Alicia, la del país de las maravillas, tiene un encanto que no mengua con el tiempo. La pequeña y racional niña cae, siguiendo a un conejo con chaqueta, en un mundo de caracteres surrealistas y de experiencias inexplicables. Pero no se detiene, vuelve a caer, una y otra vez, de la mano de los distintos autores que se inspiran en ella para crear sus propias tramas.
En “Entonces Alicia cayó”, dos parejas y una madre con su hija se hospedan en el hotel “Wonderworld”, un nombre que si al espectador no le presagia nada, podría guiarlo el enorme reloj de pared con todas las horas iguales, o las bordes de las paredes que en lo alto parecen desgarrarse en el espacio. Aquí sucederán tres historias independientes, pero que estupendamente se entrelazan, y que en buena parte giran en torno a la maternidad.
En la primera pareja, ambos a finales de la treintena, la mujer desea tener un hijo, a diferencia del hombre que, temeroso del compromiso que esto significa, no desea plantar su semilla “ahora”. Esto juega en contra del reloj biológico de la primera, preocupada de jamás engendrar…La segunda pareja, formada por una exitosa artista y un académico poco reconocido, decidió no tener hijos y hoy se enfrenta a una costosa revelación mientras que la madre-escritora y la hija parece actuar como catalizadores de los dos primeros mundos opuestos.
El espectador se encuentra ante una variada exploración del hecho de ser padres o, para tal caso, el de no serlo. Cada personaje tiene su parcela del discurso: ¿vale la pena traerlos a un mundo cruel y oscuro?, ¿vale el sacrificar la carrera profesional por ellos?, ¿son la única forma de trascendencia en la vida? Y esto aquí se logra con una narrativa vibrante, conmovedora, que hace que uno no pueda evitar hacerse las mismas preguntas que ve expresadas en la escena.
Parte del encanto de la obra es el empleo del mismo espacio, para construir las interrelaciones entre todos, para traslapar a los actores en el mismo cuadro. A ello se suma un sentido de urgencia, que algunos de los protagonistas imponen para garantizar la trascendencia de lo que vemos. Sus universos van cambiando, como le ocurre a la siempre invocada Alicia de Lewis Carroll.
Nos encontramos ante una estupenda obra , aleccionadora y amena que no debe perderse, como lo refuerza el hecho de que haya ganado la tercera edición del concurso de dramaturgia promovido por el Centro Cultural Peruano Británico.