Un género que usualmente extrapola el presente hacia un mañana en donde la ciencia y la tecnología son actores centrales, es la Ciencia Ficción; me considero un consumidor habitual de este tipo de obras (al que espero pronto dedicarle una entrada en este blog) y como tal, repetidas veces me he preguntado acerca del papel de la religión en estos mundos futuristas de colonias marcianas, viajes interplanetarios o nano-robots. Este interés se debe a que a diferencia de las novelas de misterio o aventura, que también disfruto mucho, estas aspiran a plantear sociedades futuras con fundamentos técnicos; por ejemplo, en su libro “Mil novecientos ochenta y cuatro” (1949) George Orwell describe un mundo totalitario que permite al estado, liderado por el “Gran Hermano”, controlar la vida de todos mediante “telepantallas”(de allí el nombre homónimo del reality show “Big Brother”) o en “Un Mundo Feliz” (1932) Aldous Huxley presenta a los ciudadanos modificados genéticamente, programados para ser consumistas y empleando drogas para cambiar el comportamiento (hoy no parece del todo descabellado, ¿verdad?).
Ninguno de los tres grandes de la ciencia ficción – Asimov, Clarke, Heinlein – han sido practicantes, ni siquiera creyentes, de alguna religión; de estos es Clarke quien sin lugar a dudas ha sido el que ha manifestado en sus obras mayor animadversión contra toda religión organizada y en especial contra el catolicismo. En el ultimo volumen de su trilogía de la Odisea, “3001:Odisea Final”, cuenta en retrospectiva la aparición del Papa Pío XX quien como Gorvachov, que termino con el imperio soviético exponiendo sus crímenes y excesos, iniciaría una reforma de semejantes resultados; este fue un papa muy impactado por el descubrimiento de vida extraterrestre. En su obra anterior “El martillo de Dios”, los científicos han descubierto una forma de prolongar la vida más allá de los cien años y esto obliga al Papa Juan Pablo IV a publicar una encíclica, luego de coordinarlo con varios lideres religioso, sobre el levantamiento de la prohibición de los métodos naturales de control de la natalidad, esto debido a su decepcionante fracaso en el control del crecimiento poblacional; el pontífice declara que “[…] Con su terca oposición a la planificación familiar utilizando métodos artificiales, la Iglesia ha provocado la infelicidad en miles de millones de vidas […]”
¿Escribió Arthur C. Clarke de este modo con el objetivo de aumentar ventas en base a la polémica? En absoluto. Fue un escritor muy respetado y ganador de innumerables premios, la Unión Astronómica Internacional ha bautizado un asteroide con su nombre, y ya en la década de los cuarenta había escrito un paper sobre el uso de la orbita sincrónica que le hizo famoso. Creo que expresa honestamente su opinión sobre los retos que podrá enfrentar la religión organizada en el futuro.
“Cántico a San Leibowitz” (1960) es una obra ganadora del prestigioso premio Hugo a la mejor novela de ficción, escrita por Walter M. Miller quizá sea la única en la que la Iglesia Católica no es maltratada sino ensalzada. Es un relato post apocalíptico en el que el mundo ha sido destruido por la devastación de una guerra nuclear y la gente vive en la barbarie, en ella son los monasterios los que salvaguardan el conocimiento de la humanidad por medio de los monjes copistas. Miller medita sobre la historia cíclica (ocurren varias guerras) y sobre el poder estabilizador del catolicismo; mientras sobrevienen los siglos, los monjes buscarán la santificación del fundador de la orden, lo que lograrán poco antes que deban dejar el planeta tierra, en su ultima gran guerra, camino a evangelizar los mundos exteriores.
Un tercer tipo de postura a tratar la religión en este tipo de obras es la más comúnmente practicada, consiste en ignorar la realidad actual por completo y no manifestar opinión sobre religión alguna o, si se hace, intentarlo de manera neutral sin alienar a nadie; por ejemplo, en “Marte Rojo” (1992) de Kim S. Robinson, que trata sobre la terraformación de nuestro vecino planetario, algunos de los futuros colonizadores discuten sus creencias religiosas pero el narrador no impone ningún punto de vista, esto me parece acorde a una época en que predomina lo “políticamente correcto”. Muchas de estas obras crean religiones alternas, explican porque los personajes en sus tramas simplemente no requieren ninguna o los “dioses” son criaturas mortales que controlan, de manera invisible, la evolución de alguna civilización inferior (lo cual espero no haya ocurrido con la nuestra).
Giuseppe, para que no me difames, aquí me tienes entre los seguidores de tu blog, saludos