En una época en que la mayoría de canciones no exceden los cinco minutos, un artista ha creado una composición que ya lleva sonando diecisiete años continuos y sin repetirse.
Si por último deseo un condenado a muerte pudiera escoger una composición musical para oír de inicio a fin ¿cuál escogería? ¿Una de su agrado o la de mayor duración posible? Si opta por lo último, podría pedir la canción “In the garden” de Pipe Choir III que ostenta el record Guinnes gracias a sus tres horas y casi dos minutos. Pero si el condenado prefiere algo aún más largo y con sonidos tibetanos, podría solicitar “Longplayer“ una composición que dura mil años en ejecutarse.
Longplayer es un ejercicio de arte y técnica. Nadie espera oírla toda, pero ya viene tocándose por diecisiete años y más de siete meses desde que empezará a sonar el 31 de diciembre de 1999. En esa fecha, mientras algunos se preocupaban por el cambio de milenio que amenazaba con colapsar los calendarios de las computadoras, en un lugar de Inglaterra se daba inicio a los sonidos que no deberán detenerse hasta los últimos momentos del año 2999.
Para plantearse una música tan larga, el artista Jem Finer partió de una composición de veinte minutos con veinte segundos, y dejó que las matemáticas y la lógica hicieran el resto. Esta partitura inicial requiere de treinta y nueve cuencos tibetanos, artefactos de metal que al ser golpeados o recorridos por una baqueta vibran produciendo sonidos como campanas, algo que puede rememorarnos a lo que tocarían los monjes budistas en sus templos. Sobre esta partitura hizo cinco variantes, de manera que las seis en total se van alternando en el tiempo de manera que nunca se repitan.
Es curioso que en un siglo en que la mayoría de canciones duran de entre tres y cinco minutos, cosa que se origina por una limitación técnica en los discos que se usaban en los años ’20, alguno se plantee un proyecto de esta naturaleza. Ciertamente que se intenta transmitir algo más que sonidos. Según la página del proyecto, estamos ante un proceso vivo de mil años, ante una forma de vida artificial programada para buscar sus propias estrategias de supervivencia. Un organismo social que depende de las personas para su continuación a través de los siglos.
En estos diecisiete años que lleva, se han realizado presentaciones en vivo que complementan a las que realizan las máquinas que ejecutan el Longplayer actualmente en el Trinity Buoy Wharf en Londres y que pueden ser oídas por Internet en directo o a través de una aplicación para dispositivos Apple. La organización detrás de todo esto se encuentra a la búsqueda de auspicios, y de momento ofrece a los interesados el patrocinar cada uno de los 234 cuencos que en total conforman el instrumental que hace posible aquella composición que espera poder dar la bienvenida al siguiente milenio.