“Nature is amoral, not immoral...” Stephen Jay Gould
Hace poco, un compañero en búsqueda de anécdotas para su clase de innovación empresarial, me preguntó sobre Darwin y “esto de la supervivencia”. No me fue difícil adivinar por donde iba, por décadas se ha tomado, erróneamente, el trabajo del naturalista inglés para justificar desde la indolencia del libre mercado hasta el racismo exterminador. En teoría, si en la naturaleza los fuertes son los que sobreviven, ¿por qué no en la sociedad o en los negocios? Esto no solo es peligroso, sino que tiene poco que ver con el concepto de Evolución.
La selección natural, favorece a los más aptos (no se emplea el término “fuertes”), es un proceso ciego, no sistemático, en que interviene mucho el azar. Un ejemplo clásico que la ilustra, es el «caso de las mariposas de Manchester”, observadas en el siglo XIX. Estas visitantes de los abedules, de troncos claros, gracias a sus alas blancas y moteadas de gris, escapaban de la vista de sus depredadores, hasta que… llegó la revolución industrial, y con ella la contaminación. Al volverse los árboles oscuros, se convirtieron en un festín visible para los pájaros que se alimentaban de ellas.
Sin embargo, como siempre ocurre con toda especie, no todos los ejemplares son iguales, así que las mariposas que eran más oscuras empezaron a tener mayores oportunidades para sobrevivir y reproducirse. En el lapso de apenas cincuenta años, ¡el 99% de las mariposas del abedul pasaron a ser grises!, mientras las que tenían los atributos anteriores, y abundaban, no sobrevivieron, por no ser “aptas” ante las nuevas circunstancias.
A diferencia nuestra, que podemos tener un gusto personal por uno u otro tipo de mariposa, la naturaleza no tiene una meta o preferencia que la dirija. Tampoco las mariposas eligieron ser de tal forma o color, o vivir en aquel lugar y momento. Los eventos, simplemente, se dieron.
Uno de los primeros en “extender” las ideas del gran investigador fue el filósofo Herbert Spencer, quien las llevó al campo social, pero, Darwin creía que estos aportes no contenían ningún valor científico. Luego, se propagaron aún más variantes de las ideas de Spencer que parecen querer justificar cualquier acto en que debe acabarse con el más débil. El problema es que, no solo esto es ajeno a la ciencia, sino que si bien la naturaleza es amoral, el hombre no tiene por qué serlo.