Al seleccionar lo que nos van a mostrar, los algoritmos de las redes sociales se convierten en un filtro informativo. Nos encierran, muchas veces con nuestro beneplácito, en una amigable burbuja.
En una reciente entrevista para el nuevo show de David Letterman en Netflix, el presidente Barak Obama realizó interesantes reflexiones sobre el uso de las redes sociales y la democracia. Señalaba, entre otras cosas, que “si toda la información que uno obtiene proviene de algoritmos en un teléfono, y solo reafirma los prejuicios que uno tiene, se desarrolla un patrón de comportamiento. “
Hoy en día es casi imposible no interactuar con dichos algoritmos, nos topamos con ellos a cada instante. A partir de diciembre del 2009 Google crea los llamados “resultados personalizados”, con los cuales una misma búsqueda varia dependiendo de quién es la persona en realizarla. De esta forma, en base al perfil de un usuario, el sistema calcula que si este frecuenta sitios sobre insectos, lo más probable es que al buscar “arañas” se refiera a los arácnidos y no a las lámparas de techo. Esto, que puede ser muy práctico, puede tener inconvenientes como el que luego señala Obama en la misma entrevista.
En el experimento social que mencionó, durante la rebelión del 2011 en la plaza Tahrir los resultados de búsqueda sobre la palabra “Egipto” variaban dependiendo de la tendencia política de la persona. Si era un conservador le listaba sobre los hermanos musulmanes, al liberal sobra la misma Plaza Tahrir y al moderado sobre vacaciones en el Nilo. Si bien esto último el Presidente lo dice medio en broma, el libro “The Filter Bubble”(Burbuja del filtro) de Eli Pariser contiene muchos ejemplos semejantes. A través de sus páginas vemos como dicha web personalizada nos influencia al ofrecernos primero información adaptada a nuestra forma de ser.
Facebook es otro de los grandes personalizadores de contenidos. Con cada “Like” le damos a conocer más de nosotros y sobre qué tipo de noticias preferimos. Con esta información y con el propósito de mantenernos enganchados a su servicio, sus algoritmos priorizan los posts que el usuario prefiere… Al parecer, la influencia de la red social en la política no solo se encuentra en su poco control de los Fake News sino que para cada quién va formando una burbuja de acuerdo a su gusto.
Como señala Pariser, esto conlleva un gran peligro, y es que la democracia requiere que los ciudadanos veamos las cosas desde el punto de vista del otro. Simplemente, lo que es bueno para los consumidores, no necesariamente es bueno para los ciudadanos. Lo que se está creando es una sociedad polarizada donde cada quien escucha y encuentra tan solo su forma de ver las cosas.
Muchos años atrás, cuando la Internet recién se popularizaba, una antigua caricatura tenía la imagen de un perro frente al teclado que le explicaba a otro: “En la Internet nadie sabe que eres un perro”. En el presente, infinidad de sitios no solo saben quiénes somos, sino que conocen aquello que preferimos para luego mostrarnos lo que creen debemos ver.