Con su flota de 737 MAX en tierra, Boeing ha anunciado una actualización de software para su avión. Está por verse si eso será suficiente para recuperar la confianza de sus clientes.
Durante los quince minutos que duraba el descenso, los astronautas del Apollo 11 eran asistidos por la computadora de abordo. Compartían con esta el control de la nave. En la ventanilla que Neil Armstrong tenía en su delante, había una serie de números grabados, que él podía revisar para estimar a que parte de la Luna los conducía el programa. Y si bien hoy el sistema puede lucir primitivo, es un ejemplo histórico de cómo las computadoras vienen asistiéndonos en misiones críticas por décadas.
También lo hacían a bordo de los dos Boeing 737-MAX que lamentablemente se estrellaron con apenas medio año de diferencia. El fabricante ha indicado que solucionará los problemas de estos modelos con una actualización de software, lo cual nos recuerda a lo que sucede constantemente con las aplicaciones en nuestros celulares. Sin embargo, cómo en muchos fallos de ingeniería, la causa no es única y todo apunta a una combinación de factores.
Cuando Boeing construye su nuevo modelo 737, lo hace cambiando la posición de los motores, lo cual trae consigo que el comportamiento aerodinámico de la aeronave varíe. Con el cambio, en ciertas circunstancias, el piloto a los mandos no encontraría la misma reacción que en los modelos 737 previos. Entonces, la compañía apuesta por añadir un sistema que, incluyendo el uso de software, permita que el avión se comporté de manera similar a sus antecesores. De esta manera las aerolíneas no dudarían a la hora de comprar las nuevas máquinas y, dado que no se comunicaron los cambios a todos los involucrados, no tendrían que gastar en reentrenar pilotos.
Craso error. Todo indica que los pilotos afectados, que no fueron comunicados del nuevo sistema, perdieron su lucha sin saber cómo desactivar a esta mano invisible, la computadora, que insistía en dirigir el avión por ellos. No conocían la manera de desactivarla. Ni tampoco había una forma intuitiva de hacerlo.
Habrá que esperar para ver si el fabricante de Seattle recupera la confianza de sus clientes, pero no olvidemos que son miles de aviones que año tras año surcan los cielos sin incidentes, siempre con sus computadoras de abordo.
Mientras tanto, numerosas empresas apuestan por poner autopilotos en los carros. Como es el caso de Tesla, que ha prometido que sus vehículos serán capaces pronto de la “autonomía total”: mediante el uso de cámaras, radar, ultrasonidos y, una vez más, computadoras, sus carros podrán llevarnos a casa desde la oficina, sin intervención humana. Cuando ese futuro llegue, esperemos que, al igual que en la nave de Armstrong, siempre haya un simple botón de desconexión por si las dudas.