El film ‘La Llegada’ nos invita a hablar de los casos reales en los que se ha descifrado lenguajes distintos y de nuestros propios mensajes enviados al espacio exterior. Advertencia: el artículo contiene pequeños adelantos de la película.
La película La Llegada muestra el reto que enfrenta una lingüista por traducir textos de una civilización extraterrestre. No sabemos si tal premisa se hará realidad, pero los científicos ya llevan décadas enviando sus propios mensajes al espacio, con la esperanza de que sean leídos por otras civilizaciones.
La Llegada (The Arrival) nos ubica en torno al tema del Primer Contacto con una civilización extraterrestre. Dicho encuentro, tratado infinidad de veces en libros, películas y series, en esta oportunidad nos presenta con un determinado problema: los visitantes no se comunican en nuestra lengua. Por ello, el ejército busca la ayuda de una experta lingüista (interpretada por Amy Adams) para que los ayude a determinar si la humanidad se encuentra ante una amenaza.
Ver el proceso de traducción por parte del personaje de Adams, me hizo recordar las aventuras de Henry Rawlinson, un oficial inglés destacado en Persia que en la década de 1830 logró descifrar la escritura cuneiforme tras pasar varias aventuras registrándola. Esta escritura se había usado por miles de años en Oriente Próximo pero habían pasado unos ocho siglos desde la desaparición de sus últimos lectores. Una hazaña previa en ese sentido, fue la del arqueólogo francés Jean-François Champollion quien desentrañó los misterios de la escritura jeroglífica al traducir la piedra Rosetta que data del siglo dos antes de Cristo.
Ambos estudiosos debieron entender trazos y dibujos de cuyos creadores los separaban enormes diferencias culturales. Sin embargo, al poder traducir sus textos, les permitieron a estos hablar de nuevo a través de los mensajes que habían dejado en sus ruinas, fragmentos, y monumentos.
No sabemos si algún futuro Rawlinson o Champollion se enfrentará al reto de descifrar mensajes dejados ya no por civilizaciones lejanas en el tiempo, sino seres de otro mundo, tal como ocurre en la película. Pero la humanidad misma ya cuenta con sus propios mensajes enviados al espacio en espera de que sean leídos y, con suerte, contestados por algún estudioso cósmico.
Uno de estos mensajes fue transmitido desde el radio telescopio de Arecibo (Puerto Rico) el 16 de Noviembre 1974, apuntando a un gran conjunto de estrellas. Se transmitieron 1,679 dígitos binarios (ceros o unos) con la idea de que si el receptor lo ordena en un arreglo rectangular de 73 columnas por 23 filas, encontrará dibujados (con cada “1”) la silueta de un humano, la doble hélice del ADN, o el perfil del mismo radio observatorio, entre otras cosas.
Ciertamente lo anterior parece un ejercicio visual bastante exigente para cualquiera que no haya estado en la Tierra. Pero este no es el único envío hecho al espacio por medio de ondas. Al menos otros diez mensajes se han trasmitido apuntando a estrellas ubicadas a una distancia de entre 20 y 69 años luz, con lo cual deberá pasar este tiempo (de 20 a 69 años) para que lleguen a su destino y quizá sean descifrados.
Si bien las ondas de radio son el medio más rápido empleado para enviar mensajes, no es el único. Las sondas Pioneer y Voyager, lanzadas en la década de los 70 con el objetivo de estudiar los planetas exteriores, salieron del Sistema Solar llevando placas, fotografías y audios. Los audios incluyen saludos en diversidad de idiomas (incluidos el español y el quechua) proveyendo de rico material de estudio para cualquier lingüista extraterrestre.