Todo nombre propio de por sí etiqueta e influye, puede ser motivo de burlas en el colegio, diplomas mal escritos (lo digo por experiencia) o en algunos casos puede ser un sin sentido, como llamarse Julio y haber nacido en Agosto o Segundo y ser el hijo primogénito; el escoger un seudónimo es la oportunidad consciente que tenemos para elegir como nos gustaría que nos llamen, pero esto puede ser un proceso difícil, me pregunto, por ejemplo, si el dramaturgo ruso Alekséi M. Péshkov al escoger el apelativo Maxim Gorki (“máxima amargura”) tendría en cuenta que no siempre estaría de mal humor.
Al iniciar este blog, quería tener una ventana que, a diferencia de un vidrio polarizado, me permitiera mostrar y compartir la obsesión del momento (libros, historias, ideas, películas y espero que más obras de teatro) a la vez que conocer que opinión merece todo esto de la gente que lo lee. De allí el uso de la palabra “ventana” en el titulo de este pequeño blog, los otros dos nombres propios tienen cada uno un origen distinto entre sí.
Andrew Harlan es el nombre de un personaje de una de las mejores obras de Isaac Asimov que he tenido oportunidad de leer, «El fin de la eternidad». En ella, existe una sociedad secreta, los Eternos, cuyos miembros tienen la capacidad de entrar en cualquier momento de la historia (salvo en los siglos “oscuros”) para modificarla y buscar estratégicamente disminuir los sufrimientos de la humanidad. Harlan es uno de estos guardianes quien termina enamorándose de una mujer no-eterna y para estar con ella deberá asumir enormes riesgos, descubriendo en el proceso una verdad que podría cambiar la concepción universal del tiempo; sacrificará la eternidad por el infinito…También, aunque menos relevante, este nombre fue mi contraseña en el sistema contable con que trabajaba en mi primer empleo formal estando en la universidad.
Moebius proviene de la “cinta de Moebius”, algo muy fácil de hacer con una tira de papel y que sin embargo presenta propiedades muy interesantes; basta con coger un papel, doblar un extremo dándole media vuelta y pegarlo al otro lado. Con ello obtenemos una superficie que ¡tiene un solo lado y un solo borde!. Al ser continua y caprichosa, el producto descubierto por August Moebius me recuerda en parte al infinito que Andrew Harlan obtuvo para su felicidad.
Al iniciar este blog, quería tener una ventana que, a diferencia de un vidrio polarizado, me permitiera mostrar y compartir la obsesión del momento (libros, historias, ideas, películas y espero que más obras de teatro) a la vez que conocer que opinión merece todo esto de la gente que lo lee. De allí el uso de la palabra “ventana” en el titulo de este pequeño blog, los otros dos nombres propios tienen cada uno un origen distinto entre sí.
Andrew Harlan es el nombre de un personaje de una de las mejores obras de Isaac Asimov que he tenido oportunidad de leer, «El fin de la eternidad». En ella, existe una sociedad secreta, los Eternos, cuyos miembros tienen la capacidad de entrar en cualquier momento de la historia (salvo en los siglos “oscuros”) para modificarla y buscar estratégicamente disminuir los sufrimientos de la humanidad. Harlan es uno de estos guardianes quien termina enamorándose de una mujer no-eterna y para estar con ella deberá asumir enormes riesgos, descubriendo en el proceso una verdad que podría cambiar la concepción universal del tiempo; sacrificará la eternidad por el infinito…También, aunque menos relevante, este nombre fue mi contraseña en el sistema contable con que trabajaba en mi primer empleo formal estando en la universidad.
Moebius proviene de la “cinta de Moebius”, algo muy fácil de hacer con una tira de papel y que sin embargo presenta propiedades muy interesantes; basta con coger un papel, doblar un extremo dándole media vuelta y pegarlo al otro lado. Con ello obtenemos una superficie que ¡tiene un solo lado y un solo borde!. Al ser continua y caprichosa, el producto descubierto por August Moebius me recuerda en parte al infinito que Andrew Harlan obtuvo para su felicidad.