Hay dos silencios. Uno cuando no se dice ninguna palabra. El otro cuando se está empleando un torrente de palabras. Harold Pinter
Si al final de la obra, al igual que se ofrecen programas de mano, hubieran ofrecido un “solucionario”, tipo examen de universidad, sospecho que este hubiera sido un éxito de ventas; lo intuyo por la actitud perpleja con que todos atravesábamos la salida. En realidad, lejos de ser un problema de comunicación, este era el camino que el Nobel Harold Pinter, el dramaturgo, había elegido para el espectador.
Considero cada experiencia al teatro como una conversación con su autor, quien me va exponiendo detalles, frases, silencios y ambigüedades; claro, la dirección y actuaciones son vitales, pero nunca puedo dejar de imaginarme al artista, sentado frente a una hoja en blanco (real o digital), en su trabajo solitario de crear mundos para el resto. El diálogo con el Pinter de “La fiesta” es difícil, justamente, porque descansa mucho en los silencios y ambigüedades.
La historia ocurre en una pensión, aunque confieso que ya no estoy seguro de si en verdad lo era, en la obra dicen que lo era. Los dueños de casa son una pareja de ancianos, por un lado, una solícita e hiper atenta señora, y por el otro, un parco y ausente señor de la casa. Su particular morador, de incierto pasado, se preocupa hondamente ante el anuncio de la llegada de dos nuevos visitantes, con quienes sostendrá extraños diálogos y situaciones…y «celebrará» su fiesta de cumpleaños.
El rompecabezas se nos va mostrando por partes, a medias o con las piezas ya ubicadas luego cambiadas de forma inmisericorde. El interés se sostiene por los pedacitos de información, en los personajes de biografía cambiante, o en los salteados momentos de humor pero, sobre todo, en esta puesta en escena de la cual puedo atestiguar y en las buenísimas actuaciones del elenco que dan vida a este teatro de lo absurdo.
Conforme el tiempo fluye, las apuestas por saber qué es lo que está pasando van en aumento, pero la resolución quedará abierta. A la final, uno puede irse pensando que no ha visto nada concreto o que ha visto varias obras en una (por ejemplo, tengo varias teorías sobre quienes eran aquellos dos nuevos huéspedes). Opto por lo segundo.
una obra de actitudes perplejas donde el muestra soledad a pesar que él está rodeado de otras personas y trata de pasarlo bien su fiesta de cumpleaños Harold Pinter