La Obra fue fundada por José Escribá, quien buscó añadir a su apellido el “de Balaguer” con un resultado más aristocrático al oído hispano (nótese que al decir Jesús “de Nazaret” no encontramos la misma intención). Su proceso de santificación fue controversial y rápido, es de dominio público que no se dejó atestiguar a varios de sus ex miembros que trabajaron directamente con él muchísimos años y mantenían una postura muy crítica (uno de ellos ha escrito un libro contra el expedito santo); la decisión de su nombramiento no fue unánime, de los nueve jueces, dos no coincidieron en la causa pero era ya potestad del Papa continuarla. Súmese a esto el hecho que disfrutan de una condición singular en el Vaticano, son la única prelatura personal del Pontificado, lo que significa que sus miembros se encuentran bajo la autoridad del obispo Opus Dei en Roma (a diferencia de los demás laicos del mundo entero que se encuentran bajo el obispo local), y entenderemos porqué algunos sospechan que existe un trato preferencial hacia el fundador y sus hijos.
El sacerdote católico James Martin, editor de la revista jesuita América, ha escrito un interesante artículo sobre el Opus en los Estados Unidos, para el cual entrevistó a capellanes de distintas universidades americanas, dirigentes, miembros y ex miembros de la organización en cuestión así como a importantes detractores. Muchos de sus “malentendidos” al parecer se refieren a la forma con que éstos trabajan: actúan en secreto, no se identifican al realizar sus labores pastorales en los campus, algunos se hacen “amigos” de las personas que desean atraer pero desaparecen si no les funciona (lo cual me parece manipulador), cuentan con curas que prácticamente fuerzan las confesiones (lo cual va contra el concepto del sacramento), sus miembros sólo pueden leer los libros que se les indica y deben rechazar los libros que se les ordena (lo cual me parece demasiado entrometido), finalmente tienen una marcada tendencia a elegir chicos provenientes de las mejores universidades sobre otros (lo cual me parece elitista)
Martin no descubre ninguna conspiración tipo Dan Brown, quien inventa la existencia de monjes al interior de la obra, o conspiraciones del tipo “conquistaremos al mundo”. Es difícil imaginar a 70,000 personas confabuladas para tal fin sin que algún gobierno u organismo de inteligencia vaya tras ellos, sin embargo, muchos de sus integrantes no cuentan con la estima popular o han servido con honores a gobiernos opresores y violadores de derechos humanos (como el infame espía Robert Hanssen, dos ministros del gobierno de Franco o el cardenal Cipriani). Sin lugar a dudas, para los restantes, el Opus debe ser un camino espiritual y, porqué no, social que satisface sus necesidades religiosas estemos o no de acuerdo con ellas.
Para David J. O’Brien, mencionado en el ensayo y autor del libro “From the Heart of the American Church: Catholic Higher Education and American Culture”, el Opus Dei es admirable por reunir gente idealista en una concertada manera, sin embargo, para él y otros, su visión tan negativa de la cultura americana no les permite entender qué tan profundas son las nociones de libertad e individualismo. En mi opinión, mientras eso no cambie, seguirán apareciendo como los confabuladores número uno a la hora de buscar enemigos de raíces religiosas.