“What I cannot create, I do not understand”
Richard Feynman, anotación dejada en su pizarra antes de morir.
Imagine esto: Un hombre en sus cuarenta intenta entregar un cuadro que le comisionaron para una casa de masajes, dado que el dueño fue arrestado, guarda su obra de nuevo en la camioneta y, con la bendición de su esposa, recorre los burdeles de Pasadena (California) para intentar venderlo. ¿Me creería que estoy hablando de uno de los mayores físicos del siglo pasado?, ¿de un ganador del Nobel de física?
Tras leer sobre la vida de varios científicos e ingenieros, puedo decir que la de Richard Feynman (1918-1988), nuestro pintor, tiene una de las más coloridas y llamativas con las que me he podido encontrar; pareciese que su mente curiosa e inquisitiva nunca podía quedarse quieta, ya sea para ser el primero en descubrir una ley oculta del microcosmos, gastar bromas a sus colegas y funcionarios públicos o romper las normas que le impusiesen. Sus intereses fueron más allá de la física, cursó con los mejores temas de biología, matemáticas, psicología o filosofía, fuera del mundo académico aprendió a pintar y en Brasil, en una escuela de samba de las clases marginales, a tocar la frigideira lo bastante bien como para ser incluido en el carnaval de Río.
Sus credenciales lo llevaron a participar como joven profesional en el proyecto Manhattan, que tuvo por meta el construir la primera bomba atómica, para lo cual se trasladó a los Álamos, a una pequeña ciudad cercada que los militares habían construido en secreto y en donde en su tiempo libre se empeñaba en cosas creativas como aprender a abrir cajas fuertes o reparar las calculadoras (en aquella época mecánicas) y computadoras que constantemente se malograban, a tal punto que si alguien necesitaba el documento de un colega que se encontraba de viaje y no podían ubicarlo, pedían los servicios del curioso profesor. Se entretenía probando los niveles de control que por la guerra habían impuesto a las comunicaciones, buscando los límites de lo permitido; esta libre actitud es clara cuando en la primera prueba de la Bomba no usó los lentes oscuros que le dieron sino que, luego de un examen lógico de la situación, se convierte en probablemente el primer observador en mirar una explosión nuclear con sus propios ojos.
Siendo yo alumno universitario compré uno de sus textos de física, por entonces sabía muy poco de la fama que precedía al autor, pero entre los varios que leí por entonces, el suyo se diferenciaba del resto por la inusual profundidad con la que abarca cada fenómeno; podía decir las cosas más complicadas de la forma más clara posible por el simple hecho de que las entendía como pocos. Quizá por ello al leer hoy su semi autobiográfico “Surely You’re Joking, Mr. Feynman!” uno puede deleitarse, pero no tanto sorprenderse, al saber que de niño reparaba radios “pensando” o creaba sus propias demostraciones de teoremas que muchos años después encontraría en estudios superiores.
Dos años antes de su muerte, el laureado Nobel, quien en su momento pensó en rechazar el premio por no gustarle las pompas, fue convocado para formar parte del panel que investigó la catástrofe del transbordador Challenger. Su participación fue fundamental y ya es legendario el experimento que realizó de improviso para demostrar la fragilidad a bajas temperaturas de un material de los cohetes: en una reunión de trabajo sumergió una muestra en un vaso de agua fría, tras lo cual era visible la fragilidad del elemento, que en su momento fue expuesto a las temperaturas que reinaron el día del fatídico despegue que acabó con la vida de siete astronautas.
Al leer el sin fin de anécdotas que nos presenta en Surely, uno no puede dejar de hacerlo sin una constante sonrisa en los labios o sin sentirse invitado a conocer más del funcionamiento del mundo que nos rodea a traves de la ciencia, después de todo, parece que la mayor parte del tiempo le fue muy divertido.
________________________________
PS: Quizá algunos encuentren interesante saber que hay una obra de teatro que gira en torno a Feynman y en la cual es el único personaje en escena, se llama QED, y en el primer montaje lo interpretó el gran Alan Alda; apenas termine de leerla espero poder comentarla.
Eri dice
Esperaré atenta a los comentarios de QED. Con una vida tan interesante como parece haber tenido Feynman, dan muchas ganas de conocer más desde las tablas y quién sabe, luego traerla al teatro peruano 🙂