La reciente marcha de supremacistas blancos en Estados Unidos, y la equivalencia moral que Trump realizó entre estos y sus contra-manifestantes, recuerda a todos que el racismo nunca ha dejado de estar presente en la sociedad.
Es curioso ver cómo las siglas ADN, referidas a un tipo de molécula que está presente en cada célula de nuestro cuerpo, se han vuelto de uso tan común. Las encontramos en las series policiales ayudándonos a encontrar al culpable o en los juicios que buscan establecer la paternidad de una criatura. Y es que, más allá de cuánto el público general entienda de su funcionamiento interno, el solo saber que el ADN es un almacén que guarda la información genética de cada persona, nos da una idea de su significado y posibles usos.
Lejos de la investigación criminalística o médica, empresas como AncestryDNA ofrecen un servicio a partir del ADN relacionado con la ‘mezcla étnica’. Por ochenta dólares nos entregan un kit que incluye un recipiente para dejar una muestra de saliva, y un sobre para que la enviemos a sus laboratorios. Tras seis semanas de espera ¡taran! podremos encontrar en su página web información de nuestros orígenes étnicos, con sus porcentajes y todo. Y si bien es interesante conocer de este modo más sobre nuestros orígenes y antepasados, un peligro latente es asumir que se trata de una ciencia exacta (como, por ejemplo, que nos digan que somos 80% nativos americanos), porque simplemente tal precisión no existe, estamos ante una aproximación.
Lo que hace esta empresa, y otras semejantes que hay en el mercado, es dividir al mundo en regiones y buscar un grupo representativo de gente de cada una de estas, a quienes se les toma su ADN. De esta manera, cuando un cliente envía su saliva, se buscan semejanzas con los datos guardados del grupo representativo para generar un reporte. Pero este muestreo se realiza, según un artículo de la revista Scientific American, sobre mucho menos del 0.1% de la larga cadena que conforma el ADN y con criterios propietarios de cada empresa, cerrados al público.
Aun así, participantes de una comunidad de supremacistas blancos llamada Storefront, buscan en este tipo de análisis una confirmación precisa de su “pureza racial”. Un estudio de dos sociólogos de la Universidad de California, publicado coincidentemente tras las polémicas declaraciones del presidente Trump sobre los eventos de Charlostville, se dedicó a revisar los mensajes en un foro de este grupo en torno a estas pruebas genéticas. Encontraron que de 153 usuarios que publicaron sus resultados de manera anónima, un tercio halló lo que querían (ser “puros”), pero para los dos tercios restantes su árbol genealógico incluía razas “no blancas”. Tras las revelaciones de los últimos, se desarrollaban en el foro diversas dinámicas de aceptación o rechazo, individuales y grupales.
En algunos casos, los supremacistas “no puros” contratan nuevos exámenes en otras empresas, culpan a una supuesta conspiración judía que habría detrás o desaprueban este método en pro de los documentos que demuestran el lugar de nacimiento de sus padres y abuelos. A veces, simplemente, son invitados a dejar el grupo… Esto debido a que partes de una microscópica molécula en cada célula de su cuerpo, en el 0.1% examinado por un laboratorio, tendría semejanzas con el ADN de gentes no blancas.
Vemos así como un test genético que, más allá de sus imprecisiones, podría ser tomado para que todos veamos cómo nos interrelacionamos genéticamente con el resto del planeta, de mano de racistas siempre será un tema de división.