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Giuseppe Albatrino

Escritor, Dramaturgo y Divulgador Científico

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ingeniero

Exposición Da Vinci – El Genio

30 julio, 2009 by Giuseppe Albatrino

“El arte nunca está terminado, sólo abandonado”.
Leonardo da Vinci

        En la pérgola del Jockey Plaza y hasta el 09 de Agosto se está presentando una exhibición itinerante que muestra parte de la obra de Leonardo Da Vinci. Para muchos, este genio es únicamente el creador de “La última cena” y la “Mona Lisa”; sin embargo, este hombre del renacimiento tenía más de 20 profesiones que incluyen, además de pintor, el ser escultor, anatomista, ingeniero, escritor, músico y botánico. Si bien es imposible hoy en día cubrir en profundidad el desarrollo moderno de tantos campos, la obra de Da Vinci es una invitación a mantener una mente despierta y curiosa.

        Al ser Leonardo hijo ilegítimo, no tuvo derecho a acceder a una educación formal, algunos piensan que por esta razón tuvo el tipo de escritura que mantuvo (de derecha a izquierda), para otros pudo deberse a que sufriera de dislexia y para otro grupo el hecho es una demostración de su constante temor a que le roben sus ideas; sea el motivo correcto que fuese, en la muestra podremos apreciar mucho de su escritura en la forma de cuadernos, llamados códices, en los cuales anotaba sus ideas y en las impresionantes páginas en las cuales documentaba sus estudios del cuerpo humano.

        Luego de los códices, el visitante podrá apreciar prototipos de máquinas voladoras que implementan los bosquejos del maestro Florentino; si bien casi todos eran irrealizables, tanto ayer como hoy, el paracaídas piramidal fue el único que ha sido probado con relativo éxito. Mucho mejor le fue con las distintas máquinas que construyó para levantar grandes pesos o convertir el movimiento lineal en circular, las cuales se pueden ver confeccionadas en madera y que de seguro un ingeniero mecánico apreciará y entenderá mejor que mi persona.

        Una interesante mención de la guía era que a “pesar de ser vegetariano y pacifista”, Leonardo creó armas para sus mecenas; me parece curioso porque se asocia el no comer carne a la misma categoría de no matar personas. En todo caso, se aprecia en la muestra un prototipo de tanque, un traje de buzo, una metralleta y otras armas; quizá la más “inocente” de todas era una especie de “multi tambor” que usado por un solo hombre, simulaba el sonido de muchos de estos instrumentos, que en la batalla se empleaban para sincronizar las tropas.

        En el lado artístico, algunos nos enteramos por primera vez de su participación en el teatro, con el invento de un proyector que creaba distintos fondos para las escenas, consistente en una caja cerrada, una luna y en su interior una vela (¡sí!, como si se tratase de los Picapiedra…) que ilumina la figura que se le coloque.
También se aprecian réplicas de sus obras, en las que nos explican cómo se crearon clásicos como las pinturas mencionadas o el hombre del Vitrubio (en lo personal me cautivo “San Jerónimo penitente”). Es una lástima conocer que, por emplear algunas técnicas de su invención al momento de pintar, mucho de su trabajo no haya persistido en el tiempo como es debido.

        El buen uso que se le dé a los 30 soles que cuesta la entrada dependerá mucho del visitante, en mi humilde opinión ésta debería costar menos dado el número de piezas y la duración de la muestra; esto no niega el hecho que los guías hicieron un buen trabajo con el material disponible.

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PS: Es lamentable notar que una exposición cultural de este tipo, entrega folletos con tantos errores tipográficos y de redacción.

Publicado en: Culturales Etiquetado como: arte, artista, ciencia, Da Vinci, genio, ingeniero, Leonardo, Renacimiento

El Ingeniero y su obra

16 octubre, 2008 by Giuseppe Albatrino

Muchas veces cuando la gente piensa en genios creativos, se enfoca en expresiones artísticas y los personajes tras de ellas: nombres como Van Gogh o Picasso al momento de pensar en creadores son muy validos, pero en mi opinión en el mundo de la ingeniería también encontramos hombres cuyas obras significaron en sus vidas obsesiones, alguna inspiración especial o parte importante de su interior. Estos hombres muchas veces son “padres” de distintas maquinas que acariciaron en sueños antes de que se convirtieran en realidad y a las cuales les unió un vinculo afectivo y emotivo, maquinas que surcan los cielos o llegaron a la Luna pero que a diferencia de la Mona Lisa se encuentran en el mundo con su progenitor anónimo.

Tomemos por ejemplo el caso de Jack Northrop (1895-1981), diseñador de distintos aviones que en la década de los cincuenta probaba sobre los desiertos de Mojave innovadores modelos de las llamadas “alas voladoras”, en donde el fuselaje y las alas del aparato forman un solo cuerpo. Si bien otros modelos suyos entraron en producción, las difíciles alas voladoras parecía que nunca llegarían a ver la luz, pasarían algunas décadas para que la utilización de computadoras permitiese controlarlas, pero cuando esto ocurrió Northrop ya se encontraba jubilado… ¡pero no olvidado! Personal de su empresa le consiguió una credencial de máxima seguridad para que a inicios de los años ochenta, con él ya llegando al final de su vida, pudiera ver el modelo a escala de un avión que el mundo no conocería hasta mucho después: el bombardero “invisible” B-2 (una aplicación de su ala voladora). Casi con lágrimas en los ojos, el ingeniero comentaba que ahora comprendía porque Dios le había permitido vivir tanto: para ver aquella obra. Veía con emoción como aquel proyecto al que había dedicado tanto su vida, cobraba nueva encarnación.

La nave espacial Apollo 1 es un caso en el que una falla nefasta en un producto de ingeniería puede afectar enormemente a sus constructores. En 1967 tres astronautas perecieron en la que iba a ser la primera capsula de su tipo en llevar hombres al espacio; el diseño de enorme complejidad y las enormes presiones de tiempo hicieron un producto defectuoso que se incendio en la torre de lanzamiento en momentos en que se realizaban pruebas clasificadas como “no peligrosas”. Pero estas tres vidas no fueron las únicas que se perdieron, varios ingenieros se quitaron la vida ante la responsabilidad y complejo de culpa, otros se volvieron alcohólicos y un importante gerente de proyecto, Joseph Shea sufrió un colapso nervioso que lo acompañaría siempre. Por parte de la empresa contratista a cargo de construir la capsula (North American Aviation, NAA), el brillante ingeniero aeronáutico Harrison “Stormy” Storms no solo perdió su puesto sino que pasaría su vida, se le puede ver a sus noventa años en entrevistas, mostrando documentos que guarda y en donde señala que él previno a NASA de lo que podía suceder.

Seguramente Apollo 13 es una historia más feliz de cómo una falla puede subsanarse con ingenio, pero no hay que olvidar que si no fuera por el modulo lunar (o LEM cuyo “padre”, entre varios, es Tom Kelly) la historia hubiese sido distinta. Los que vieron la película protagonizada por Tom Hanks quizás no sepan que al poco tiempo de salvada la misión, los ingenieros de la empresa de Kelly enviaron un fax a NAA cobrándoles en broma por, entre otros conceptos, remolcar la capsula Apollo (1 dólar por milla), prestar Oxigeno ($10/libra), alojamiento de un invitado adicional dado que el LEM era para dos tripulantes ($8/noche) y por no mostrar la factura al publico…¡100,000 dólares!

Pero más allá del mundo de los genios y de las alturas, también podemos encontrar estas historias que enlazan a hombres y a las maquinas con emociones en el mundo del software. Saber que estos pueden ser usados por decenas o centenares de usuarios genera un sentimiento de transcendencia aunque en el proceso pueda parecer solo de frustración, dado que a veces sucede que la obra, el sistema informático, ha tomado vida propia antes de tiempo y no quiere comportarse según lo deseado. Nunca olvidaré lo sucedido en mi oficina, ya muy de noche en medio de una semana difícil, en que un programa se resistía a funcionar y ni mi compañero (algo mayor y con un asombroso parecido físico a “Curly”, el de los tres chiflados) ni yo sabíamos porque la ultima prueba, que había tardado unos quince minutos en hacerse, había fallado; de pronto me mira con aquella mirada a lo “gato con botas de Shrek” y con profundo dolor y convicción abandona todo resquicio de lógica (o de ingeniero) para clamar lentamente a los dioses un sentido y dolido: “¡¿Qué hemos hecho para merecer esto?!” que se grabó en mi memoria como el epitome del papá frustrado ante su cibernética prole.

Si bien es cierto los ingenieros no andan por allí enviando trozos de sus orejas o clamando que nadie los entiende, sus obras están allí y en su proceso creativo existe el sentido del humor, dolor o fuerte enlace con lo creado; muchas veces sus obras caminan por allí haciéndolos anónimamente trascendentes o cuando fallan (por ejemplo el cajero en la ventanilla del banco), afortunadamente desconocidos.

Publicado en: Vivencias y Opinión Etiquetado como: ingeniero

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