La respuesta de los Estados Unidos a los rusos fue el desembolso de miles de millones de dólares en nuevos programas de ciencia y tecnología.
Cuando el Sputnik fue lanzado el 4 de octubre de 1957, nadie en la Unión Soviética presagió el revuelo que el pequeño artefacto metálico, del tamaño de una pelota playera, generaría en el mundo que sobrevolaba cada hora y media. El mayor periódico comunista, el Pravda, le dedicó tan solo unos párrafos en la edición del día.
Y es que el Sputnik no nació como parte de una campaña publicitaria, sino como una extensión lógica de los recién inventados misiles intercontinentales. La fecha de su lanzamiento fue elegida para formar parte de las actividades del Año Geofísico Internacional. Del 1 de julio de 1957 al 31 de diciembre de 1958, científicos de más de sesenta países (incluyendo al Perú) estudiarían los glaciares, los océanos, la Antartida… temas que no precisamente captan la atención del gran público.
Sin embargo, la noticia de una nueva Luna orbitando la Tierra conmocionó a Occidente. Se trataba de un objeto creado por los rusos, que pasaba sobre sus cabezas cada noventa minutos y que podía verse a simple vista. Hasta podía oírse: el Sputnik transmitía por radio un “beep beep” que los radioaficionados captaban sin dificultad. No solo la supuesta superioridad tecnológica de los Estados Unidos quedaba en entredicho, sino que la amenaza de ser bombardeados en cualquier momento y sin mayor aviso se hacía tangible.
Si bien la transmisión del constante “beep beep” duró los veintiún días que la batería alcanzó, la llamada “Crisis del Sputnik” desencadenó una serie de eventos cuyo impacto aún perdura. El presidente norteamericano autorizó la creación de una agencia para estudios de proyectos avanzados, que luego sería llamada DARPA. Responsable del desarrollo de nuevas tecnologías para el uso militar, de esta agencia saldrían la predecesora de la Internet y del sistema de posicionamiento global que nos da las coordenadas de nuestra ubicación (GPS). También se fundó la NASA, que colocaría al hombre en la Luna como parte de la Carrera Espacial iniciada por los soviéticos.
Importante también, y a veces olvidado, es que la respuesta a la Crisis incluyó invertir cientos de millones de dólares en mejorar la educación en ciencias en todos los niveles, ya sea con préstamos universitarios o colocando dinero directamente en los centros de estudios. Esto trajo consigo un incremento en el número de estudiantes en estos campos, muchos de ellos motivados por la necesidad de acortar la brecha tecnológica con los rusos.
En la actualidad, hay más de 1400 satélites funcionando alrededor de la Tierra. Proporcionan servicios como comunicaciones, señal de GPS o monitoreo del clima. A ellos se suman en órbita la Estación Espacial Internacional y más de diecisiete mil restos espaciales de antiguos satélites o partes de cohetes. Ante un espacio cada vez más congestionado, es fácil olvidar que hace seis décadas el único compañero de la Tierra hecho por el hombre era una pequeña esfera llamada Sputnik.