En un reciente discurso, el mandatario pide crear la sexta rama de las fuerzas armadas estadounidenses. Esta sería la más reciente, desde que el presidente Harry Truman firmara en 1947, la orden para crear la Fuerza Aérea, a partir de equipos y pilotos que hasta entonces eran parte del ejército.
Ante un presidente que parece creer que los aviones furtivos son invisibles a los ojos y no solamente al radar, que en un debate desconocía el significado de la triada nuclear de su país y que constantemente mantiene posiciones anticientíficas, es difícil saber con exactitud su intención al crear lo que ha llamado Fuerzas Espaciales.
Quizás hiciera el anuncio porque el ciberespacio ya había sido tomado por sus predecesores. Como con el Stuxnet, el arma cibernética iniciada por el presidente Bush y expandida por Obama, que estropeó el progreso del programa nuclear iraní. O con las batallas que en la Internet libran día a día los Estados Unidos, China y Rusia, que incluyen el robo de información industrial o la manipulación de las elecciones. No, el ciberespacio no debe ser tan emocionante y necesario como lo es crear una nueva rama militar en su país.
Lo cierto es que ya existe un Comando Espacial de las Fuerzas Aéreas, con base en Colorado y que cuenta con más de 30,000 personas a cargo. Ellos manejan sistemas de detección temprana de misiles, hacen vigilancia desde el espacio, monitorean satélites e incluso cuentan con un avión espacial: el X-37. Muy parecido al cancelado transbordador espacial, es una nave capaz de pasar meses en órbita para regresar planeando hasta una pista de aterrizaje en el desierto. Hasta el día de hoy, nadie en la prensa sabe qué misiones cumple este vehículo.
Tampoco es que Trump sea el primer presidente en buscar usos militares para el espacio. Esto ha estado en el pensamiento de los estrategas desde el lanzamiento del Sputnik allá por el lejano 1957. Por ejemplo, en la década de los ‘60 la USAF tuvo su proyecto del Laboratorio Orbital Tripulado (MOL, por sus siglas en inglés) y empezó a seleccionar astronautas en paralelo a los de la NASA. Este proyecto fue cancelado y varios de sus integrantes pasaron al programa tripulado Gemini.
Posteriormente, en 1967, Rusia y Estados Unidos firman el Tratado sobre el espacio exterior que prohíbe colocar armas nucleares o de destrucción masiva en el espacio. Aunque esto no ha evitado el desarrollo de armas antisatélítes por parte de ambos países y posteriormente China.
Pero si un presidente ordena algo, es claro que el aparato del estado debe tomar acción, a pesar del costo que en este caso se estima en 13 mil millones de dólares, en cinco años. Según señala el portal especializado Space.com, la nueva entidad absorbería operaciones de entidades ya existentes en la naval, armada y al ya mencionado Comando Espacial. Mientras esto ocurre, diversos late shows han tomado la noticia con humor, preguntándose cómo serán los trajes de los futuros astronautas armados de Trump.
(Nota al margen: la estupenda trilogía de novelas de Mike Jenne, que empieza con el tomo “Blue Gemini”, desarrolla justamente la historia de astronautas militares con la tecnología y contexto de la década de los ‘60. Altamente recomendable e informada.)