A diferencia de otros países que mantuvieron sus programas en secreto, Corea del Norte exhibe cada avance que logra en la construcción de armas atómicas o misiles.
En mayo de 1964, el laboratorio norteamericano de armas Lawrence Livermore inició el llamado “Experimento enésimo país”. Contrataron a tres jóvenes físicos, con doctorados recién estrenados, para que diseñen un arma atómica. Tras dos años y medio de trabajo, los expertos del laboratorio concluyeron que el reducido equipo había planteado un diseño que podría funcionar.
Este ejercicio tenía un objetivo claro: conocer cuáles eran las posibilidades de que un país pequeño y con pocos recursos fabricase su propia bomba. Tras la primera explosión nuclear rusa en 1949, era válido suponer que el exclusivo club de países capaces de arrasar con ciudades enteras en cuestión de segundos iba a crecer, y querían saber que tan posible era. Dicho experimento no hizo más que confirmarlo, si bien era claro en diferenciar que una cosa es tener los planos y otra distinta los equipos, materia prima y procesos para hacerlo realidad.
Han pasado más de sesenta años desde que Hiroshima y Nagasaki fueron bombardeadas, y parece fácil olvidar que la computadora más poderosa en aquella época realizaba tan solo 5000 sumas por segundo. Hoy un smartphone procesa millones de operaciones en ese mismo intervalo… Por ello es que, conforme la tecnología avanza, ser el “enésimo país” en construir este tipo de armas es muchas veces una decisión política más que técnica, y es claro que para Corea del Norte significa una garantía de sobrevivencia para su régimen.
Las recientes pruebas realizadas por este país con mísiles balísticos son el siguiente paso lógico, tras obtener las bombas. Y es que estas se entregan ya sea por bombarderos (dada la obsoleta fuerza aérea de Corea del Norte esto no les es una opción), submarinos (que exige un sistema de lanzamiento complejo) o mediante mísiles de largo alcance. La historia de estos inicia con los V2 alemanes en la última etapa de la Segunda Guerra Mundial, así que una vez más, estamos ante una tecnología que ha evolucionado por décadas.
Es poco probable que Kim Jong-un entregue lo que ha tomado tanto esfuerzo conseguir a su país. Solo Sudafrica abandonó las bombas nucleares que había construido, y esto bajo condiciones muy distintas a las que vemos hoy en la península coreana. Lo más probable es que tanto Corea del Sur como Japón tendrán que aprender a convivir con su vecino atómico, mientras que su alianza con Estados Unidos garantiza la destrucción del reino ermitaño en caso de un ataque. Ante este escenario, con los militares mirando al cielo en espera de nuevos misiles, ciertos momentos de la Guerra Fría no parecen tan lejanos.