Ignoro desde cuándo se comercializan los autógrafos, supongo que es un fenómeno que no debe tener más de un siglo; hasta donde sé, nadie le pidió a Cristóbal Colón que estampase su firma para luego coleccionarla, ni ninguna fanática esperó a Mozart al final de un concierto para que le firmase el programa. Sin embargo, hoy es común el que los seguidores quieran tener un recuerdo de sus ídolos.
Imagino que el encanto de estos radica en su simpleza y en el carácter único de la caligrafía, además, hay un protocolo establecido y fácil de seguir por ambas partes: se inicia con una persona buscando a la celebridad con hoja y lapicero en mano, ni siquiera se necesita intercambiar palabras, tal como alguna vez, muy tímidamente, hice con un autor jesuita español de visita por estos lares. Traigo esto a colación, a raíz de la noticia de que numerosos astronautas se reunirán esta semana para recabar fondos para un programa de becas, justamente por medio de sus firmas.
Aunque quizá no sea muy conocido, es usual que muchos de estos cobren por estampar sus nombres y apellidos, tal como lo hacen los deportistas, más allá de este evento de caridad, es más, existen tarifarios y páginas de Internet para conseguirlas. Existen también numerosas excepciones, como el reservado Neil Armstrong, pero entre aquellos que forman parte de este ecosistema, es interesante observar cómo los precios pueden variar según los logros o la fama de cada uno de estos.
El más costoso es Buzz Aldrin, el segundo hombre sobre la Luna, con 400 dólares la firma, seguido por Gene Cernan y Dave Scott, comandantes lunares, con 200 dólares cada uno. Otros “caminantes” como Charlie Dure y Edgard Mitchell están a la mitad de estos, o 100 dólares, sin importar que todos estuvieron mucho más tiempo o caminaron mucho más que Aldrin en nuestro satélite… ¿Recuerdan a Jim “Houston tenemos un problema” Lowell?, pues la firma suya se encuentra a 175 dólares, a pesar que el Apollo 13 no lo llevó a la superficie selenita.
También se encuentran tripulantes del transbordador espacial, con precios más bajos, e incluso Dee O’Hara, la enfermera de los primeros astronautas (aunque supongo que eso no lo saben muchos), con 15 dólares.
Lamento no poder estar por allí, o en todo caso tener más ahorros, pero debe ser toda una experiencia (inversión dirán algunos), el poder contar con un “astroautografo ” o la experiencia de ir a buscarlo.