Tras el debate de anoche, para muchos aumentaron las dudas. Por un lado, sobre la calidad de las universidades norteamericanas que, a pesar de ser muy costosas, no garantizan que una egresada (que estudió con nuestra plata) tenga un desempeño siquiera decente en un intercambio de ideas. Acartonada y ceñida a un libreto, no tuvo el peso necesario (no hablo del físico) para que los indecisos como yo terminemos de animarnos por proclamarle el mal menor o pudiéramos hacer la vista gorda a los terribles pasivos del gobierno que representa.
Frente a ella, sonreía angelical el comandante. Verlo traía a mi memoria la segunda conversión más grande de la historia, la de Agustín de Hipona, que costó a su madre años de oraciones antes de que el “San” se agregue a su nombre. Felizmente para sus seguidores, a Humala le costó solo un par de días pasar de doblemente golpista a encarnación de la democracia, de acérrimo admirador de Velasco a…un ser pensante, de estatista a defensor del libre mercado. Viste de blanco, lleva el rosario en la mano y poco le falta para bendecir a los partidarios que, en sus mentes, borraron el cassette de los últimos años.
Uno de ellos será elegido Presidente, sin importar qué tan fuerte cerremos los ojos en estado de negación. A menos que faltemos a nuestro deber de asistir a las urnas, y por ende regalemos nuestra plata justamente a cualquiera de los dos, marcaremos un voto que podrá ser liberador (nulo o blanco) o el del menos malo. En todo caso, creo que es importante que nos vayamos mentalizando para que ese día sea lo menos doloroso posible. He aquí algunos consejos para lograrlo:
No conduzca el día de elecciones. Lima es terrible para conducir, se respetan las señales de tránsito con el mismo tesón que las promesas electorales. La luz direccional está de adorno, así como los planes de gobierno. No me sorprendería encontrarme el 5 de junio, producto de la frustración, con conductores que choquen al cambiar brutalmente de carril para protestar contra la «derecha» o la «izquierda». Los que tengan un carro parecido al de Jaime de Althaus, doblemente abstenerse.
No diga por quién votó. Dado lo parejo de la elección, existe un 50% de probabilidades de que no coincida con quien lo interroga. Siempre estas épocas desencadenan pasiones, de las malas, y es mejor no contar su voto a menos que esté seguro de que la otra persona no porta armas.
Prepárese para lo que pueda venir. En lo personal, me tiene sin cuidado si todos los científicos sociales (o “politólogos”) del país apoyan al Comandante o si el ex candidato de nacionalidad gringa apoya a la Heredera. Todos están apostando, efectuando un acto de fe, ya sea por una conversión de las camisas rojas o el blanqueado de la mayor mafia que hemos tenido. Nadie sabe lo que pasará, así que mejor postergue la compra del LCD de 50 pulgadas para dentro de unos meses.
Escriba una carta amenazante a algún candidato de la primera vuelta. No será de mucha ayuda real, pero sin dudas lo relajará. Coja una hoja bond, goma o pegamento, recorte palabras obscenas de los periódicos y forme oraciones amenazantes, de desprecio o de despecho, usted elije, dedicadas a uno de los tres culpables que postularon, no se pusieron de acuerdo y nos dejaron en esta miseria. No olvide dejar en blanco el nombre del remitente. Sentirá un momentáneo alivio.
Si tiene algún otro consejo, que crea pueda ayudarnos a tolerar el domingo, por favor compártalo.