Ross Ulbricht construyó, casi en solitario, el portal que sería conocido como el Amazon de las drogas. Austero e intelectual, parecía esperar que sus acciones, por ser a través de un teclado, lo diferenciarían de cualquier narcotraficante.
Eran las tres de la tarde y en una biblioteca pública de San Francisco reinaba el silencio. De pronto, una mujer le grita a un hombre que está a su lado y este levanta un puño amenazante. Ross Ulbricht, que se encontraba trabajado en una de las mesas cercanas con su laptop, sorprendido gira su cuerpo para ver lo que ocurre, cuando otra mujer aprovecha y toma su laptop. Pocos segundos después, Ulbricht es arrestado por agentes federales.
El FBI había montado la escena en la biblioteca para asegurarse de capturar a Ulbricht en el preciso momento que administraba su portal “La ruta de seda” (Silk road). No solo eso, también querían evitar que este pudiera bloquear la máquina que luego llevarían a una camioneta acondicionada. En ella, sacaron copias del disco duro de diversas maneras, y sobre cada copia hicieron otras más. Todo esto para poder armar el caso contra el elusivo creador del “Amazon de las drogas”.
Los que conocían a Ross Ulbricht, no podían estar más sorprendidos ante la noticia de su arresto. Este de joven alcanzó el rango de Aguila dentro de los Boy Scouts (al cual solo llegan el 4% de los miembros). Había estudiado física en la universidad de Texas gracias a una beca completa de estudio y luego obtendría una maestría en el programa de ingeniería y ciencia de materiales. Incluso había pensado en estudiar un doctorado. Pero a los veintiséis años, el frugal Ross, conocido por usar la misma ropa todo el tiempo y por sus ideas libertarias, decidió empezar el emprendimiento que lo haría el hombre más buscado por el FBI, la DEA, el Servicio Secreto e incluso la IRS.
En el 2010 aprende a programar por su cuenta un portal de comercio electrónico, “un experimento de libre mercado con énfasis en el anonimato”, lo llamaría. Crea un sitio en la Internet oscura para que vendedores y compradoras pueden intercambiar los bienes y servicios que quisieran (mayormente drogas ilegales) sin ser identificados. Administrando de día un negocio de libros usados, logra en paralelo levantar una plataforma por la que, en tres años, transitaron más de 1200 millones de dólares. Al momento de su arresto, Ulbritch disponía de 79 millones de dólares por sus comisiones.
Sin embargo, el dinero, según cuenta Nick Bilton en el libro que habla del caso, parecía no ser la motivación principal de Ulbricht. Salvo unos viajes de paseo, en los que dormía en hostess, su costumbre de no efectuar gastos mayores no variaría. Mientras, parecía reinar sobre el mundo digital que había creado, ajeno a las repercusiones que en las calles podían ocasionar los productos que comerciaba.
Tras su juicio y las varias apelaciones que le siguieron, Ulbricht permanecerá en la cárcel sometido a dos cadenas perpetuas y al pago de varios millones de dólares en reparaciones. La visión de la jueza del caso fue clara, lo comparó con un traficante del Bronx.