Pensé que la primera entrada desde Washington sería justamente unas líneas sobre la ciudad, que en buena parte estamos recorriendo a pie, pero dada la experiencia vivida en el “Hangar de América”, me es inevitable dejarlo para después.
Entre el Monumento a Washington (un enorme obelisco) y el Capitolio (el congreso) encontramos un sendero cubierto de pasto de una cuadra de ancho por unas diez de largo, rodeado a ambos lados de edificios federales y numerosos museos, estando uno de ellos dedicado a los aviones y naves espaciales que han hecho historia en el mundo (y con entrada gratis para el visitante).
Primera reacción: Asombro. Segunda: Sobrecogimiento. ¿Por dónde empezar?. El museo lo recibe a uno, ni bien cruzada la puerta y el detector de metales, con un enorme salón de algunos pisos de alto de cuyo techo cuelgan pesadas máquinas aéreas y que alberga entre otras cosas a: la nave que convirtió a John Glenn en el primer americano en órbita, la que llevó al primer americano que “caminó en el espacio”, ¡al Apollo 11 que llevó a Armstrong y Aldrin a caminar en la Luna!, al avión cohete anaranjado que realizó el primer vuelo supersónico tripulado en manos de Chuck Yeager, al Espíritu de San Luis que empleó Charles Lindbergh para cruzar el Atlántico en solitario… Para alguien que ha leído por buen tiempo historias de la aviación y escrito un libro sobre la carrera espacial, el haber llegado hasta aquí parecía el final de un largo peregrinaje.
No deja de sorprenderme lo pequeñas que son la mayoría de las máquinas que vi, ante el pequeño Mercury 7 me repreguntaba: “¿Cómo alguien puede haberse metido en una cápsula tan pequeña, en donde ni se puede estirar los brazos, para ser lanzado por un cohete al espacio exterior?” y ante el Géminis 4: “¿Cómo dos personas pueden pasar semanas en ese espacio tan reducido?”
Los demás salones del museo son igual de generosos a la hora de abarcar momentos de la aeronáutica; por ejemplo, en una misma sección se encuentran los principales aviones adversarios de la Segunda Guerra Mundial reunidos, uno al lado del otro, seis décadas luego que sus cañones callaron, ostentando sus hermosas líneas El público de todas las naciones: un Spitfire (inglés), un messerschmidt(alemán) un Zero (japones) y un Mustang (estadounidense).
No muy lejos de la sala principal, el espacio vuelve a convocar al visitante con el modelo del Skylab (la primera estación espacial), el precioso módulo lunar y un modelo de origen ruso. Los acompañan los trajes de Glenn y una réplica del de Gagarin (el primer hombre en el espacio)
Las tiendas cuentan con un estupendo surtido de libros relacionado a los temas del museo y a la ciencia en general que le hacen a uno extrañar no poder pagar un contenedor en el avión de regreso, sin embargo una pequeña muestra que adquirí me garantizará muchas horas de lectura placentera en Lima.
Ha sido una vivencia magnífica haber podido estar cerca durante casi cuatro horas de tales invenciones, estoy seguro que muchos como yo lo pueden encontrar inspirador, a la hora de comprobar que la creatividad y el esfuerzo humano no tienen límites en los cielos.
Nils dice
Giuseppe, no olvides ir a su anexo cerca al aeropuerto Dulles!
Giuseppe Albatrino dice
Hola Nils!, hay un anexo?? no sabía 🙁 , porfas me pasas algún dato más a mi correo? gracias!!!
Caarmen Aza dice
Que te pareció Washington, yo no lo conozco. me da mucho gusto que estes disfruntando viendo esas naves Apollo 11 etc
que llevó al hombre a la Luna, debe ser fascinante ver todo eeso sobre todo para ti que desde niño te deslumbró.
un beso.
Carmen
Giuseppe Albatrino dice
Buena pregunta, prometo bloguear pronto sobre los dos estados que visité en USA 😉
Karin dice
Hola Giu:
que interesante lo del museo sería aun mas(yo no he estado en Washington) si hicieran una replica para que la gente pueda ingresar o poder simular lo que se siente estar en una de esas naves….cierto?, o si había algo asi?…
Imagino que habras estado recontra feliz… en tu mundo 🙂
Saludos,
Karin
Giuseppe Albatrino dice
¡Recontra feliz!, extasiado ante tan bellas máquinas 🙂
Había simuladores, claro que sí, pero costaba subirse a ellos … En general los museos que pude visitar fueron mu interactivos, pronto bloguearé de ellos.