Estos valientes hombres saben que no hay esperanzas para su recuperación. Pero también saben que hay esperanza para la humanidad en su sacrificio […]».
Inicio del mensaje que hubiera dirigido Nixon de haber muerto Armstrong y Aldrin en la Luna.
Mientras Obama pronunciaba su discurso anunciando la muerte de Laden, no solo compartía la alegría de la noticia sino que me pregunté por un breve instante, cómo hubiera sido “el otro discurso”. No dudo por un momento que hay un texto, ahora felizmente desechado, que debería haberse usado de haber fracasado la riesgosa y complicada misión. Es natural, cuando se trabaja de cara al público, hay que estar listo para comunicar los resultados buenos o malos, y en la historia norteamericana tenemos algunos ejemplos poco conocidos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los aliados lanzaron la operación anfibia más grande de la historia, el desembarco de Normandía, concebida para desalojar a los Nazis de la Europa ocupada. Estaba en juego el destino del continente, había costado años reunir y preparar a los 175,000 hombres que participaron, por lo que una derrota podría haber cambiado el resultado de la guerra. Todo esto pesaba en el comandante supremo, Dwight Eisenhower, quien tuvo el ánimo suficiente de no escribir solo un mensaje, el de victoria, sino uno en el caso que tuviese que retirar a sus hombres.
El texto, hoy cuidadosamente archivado, empieza describiendo la situación, “Nuestro aterrizaje en el área de Cherbourg-Havre ha fallado en obtener un asidero satisfactorio y he retirado las tropas” para continuar señalando que tomó la decisión según la mejor información disponible, alabar la valentía de las tropas y terminar aceptando su responsabilidad, “si alguna falla o culpa se atribuye al intento, es sólo mía”. Como sabemos, nunca debió pronunciar estas palabras, pero como buen planificador que era, Eisenhower no podía dejar de lado la necesidad de prepararlas.
Veinticinco años después, culminaba otra gigantesca empresa, pero esta vez de índole pacífico: astronautas pondrían el pie en la Luna. Miles de millones de personas verían el evento en vivo y lo celebrarían, ¿o no? El guión podría fallar y el módulo lunar convertirse en la tumba de dos hombres; por ello el presidente Nixon, más allá de sus congratulaciones hoy conocidas, tenía preparado otro mensaje.
El 18 de Julio de 1969, un día antes del despegue, un funcionario escribió un memo titulado “En caso de un desastre lunar” (título más que propicio) que iniciaba invocando al destino y terminaba recordándonos que nunca veríamos a la Luna de la misma forma: «Por cada ser humano que mirará a la Luna en las noches por venir, sabrá que hay un rincón en otro mundo que es por siempre humanidad». Allí no terminaban las previsiones, sino que instruía a que Nixon llamase previamente a las futuras viudas («widows-to-be», en el original), y que luego un clérigo realice una oración cuando la NASA pierda la comunicación con ellos.
Desconocemos qué tenía programado la Casa Blanca en caso Obama tuviera que admitir una derrota, en todo caso, no dudo que estaba preparado con suficiente antelación.