Con frecuencia, los ingenieros elegimos vivir al filo de la navaja y buscar peligros innecesarios. Compensamos así el hecho de no ser pilotos de combate o repartidores de SOAT en hora punta; por ello, sentados frente a la computadora del trabajo y en un arrebato adrenalínico podemos retirar la memoria USB sin fijarnos si terminó de grabar o desconectar al antivirus por una hora para ver qué pasa. ¡Emocionante! Otras veces, en el colmo de la audacia, compramos por Internet aparatos sin garantía o … teléfonos desbloqueados.
Aún recuerdo la noche en que metí mi número de tarjeta en la página de E-bay, a sabiendas que podía ser una acción temeraria. Parecía una forma económica de obtener un respetable Android cuya fotografía me coqueteaba junto al texto con su descripción, ¡era perfecto! pero había un pequeño detalle, como siempre lo hay cuando se negocia con lo prohibido, si venía malogrado no tenía forma de reclamar.
Cuando llegó a mis manos, lo primero que hice fue revisarlo para ver si me vino completo, cual padre primerizo, y como éstos, con poca chance de devolverlo de no estar conforme, ¡pero estaba conforme! y a pesar de que demoraba un parto en prenderse, una vez que lo hacía, su desempeño era estupendo, al menos hasta hace unos días, en que mi salvapantallas del Pato Lucas dejó de mostrarse.
Un Android es en realidad, por si no lo saben, una computadora a carta cabal que por añadidura, puede timbrar y recibir llamadas. Al igual que con las PC, se le puede instalar miles y miles de programas, y aún cuando las estadísticas demuestran que casi todos se usan a lo más una sola vez, uno disfruta siempre del fútil esfuerzo de descargarlas y perder el tiempo. ¡En mi Androicito instalé de todo!, quería aprovechar la máquina al límite (para continuar con esto de las emociones fuertes).
Por ejemplo, esta maravilla de bolsillo viene con GPS. Dado que carezco del gen de la orientación, me caía a pelo, porque si bien todas mis habilidades sociales nacen de la necesidad de pedir referencias y direcciones, había llegado el momento de ser independiente. Y lo fui. Por unas semanas, en las que podía ver en el brillante mapa todas las veces que me pasaba de largo .
Otro programa que cargué, al menos dos veces, fue el planetario. ¡Maravilloso!, me evitaba salir al patio de mi casa, o al jardín del frente, para mostrarme cómo luce el hermoso cielo estrellado de Lima. Claro que si me ganaba el espíritu aventurero, salía al exterior, Androicito en mano, y confirmaba cómo la esfera celeste cumplía con las ubicaciones que mi celular le marcaba. ¿Se puede pedir más? (¿Aparte de que no se malogre?)
Hoy, me siento herido, traicionado por la misma tecnología a la que rindo pleitesía a diario. Tecnología que nos rodea en todas sus formas. Puedo entender haberme quedado botado con el auto por el sistema eléctrico, o que el marcapasos del abuelo haya fallado, pero que justamente mi nuevo compañero de juegos, que iba conmigo a todos lados, ya no funcione tras tantas vivencias, es demasiado dolor.
Mientras escucho el réquiem de Mozart, pondero renegar de las máquinas, simplemente no usarlas, convertirme al ludismo, dejarme crecer la barba e irme a vivir a una cabaña sin corriente eléctrica a lo Ted “Unabomber” Kaczynski. No lo sé. La pantalla negra del Android, muerta e inservible parece burlarse de mí. Y ahora que veo el recibo, por más de cien soles, que costó la inútil revisión del técnico, me pregunto: ¿por qué tuve que ser tan osado con la tarjeta de crédito?
Alvaro dice
noooooooo!!!, murio en serio!?, o también es humor?!!, Y YO Q PENSABA SEGUIR LOS PASOS DEL MAS OSADO DE LOS AVENTUREROS Y COMPRARME un ANDROID por internerdDDD!!!
Giuseppe Albatrino dice
Así es, hoy visto de negro. Pero son cosas que pasan… apropo, no quieres comprar un lindo celular en espera que lo resuciten? 😀
Lucas dice
Cuando la tecnología, el deseo y la tareta de crédito se juntan forman un combo explosivo.
Giuseppe Albatrino dice
Tienes razón Lucas, asi que mejor que no inventen el pago por huella digital porque la combinación se volvería atómica.
Ana Rosa dice
ya lo dijo un sabio filosofo griego: lo barato…sale caro… :))))