Dada la temática del post, quizá sea apropiado empezar con una definición algo techie de mi parte sobre este tipo de libros:
“Para todo relato, cuya historia se ubique en el presente o futuro cercano, en la que el autor invierte un buen porcentaje de la narración en explicar detalles técnicos de alguna máquina o procesos relacionadas a ellas, entonces es muy probable que deban colocarlo en el estante de techno-thrillers”
Son obras usualmente de suspenso, en las cuales los personajes principales incluyen a científicos, ingenieros (tenemos derecho, ¿verdad?), doctores o militares quienes deben enfrentar importantes amenazas o realizar peligrosos descubrimientos. Varias de estas propuestas se han llevado al cine, como es el caso de “La caza del Octubre Rojo” en la que un capitán de submarino ruso (interpretado por Sean Connery) deserta para entregar su avanzado navío a los americanos o como el caso de “La amenaza de Andrómeda” en que un equipo liderado por un bacteriólogo debe contener a un virus que amenaza al planeta.
Para estas ficciones, Tom Clancy y Michael Crichton respectivamente, tuvieron que investigar ya sea el funcionamiento real de un submarino nuclear, los tipos de barcos, sus partes, motores, operaciones de combates o informarse sobre la forma en que los laboratorios más especializados del mundo enfrentan a las epidemias. Pero no nos confundamos: no nos encontramos frente a manuales o libros universitarios, sino a narraciones interesantes, con tramas, giros, conflictos y desenlaces, solo que al mundo que nos transportan no es el cotidiano (pero no por ello podría no afectarnos o importarnos).
Por ejemplo, acabo de leer la magnífica novela “Blasfemia” de Douglas Preston, uno de mis favoritos del género, en ella la visión religiosa de sus distintos personajes (fundamentalistas cristianos, indios navajos, científicos ateos y creyentes moderados) es importante en el desarrollo de la historia. Estos giran en torno a las pruebas de un acelerador de partículas, semejante al gran Colisionador de Hadrones europeo que causó algún revuelo noticioso por la posibilidad de que acaben con el mundo (¿recuerdan?). Para que Preston pueda desarrollar el relato debe, inevitablemente, explicar en detalle cómo funcionan estas complejas máquinas y los equipos que le dan soporte.
Es natural que la tecnología, que cada vez forma una mayor parte de nuestras vidas (perdón por el cliché), sea también parte de las novelas, de alguna forma pueden enviar una señal de alerta o ser un punto de partida para conocer más del funcionamiento, las bondades y riesgos de distintos campos como la nanotecnología, la clonación, la medicina o la tecnología militar. Estoy seguro de que vale la pena visitar, al menos alguna vez, el género.