Es natural que la carrera de los padres marque de algún modo a los hijos, ya sea al momento de elegir sus respectivas profesiones, transfiriéndoles habilidades o sembrando intangibles recuerdos; esta última categoría se me viene a la mente al leer la reciente noticia de que la FAA (el máximo regulador aéreo de los EEUU) ha suspendido a dos controladores de tráfico por poner en el micrófono a un niño en comunicación con una aerolínea. Siendo menor de edad, conocí por dentro varias torres de control y si bien a nadie se le ocurrió el que me comunicara con alguna aeronave, en casa sí teníamos una radio de banda aérea por la que podíamos oírlas en sus maniobras de aterrizaje.
Recuerdo que en el aeropuerto de Collique, antes que la Dirección General de Aviación Civil (DGAC) se encargara de destruir, por su incompetencia, a la pequeña aviación en el Perú, existían numerosas empresas con sus hangares, talleres y por supuesto, avionetas. Mi papá trabajaba para una de ellas, y cuando era momento de usarlas para que acumulen horas de vuelo, era la oportunidad ideal para llevar a sus retoños. También podíamos correr y jugar en el taller y de paso subirnos a estos aparatos, creyendo que ya estábamos volando, pero la verdadera emoción se daba luego. Uno de los primeros en que recuerdo haber paseado fue el clásico y mítico PA-18, hermoso y versátil, hecho de lona. El techo era translúcido, lo cual incrementaba la sensación de vacío una vez que estábamos allá arriba. Lo último que supe de él, perdón si hablo de ellos como si se tratasen de personas pero uno llega a querer a estas máquinas, es que lo habían adaptado para fumigación agrícola.
El Mooney es el segundo en que recuerdo haber surcado los cielos, era mucho más refinado que el guerrero PA18. La cabina se sentía bastante más cómoda y contaba con un doble juego de instrumentos para el copiloto; yo iba en el asiento de atrás en donde había incluso una cortinilla (que no usaba, claro). El tren de aterrizaje es retráctil, por lo que debe “guardarse” (dentro del fuselaje) tras el despegue y luego “sacarse” a ciertas velocidades; sucedió la primera vez, que ni mi padre ni su copiloto conocían la velocidad a la cual debe manipularse las ruedas de éste (en pleno vuelo ocurrió un diálogo de este tipo: “¿Cómo, tú no lo habías volado antes?”, a lo que él otro responde, “Pensé que TÚ lo habías hecho”). Gajes del oficio. Pero no se preocupen, nunca hubo peligro alguno, tan solo una anécdota más a las miles que todo aviador experto colecciona.
Creo que el Mooney lo vendieron a una compañía en la selva, fue de los primeros que se vendieron en la empresa, dado que transportaba pasajeros y éste no era el rubro del negocio, sino la fumigación aérea.
Siguiente, pero no menos importante, tenemos al Piper Colt, el cual es personaje de una entrada previa. Con él fue la primera vez que me enseñaron a “taxear” (conducir la máquina en tierra) y luego despegar para, algunos años después, aterrizarlo. Lo recuerdo como una piedrita, quitas la potencia y cae a mayor velocidad que lo haría el PA18 (con su enorme envergadura). Posteriormente le agregaron unos “tips” o extensiones al final de cada ala.
Cuando viajábamos a provincias, podíamos hacer recorridos en el Piper Pawnee, una esbelta nave nacida con el propósito de rociar las chacras de agroquímicos. Cuenta con un potente motor que le permite llevar con facilidad su carga y cuando vuela, usualmente a un metro sobre los sembríos, pareciese que avanza con “la nariz” hacia abajo, esto es para facilitar la visión del piloto que, de paso, debe esquivar árboles y postes. ¡Me encantaba cuando venían los traslados de valle a valle (o ferrys)!, porque sabía que era mi hora de…¡Pasear!, lo cual significaba volar bajo al lado de la carretera, hacer señas obscenas a los ómnibus o el que me prestasen unos minutos la palanca de mando.
Hubo otros aviones en mi pasado, pero los siento menos “míos”, quizá porque mi padre no era el conductor o porque solo di una vuelta en ellos: un ultraligero, un bimotor y aquellos que te dan vueltas por Nazca; evidentemente que los enormes Boeing o Airbus de pasajero no van en esta lista.
Ahora que veo sus modelos en fotografías, no puedo dejar de sentir una profunda añoranza y preguntarme si habrá alguna avioneta en mi futuro.
Christian dice
Giuseppe, gran artículo. Con la dosis de información y emoción necesarias.
ing. oscar valenzuela dice
hace muchos años, en sonora, mexico, lo que es el area agricola de costa de hermosillo, sonora, se empezò aplicar agroquimicos con aviones stearman, luego entraron los pawnee 150 hp, luego vinieron los pawnee 235 y con ellos los famosos cessna agwagon 300 y 230 hp.Los grumman agcat 450 hp. y los aviones Tauro fabricados en Mèxico..El auge algodonero de los años 50,60 y 70 hizo que el aumento de has. la demanda de aplicaciones aereas fuera mayor, en los 70`s se tenian mas de 80 aviones agrìcolas en la regiòn, los cuales disminuyeron hasta que el algodòn se dejo se sembrar…
ing. oscar valenzuela dice
El emporio agrìcola de la costa de Hermosillo, sonora, mex. de los años 50 se tenian aviones fumigadores como los stearman y el piper p-18, despues en los 60`s el pawnee 150 y el 235, en los 70`s los cessna agwagon 300 y 230 hp. y el grumman agcat 450hp. y los aviones Tauro, hechos en mexico. Èl algodòn que se sembraba era de mayor demanda de fumigacion aerea que se tenia, habia en existencia mas de 80 aviones agricolas, ya en los años 75, 76 empezò a reducirse las has. de cultivo algodonero por el agua y los aviones agrìcolas iban desapareciendo. Actualmente hay 6 aviones en existencia trabajando como aeroaplicadores…