory”, que se proyectarán en grandes pantallas ubicadas en los funerales. Su labor oportunamente de censor u otras de artista es la de recortar la vida, por larga o corta que pueda ser, en breves minutos que realcen las virtudes del finado y omitan aquellos indeseables detalles que muchos quisieran borrar de la película de sus vidas.
Sin embargo, en esta última visión del futuro los recuerdos obtenidos de manera tan invasiva no tienen alguna utilidad más que rememorativa. Con la aparición en las empresas actuales de prácticas como la Gestión del Conocimiento (Knowledge Management) no es difícil suponer que muchas entidades quisieran poder contar con las habilidades de individuos valiosos aunque estos ya no estén a su disposición, ¿no sería positivo poder almacenar las pericias estratégicas o tácticas de genios militares o empresariales? En la novela cyberpunk El Neuromante (1984) William Gibson incluye a un hacker llamado Flatline quien, a pesar de haber muerto, asesora constantemente a nuestro antihéroe dado que alguna vez éste permitió que se transfiriera a un computador la información de su cerebro. Quizá el problema con esta última aproximación es que si bien la información perdura, es de utilidad y es práctica, ya no está disponible para la persona que la originó; tanto aquí como en Final Cut el cuerpo ha desaparecido. Una solución a ello podría ser la concebida en la película Al Sexto Día (2000); en ella la información cerebral no es sólo almacenada instantáneamente sino que mediante la clonación se garantizan que los cuerpos sean reproducidos. En esta historia se cuentan con cuerpos adultos almacenados y listos para asumir la información genética deseada (a manera de matrices sobre las cuales moldear), para que una vez clonado el individuo y obtenido el nuevo cuerpo, pueda “subírsele” a este la información más actualizada del cerebro. Una forma bastante artificial de garantizar la eternidad física y mental al hombre, pero que de seguro podría encontrar clientes.
Eri dice
Muy interesante artículo 🙂
Creo que así como las películas que mencionas hay otras tantas que podrían también analizarse en torno a la memoria, ya sea para almacenar recuerdos que luego puedan ser consultados, como suele hacer Dumbledore en la saga Harry Potter, o talvez para borrar recuerdos que ya no se desea tener como en Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos.
Hasta dónde, el ser humano puede llegar a manipular el cerebro y los recuerdos que se tienen almacenados?