¿Qué mejor que aprovechar un fin de semana ‘largo’ para salir de Lima? Y no precisamente para averiguar por qué el resto del país votó dando la contra a la Capital, sino para conocer un sitio nuevo, tomar otros aires y ver un cielo estrellado. El lugar esta vez escogido (por si no vieron el título) fue Huancayo. Aquí, como con muchas ciudades de provincia, encontramos comprimidos una plaza principal (Plaza Constitución), un río y su valle, un pasado colonial salpicado en las calles y otro inca o pre inca dejado en las afueras. Un encanto de lugar del que paso a contarles por partes.
Lo Bueno
Tras solo siete horas en bus se llega a una ciudad en los Andes Centrales, con una atmósfera seca, limpia (beneficioso para las alergias) y un cielo que puede sorprender por sus rápidos cambios: despejado, nuboso, soleado, despejado,… como para volver loco al reportero del clima. Quien gusta de lo rural, así sea en pequeñas dosis al año, estará a gusto en esta provincia, donde casi todos sus distritos pertenecen, justamente, al campo.
Los precios son asequibles, por ejemplo, cerca a la plaza principal hay varios restaurantes y cafés cuyos equivalente limeños hubieran demandado mayores pagos de la clientela. De igual forma, un hospedaje con un par de estrellas es más económico aquí, los taxis y los mismos tours tienen tarifas menores. En definitiva, no es un lugar caro.
Lo Bonito y Simpático
Son muchas las cosas simpáticas que se pueden ver, siempre y cuando se vivan como deben vivirse los viajes: ¡sin comparaciones! No se espere aquí la mayor fortaleza Inca, la catedral más grande o la ciudad más ordenada (porsiacaso, vale aclarar). Es un buen lugar, en donde hallamos:
• ¡Lagunas!, como la de Paca, tranquila y azul, rodeada de naturaleza visitada por suaves vientos. Allí, un niño remador, con un polo con una vistosa calavera a ambos lados, nos llevó felizmente no a la muerte, sino a un relajante recorrido de unos veinte minutos.
En general, el paisaje del valle del Mantaro es hermoso, no solo con montañas verdes, cierto silencio y serenidad, una vista constante de lejanos glaciales, sino con diversas lagunas que se pueden visitar.
• El criadero de truchas más grande del Perú, en el distrito de Ingenio. Es interesante ver cómo crían a estos peces y su ciclo de vida. En una gran habitación las exponen vivas, con ejemplares en cada una de sus etapas de crecimiento, es maravilloso ser testigo de cómo un fino huevo naranja, apenas del tamaño de esta “o”, se convierte en un ejemplar adulto macho de unos 30 o más centímetros ¡la madre naturaleza!
Al salir, y haber atestiguado vívidamente el milagro de la vida y la evolución de cada trucha, uno no puede evitar tener hambre. Por suerte, por el lugar se ofrecen ceviches de trucha que uno no puede resistir llevarse al estómago.
• El convento de Ocopa, de los hermanos Franciscanos. Fue uno de mis lugares favoritos. Si bien, fue una lástima que a las 7 pm la luz no ayudara para ver las obras de arte, nos llamaron la atención varias cosas del museo que tienen allí: los objetos del respetado cardenal Landázuri, libros de su biblioteca (¿hay forma más directa de conocer a alguien que viendo lo que ha leído?) y diversas casullas. Había una antiquísima radio de onda corta que marcaba distintos países, lo cual me hizo recordar que alguna vez no hubo Internet en el orbe.
• La exposición de arte incluía obras centenarias, encantadoras acuarelas modernas (lástima que no tengo el autor). Nos mostraron su hermosa y famosa biblioteca, en la cual me hubiera gustado permanecer al menos una hora y no 3 minutos, y un largo refectorio de techos y paredes pintadas con motivos franciscanos. Por la disposición de las bancas, me hizo recordar brevemente a la Capilla Sixtina.
• Diversos puestos de platería, en el distrito de San Jerónimo. Me gustó la explicación de cómo manejan la plata, la exposición estuvo a cargo de un acelerado «Avelino» que mostró como trabaja la filigrana, el repujado, el estampado y laminado de este metal. Enseñó sus herramientas, una de ellas proveniente de New York (no dije que fueran primitivas, ¿verdad?), entre ellas un soplete que alcanza 900 grados y que derrite la plata sobre una vasija de arcilla refractaria, según la llamó.
Lo curioso
Todo viaje tiene sus experiencias o descubrimientos curiosos; en éste fueron:
• Para tomar colectivos, digamos rumbo a Jauja, es necesario abordarlo cual pirañitas roba carros, corriendo todos juntos en cardumen para intentar pescar una puerta y abordarlo (no hay otra forma, todos lo hacen)
• En el Museo de Sitio de Warivilca, se halla una cabeza deformada, con el cráneo increíblemente prolongado hacia atrás, más o menos como el que aparece en Indiana Jones 4 pero sin ser de Cristal, También hay una momia enterita de una mujer de clase acomodada, bastante conservada, pero que los estudiosos dicen que cayó en desgracia y fue castigada por alguna razón (para mí, que le sacó la vuelta a alguien)
• El “Avelino” que les mencioné, vestía supuestamente como los soldados de Andrés Avelino Cáceres en la Campaña de la Breña, con un traje del que salían hilachas que representan los andrajos con que regresaban de la guerra, tenía la cara oculta tras un raro pasamontañas del cual colgaba un tubo de tela rojo que hacía de extraña nariz falsa y roja que representaba a la nariz quemada por el frío de las alturas, además llevaba lentes oscuros.
Lo Feo o triste
Todo solucionable, pero siempre hay.
• La impuntualidad y descoordinación de los tours, hubo que cancelar uno de ellos porque demorábamos una hora, no partíamos, y la idea no era perder la mañana sentado en una combi (para eso está Lima)
• Jauja, la primera capital del Perú, a una hora en colectivo de Huancayo, fue lo más triste de todo. Sus calles se encuentran atravesadas y rotas, por máquinas que no volvieron y que supuestamente iban a mejorar el aspecto de la ciudad. Pero las obras municipales se detuvieron inconclusas. Terrible. Una amable señorita del lugar, se encuentra en la plaza principal pidiendo disculpas, explicando la situación y regalando lindos libros sobre como el lugar debería ser patrimonio nacional.
En suma, un buen destino para visitar en unos cuatro días y olvidarse de la atribulada urbe capitalina.
Christian dice
Mi ciudad con sus contrastes, siempre tendrá aquel reposo que alguna veces necesito. Giuseppe cuatro días es poco tiempo para conocer el valle, recomiendo visitar la parte sur del valle, en ella se puede hacer deporte de aventura y tiene la mejor vista del valle.
Susana dice
Huancayo, uno de los lugares que me falta conocer, después de leer lo que escribiste Giuseppe definitivamente tengo que visitarlo.
Recuerdo que hace años tuve que cancelar mi viaje en tren a Ocopa por medidas de seguridad (terrorismo), iba a dirigirme al Convento de Ocopa con un grupo de religiosas a realizar labor social y adicionalmente poder visitar la famosa biblioteca y obras de arte, es excelente saber que todo se conserva como hace años y que los paisajes siguen siendo tan hermosos.
carmen aza dice
me dijeron que había progresado mucho, por las exportaciones de alcachofas. también hay un parque cuya construcción está hecha de piedritas y en la tarde venden picarones, anticuchos etc. el valle es hermoso y vale la pena visitarlo.