Jack Bauer era uno de mis héroes de ficción favoritos, ¿quién más que él, ha salvado millones de vidas, no una, sino muchas veces? Presidentes de Estados Unidos le deben suficientes favores como para colocar su rostro colorado en las banderas de sus limusinas y Afganistán se niega a darle la visa de ingreso por temor a que él solito acabe con todos los terroristas allí presentes… sin embargo, creo que la serie ha descendido a ciertos niveles de inverosimilitud peligrosos, porque si bien es cierto todos podemos creer que en un solo día “Magic” Jack puede evitar la guerra entre cuatro países, hay límites para la credulidad…
Este fino control del tiempo, implica que si Bauer debe realizar un viaje en carro que dura, digamos unos quince minutos, pues en ese cuarto de hora lo encontraremos tras el volante de su vehículo; también implica que nunca lo veremos almorzar o que si va al baño lo hace cuando transmiten propagandas o se encuentran otros actores en escena. Finalmente, otras de las marcas registradas del programa es mostrar, al mismo tiempo, en forma de varios cuadros, lo que está sucediendo en ese mismo instante en las distintas locaciones a la que la historia nos lleva.
Sin embargo, y como el título de esta entrada puede sugerir, me es difícil volver a ver la serie, pues se hacen cada vez más obvios y cansados los artilugios a los que deben recurrir los pobres escritores en su séptimo año. Me gustaría compartirles tres que he notado en el transcurso de estas semanas, cuando intentando retomar la serie, la vi por breve tiempo:
1. Es más fácil hablar con el presidente de los Estados Unidos que con un funcionario de bajo nivel de algún ministerio peruano.
Pareciese que todo golpista que se respete no podría serlo si no tiene en sus accesos rápidos del celular el teléfono directo del presidente, o de la presidenta en este caso. No sólo eso, esta importantísima persona (hablo de la presidenta) está dispuesta a hablar y negociar directamente con ellos… ¡por el amor de Dios!, cualquiera que ha visto El negociador, sabe que de buenas a primeras no se le puede dar todo a la otra parte y mucho menos comunicarle con la abeja reina desde un inicio.
Por experiencia cercana, parecería que es más fácil contactar a la mandamás gringa que a un funcionario del ministerio de trasporte de rango intermedio, lo cual puede demorar de 2 á 10 años (si y sólo si, se llena correctamente el formato)
2. Los agentes del FBI tienen menos procesos establecidos que el serenazgo municipal.
Como en toda serie en donde hay buenos, malos y persecuciones entre ellos, no pueden faltar los arrestos. No tengo conocidos que sean policías, pero asumo que deben de practicar los arrestos antes de salir de la academia, y que quizá tengan un proceso que diga algo como “paso uno, no pierdas de vista al delincuente, paso dos, desármalo…”. Por ello me parece imposible que en el episodio que tuve oportunidad de apreciar, un agente del FBI arrestara a un peligroso terrorista para que luego: i) no lo esposara, ii) se distrajese viendo la mochila que llevaba y iii) llamara por teléfono reportando la detención (por poco y primero busca en la guía telefónica el número) con lo cual, ¡evidentemente!, se le escapó el peligroso individuo.
3. Mediante la tortura se puede obtener información sincera y veraz.
Una repetida crítica sobre la serie es que Bauer tortura a los sospechosos (repito, sospechosos) para obtener información “valiosa” sobre el próximo ataque. Esto ha sido una constante en las seis temporadas previas, en que puede usar diversos objetos para infligir dolor. Esto no es sólo perverso, sino que dudo mucho que de esta forma se obtenga la verdad; en todo caso más preocupante es asumir que, como en la serie se ve, éste sepa cuándo le están mintiendo o no (¿se basa en el tono de los gritos?)
Quizá algún lector que aún vea esta serie, pueda esclarecerme si es ésta la que se ha agotado o es simplemente quien les escribe el que ha cambiado de gustos.