Una reciente revelación de The New York Times da a conocer que del año 2007 al 2012 en el Pentágono existió un área dedicada a investigar (una vez más) el fenómeno OVNI.
Como respuesta a los encuentros con Objetos Voladores No Identificados en los años ‘40, el gobierno norteamericano financia por aquel entonces una serie de estudios para analizar las apariciones que se daban en su cielo. Algunos de estos fueron secretos y no se sabría de su existencia hasta mucho tiempo después, pero el más conocido, el proyecto Blue Book, funcionaría por casi veinte años (hasta 1970) antes de ser oficialmente cancelado. Luego de más de doce mil casos revisados, sus investigadores no obtuvieron evidencia de que la Tierra estuviera siendo visitada por seres extraterrestres.
Cuatro décadas después, gracias a una revelación de The New York Times, sabemos que el Pentágono no había terminado con los OVNIs. Por el contrario, en el quinto piso de su enorme edificio, desde el 2007 al 2012, operaba un nuevo grupo de investigadores que bajo el nombre de Programa de Identificación Avanzada de Amenazas Aeroespaciales (AATIP, por sus siglas en Inglés) continuó estudiando estos avistamientos. Con un presupuesto secreto de 22 millones de dólares al año y bajo la dirección del oficial de inteligencia Luis Elizondo, los miembros del programa entrevistaban tanto a civiles o militares que señalaban haber tenido alguna este tipo de encuentros.
Si bien con el proyecto Blue Book la USAF buscaba determinar, en medio del fragor de la Guerra Fría, si existía una nueva amenaza a la seguridad nacional —era obvio que, fueran lo que fueran, los OVNIs estaban violando su espacio aéreo repetidas veces— el origen del AATIP es más bien singular. Nace del interés por los fenómenos espaciales del entonces líder del senado, el demócrata Harry Reid. Y si aún el Pentágono estaba a cargo, la mayoría de los fondos fueron tercerizados a una empresa propiedad de un amigo de Reid, el billonario y emprendedor Robert Bigelow, actualmente con contratos con la NASA.
Mientras el reporte Blue Book dio a conocer sus hallazgos al público (la mayoría de los casos tenía alguna explicación y un centenar quedó sin resolver por falta de información), en el caso del AATIP sus resultados permanecen en secreto. Contamos con las entrevistas que ha dado el señor Elizondo, quien ha declarado para CNN de que “quizá no estemos solos” y de que han identificado naves “anómalas” que “aparentemente desafían las leyes de la aerodinámica”. Uno de estos ejemplos aparece en un video propalado por The New York Times, en el que desde la cabina de un F/A-18 se capta a un objeto desconocido.
Como señalan los científicos a referirse a estos casos, lo desconocido no implica en sí mismo un origen extraterrestre, sino el hecho que de momento no se cuenta con la información suficiente o los conocimientos para entenderlo. El Pentágono, al haber cancelado cinco años atrás el Programa de Identificación Avanzada de Amenazas Aeroespaciales, muestra que no tienen mayor preocupación en seguir estudiando el tema. Al menos, por ahora.